Julio suma 1.600 casos en Soria: Atención Primaria al límite

N.Z.
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El hospital esquiva la quinta ola del virus y, aunque hay más contagios, es menos letal. Sin embargo, los centros de salud están «tensionados» y seguir el rastreo se complica

Julio suma 1.600 casos en Soria: Atención Primaria al límite

Dieciséis meses de pandemia han dejado en evidencia que la evolución del coronavirus no es lineal y que el virus es impredecible. No obstante, han mostrado también que algo se repite ola tras ola: cuando se rebajan las medidas, el contagio se dispara. Y julio se ha encargado de ratificarlo. 

En apenas un mes Soria ha pasado de tener contagio casi cero y vaciar el hospital de COVID-19 a sumar cerca de 1.600 nuevos casos, más que en el momento más crítico de la primera ola (entre marzo y abril se sumaron 1.097) y casi tantos como en el pico de la tercera (en enero hubo 1.700). 

La falsa sensación de seguridad y de final de la pandemia tras el avance de la vacunación y el levantamiento de parte de las restricciones, el aumento de la movilidad y las relaciones sociales con el verano y las vacaciones... y la irrupción de la variante delta, que ha redoblado la capacidad de contagio que tenía el virus original, han sido el caldo de cultivo ideal para que los contagios de SARS-CoV-2 disparen la incidencia acumulada en Soria, que se ha multiplicado por más de 20 en apenas un mes, llevando prácticamente todos los indicativos a riesgo extremo. 

Julio marca un punto de inflexión y deja en evidencia también que ya no es suficiente el objetivo oficial de vacunar al 70% de la población para alcanzar la inmunidad de rebaño. Soria supera ya el 60% de población con el ciclo completo de inyección de inmunidad y el contagio no cesa. Con la mayoría de los sorianos ya vacunados y con la población más vulnerable protegida, el virus sobrevive con nuevas variantes y cambiando su ‘diana’. Ahora se ceba en la población no vacunada, en los menores de 40 años, que suponen el 75% de los nuevos casos diagnosticados.

El resultado de todos estos nuevos condicionantes es una quinta ola denominada ‘joven’ que tiene su propia identidad, que difiere sustancialmente de olas pasadas. Porque, por primera vez en estos 16 meses de pandemia, el incremento de casos no ha tenido su reflejo ni en la letalidad ni en la presión asistencial en el hospital. 

Esta ola ha registrado, de momento, una muerte COVID en Soria, nada que ver con las olas pasadas, que sumaron 624 decesos en la provincia. Desde mayo no había fallecimientos vinculados al virus, pero la buena tendencia se rompió esta semana, con un fallecido en el hospital. Se trata, según ha podido saber este medio, de una persona mayor que no ingresó por COVID pero que dio positivo en el cribado que se hace a todas las personas hospitalizadas. 

En cuanto a los ingresos, el hospital esquiva de momento esta quinta ola. Al cierre de esta edición hay quince personas ingresadas en la planta COVID y dos en UCI positivos en coronavirus. Hace un mes había dos en planta y tres en UCI. De acuerdo a estos datos, es obvio que la presión ha subido levemente, pero es innegable también que estos datos nada tienen que ver los porcentajes de rebrotes pasados. En las cuatro olas pasadas, ingresaba un 10% de los casos diagnosticados, y una parte llegaba a la UCI, donde soportaban estancias muy largas, incluso de meses. Esto supone que, si el virus se hubiera comportado igual, ahora habría más de un centenar de pacientes COVID hospitalizados y posiblemente la UCI estaría ya desbordada. Sin embargo, se estima que ahora ingresa «entre un 1 y un 2% de los casos positivos», calculan desde Medicina Interna. En todo el mes se han dado 22 altas.

cambia la población diana.  «Ha cambiado el virus y ha cambiado la población diana del virus», explica la coordinadora del Servicio de Medicina Interna, Marta León, avalada por la jefa de unidad, Purificación Sánchez. Y, como resultado, el perfil de los ingresos COVID ha cambiado, de modo que «ahora es personal en edad laboral activo», sintetiza. No obstante, añade, «también ingresan algunas personas mayores» vacunadas, si bien «generalmente ingresan por otro motivo y, al hacerles la prueba de cribado, dan positivo», matiza. 

Es pronto para extraer conclusiones pero se aprecia también en esta ola cierto cambio en los síntomas y cuadros que presentan los enfermos COVID. «En gente no vacunada todavía se siguen viendo neumonías importantes. En gente vacunada, lo que más hay es congestión nasal, febrícula, y ahora no produce alteraciones de olfato (anosmia) y gusto (ageusia)», explica la coordinadora. 

«Ahora es distinto en la gente que está vacunada y tienen infección por COVID, donde los síntomas son más leves (como un catarro de vías altas) y duran menos; y los que ingresan contagiados que no han estado vacunados. Si es gente joven, en general, se ven neumonías, pero no tan horrorosas como las que veíamos en las otras olas. También los síntomas son más leves (fiebre, no tanta dificultad respiratoria…)», añade Sánchez, quien reconoce que esta ola ha sido un punto de inflexión en el sentido de que «las otras eran más parecidas» y esta está actuando diferente. 

A juicio de León, estos datos dejan en evidencia que «la vacuna protege de la infección grave» y la prueba es que «ahora hay mucha gente vacunada por encima de los 40 años que está siendo positiva y no tienen que ingresar». No obstante, recalca, «la vacuna solo no es la solución» ya que «te proteja de la infección grave, pero tú puedes ser portador y puedes tener una complicación y, además, puede que se lo pegues a otras personas que son más vulnerables». Por ello, insiste en «concienciar» a la población en «que esto no ha acabado». Porque los ingresos han bajado pero, «cuanta más gente positiva haya, más posibilidades hay de que alguno vaya mal, por pura estadística. Y, además, fallo vacunal hay, y más cuando el virus va mutando», avisa. 

dificultad de rastreo. La quinta ola ha dado una tregua en el hospital, pero eso no implica que la Sanidad se haya podido relajar. Muy al contrario, Atención Primaria vive ahora uno de sus momentos de máxima «tensión y saturación». 

Con la transmisión comunitaria no controlada y la tasa de incidencia disparada, la presión se ha desplazado a los centros de salud, que están «al límite» teniendo que asumir la actividad ordinaria y, además, la vacunación, los rastreos de esos 1.600 casos, los cribados, el seguimiento de los positivos, la evolución de los que presentan síntomas, la tramitación de las bajas de los positivos y sus contactos... Hay más presión pero, además, esta ola está resultando «más difícil de controlar y contener» por el perfil del contagio, con «muchos más contactos», avisa la directora médica de Atención Primaria, Ana Tabernero, quien insiste también en pedir responsabilidad a la población.