En la sala de espera con el futuro de la sanidad a debate

David Aso
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La pandemia ha amplificado las consecuencias de un déficit de médicos por jubilaciones que ha puesto el foco sobre la Atención Primaria rural, aunque afecta a todos los niveles del sistema

Consulta de una paciente con la médica de familia Marina de la Infanta en Cantimpalos (Segovia). - Foto: Rosa Blanco

Un inquietante zumbido rompe el silencio en el consultorio de Cantimpalos (Segovia). No le iría mal un repaso a la instalación eléctrica y los viejos fluorescentes, al fundido y al que aguanta, aparte de una mano de pintura; pero de humanidad en la atención parece que va sobrado. Son las 11.05 de la mañana y en la sala sólo espera Pilar Moreno, toda simpatía y actividad a sus 81 años, después de haber iniciado la jornada con un taller de memoria: «La doctora Marina me dijo que viniera hoy a las 11.00 porque me tocaba revisión. Estoy encantadita, es buenísima, majísima. Te hace unos reconocimientos...», suelta al periodista, que apenas había hecho otra cosa que presentarse y preguntar qué tal. 

Lo que Pilar no sabía es que su médica de familia, y también vicepresidenta del Colegio de Médicos de Segovia, es una entre el millar que llega a la edad de jubilación en los próximos cinco años, y en su caso además en 2023: «No me diga, qué pena hijo. Una vez me dijo algo de eso pero pensaba que hablaba para dentro de ocho o diez años. Pues le pienso decir que no lo haga, la dejo aquí encerrada si puedo», advierte entre la broma y el deseo, porque gracia no le hace. Pero lo va a tener difícil para convencerla porque, después de 40 años en primera línea de la Atención Primaria en el medio rural, los seis últimos en este pueblo de casi 1.350 habitantes, Marina de la Infanta ya confesaba a esta redacción, en larga conversación días antes de la visita (para no quitar tiempo a sus pacientes), que «seguramente» no estire su vida laboral más allá de los 65. Pesa el desgaste personal de lo vivido; pesan las consecuencias del «deterioro» del sistema, aún convaleciente de la saturación causada por la sexta ola de covid; y también la desmotivación por un déficit de personal de alcance nacional que no deja de crecer en Segovia y en el resto de la Comunidad. 

En Castilla y León hay unos 2.300 médicos de familia activos para 247 centros de salud y 3.666 consultorios; imposible con esas cifras abrir todos a diario, ni mucho menos. Cargan con el trabajo extra de 357 vacantes, la mitad alcanzará la edad ordinaria de jubilación en los próximos cinco años y el volumen de nuevos médicos que salen de las facultades y acceden al MIR no da para garantizar el relevo ni para las plazas que están hoy ocupadas, según advierten las propias universidades y las organizaciones médicas. Vienen avisando desde hace más de una década, pero la covid ha amplificado los peores presagios, ahogando además especialmente en esta última ola a la atención sanitaria más cercana, cuando la vista ya estaba puesta para entonces en el medio rural. Y ahora, en el centro del debate político por la campaña electoral.

El consultorio de Cantimpalos, dependiente del centro de salud de Carbonero el Mayor, sí tiene cubiertas todas sus plazas:dos médicos y una enfermera, de lunes a viernes de 8.00 a 15.00. Otros no alcanzan a cumplir con la periodicidad ordinaria de las consultas fijada por norma, y en el caso de los consultorios de pueblos pequeños, sólo abren con médico si este es requerido por cita previa para ir dentro del horario en el que antes estaba siempre, ya tuviera pacientes en agenda o no. No obstante, las visitas domiciliarias a personas con problemas de salud que limitan su movilidad continúan como siempre. 

El día que esta redacción visitaba el consultorio de Cantimpalos resultó ser el primero en el que coincidían las dos médicas pasando consulta desde diciembre, época siempre complicada por las vacaciones, y este año también por las bajas.

Allí ya han dado las 11.30 de la mañana y Pilar sigue esperando su turno, pero no le importa esperar y conversar: «Yo la tensión la tengo súper bien, ni alta ni baja, y luego para el colesterol me estoy tomando medicación y bien. Lo único la garganta. Las pipas de girasol me encantan y más si están tostadas, y yo creo que eso es lo que me la está estropeando.Ya estuve con la garganta mal en diciembre, Marina me mandó que fuera al hospital (de Segovia) y me han dado cita para el 7 de julio». Siete meses de demora desde que la pidió, aunque no le quiere dar importancia: «De vez en cuando toso y me molesta, pero por lo demás estoy bien», cuenta, mientras apura la espera en una sala donde sigue sin haber más pacientes que ella, hasta que en ese momento llega JoaquínLópez, de 85 años. «¿Ha venido Miriam (la enfermera)?», pregunta. «Se me han acabado las agujas para la insulina y vengo a por más, pero al médico poco. Tengo dos vértebras rotas y antes iba mucho a Marina, pero ahora con el covid, si puedo lo evito. Llevo la garganta fastidiada y ni pido cita». La visita de Joaquín acaba rápido, mientras Pilar destaca lo que ha decaído el trasiego de pacientes. «Antes esto se llenaba, la gente hasta se salía fuera, pero desde la pandemia no solemos estar más de dos o tres». ¿Es por la molestia de tener que pedir cita previa salvo urgencia, aparte de otros motivos como las consultas que se resuelven por teléfono, las que ahorra la receta electrónica y el miedo a contagios?«Al principio me costaba que me cogieran el teléfono enCarbonero (el centro de salud del que depende el consultorio de Cantimpalos) y cuando me lo cogían me decían 'no te entiendo', pero más claro no puedo hablar. Ahora tengo truco:en vez de marcar el 1 le doy al 2 y se ponen las enfermeras».Un «truco» del que ya informa el propio consultorio con un folio pegado en su puerta con instrucciones para manejarse en esta nueva normalidad que está acabando con las visitas improvisadas: 'Si marca 1, cita con máquina; si marca 2, cita con operadora'.

Sala de "socialización"

Marina sabe que «los mayores lo están pasando mal con eso porque la sala de espera también era de alguna manera un centro de socialización». «Charlaban entre todos los que acudían, era una forma también de relacionarse, y luego es verdad que también el médico es una figura de referencia para cualquier incertidumbre o angustia. Pero en realidad pueden seguir haciendo igual, sólo que pidiendo cita», como ya se viene haciendo en los centros urbanos desde mucho antes de la covid.

La puerta de su consulta se reabre cerca de las 11.40 y un paciente de mediana edad sale cojeando. «Parecía que iba a ser una cosa leve, pero no lo ha sido tanto», explica la médica. «Le he tenido que mandar a Urgencias, y como hacía tiempo que no venía, había que pedirle análisis». En una conversación breve, justo antes de dar paso a Pilar, recuerda que «hay pacientes a los que puedes atender en cinco minutos o menos y otros que necesitan más de media hora». Para esta jornada el ordenador le indica que tiene 27 citas, pero otras veces han sido el doble o más, dependiendo de si está su compañera o sobrevienen imprevistos. 

El jueves 27 de enero, sin ir más lejos, estando ella sola en el consultorio, fue requerida para acudir a un domicilio «por una parada cardiorrespiratoria» y la urgencia le llevó una hora. «Se me acumuló toda la consulta de mi compañera y la mía», con unos 40 pacientes en la agenda de ese día más los que llegaron sin avisar.Pero lo peor fue que la asistencia domiciliaria no acabó bien. 

Marina también atiende dos consultorios pequeños de su zona de salud. Solía ir un par de horas los miércoles a Escobar (168 habitantes) y otro tanto los viernes a Pinillos de Polendos (55), aunque ahora sólo se desplaza allí si algún vecino ha solicitado cita previa para ir dentro del horario habitual. «El resto del tiempo pueden venir a Cantimpalos, que está a tres kilómetros, pero habría que poner un transporte eficaz que no les condicione toda la mañana; y luego hay que tener en cuenta que la mayoría venía por medicamentos, y como la receta electrónica se extendió a todos los pueblos a raíz de la pandemia, la demanda asistencial ha bajado mucho en todos», explica. No en vano, las circunstancias llevaron a acelerar su implantación al decidirse el repliegue de la Atención Primaria en los centros de salud y el cierre de consultorios por considerar que estos no tenían espacio para prevenir contagios con la separación de 'zona limpia' y 'zona sucia' de covid. Después fueron reabriendo y la Junta dio por restablecida la «total normalidad» año y medio después, en septiembre de 2021, pero la cita previa se ha quedado. 

Otra Pilar entra al consultorio, de primer apellido López y con 83 años. ¿Cómo ve la sanidad? «Pues hay de todo», responde. ¿Y en Cantimpalos? «Bien, pero tampoco es que venga mucho, una vez al mes o cada dos meses, que además con la vida que nos está dando este bicho...». Casi todas sus visitas suelen ser para revisiones periódicas, y en esos casos es la médica quien cita, así que se ahorra tener que contactar con el centro de salud:«Yo es que además cuando he tenido que llamar y empiezo a oír lo de 'no entiendo'... No sé ni cuántas veces me hacen repetir, me lían. Me piden fecha de nacimiento, la digo clara y otra vez que no me han entendido. Una vez la llamé estúpida, ¿que no me entiende? Pues váyase a la porra». Claro que la máquina ni siente ni padece, y ahora Pilar López ya ha pillado el 'truco' para evitarla.

 Seguido llega otra paciente, Laura Herranz (67), que también ve menos movimiento que antes de la pandemia: «Siempre nos juntábamos seis u ocho y ahora eso es raro». Pero ella no ha tenido problema para pedir cita un día y que se la dieran para el siguiente laborable, y ha sido hablar del bajón de pacientes y aparecer unos cuantos hasta coincidir siete en la sala. Entre ellos Carlos Gómez (78 años):«Igual me tiro dos meses sin venir y luego vengo tres veces en dos meses, según los cuerpos». El suyo tiene una prótesis en una rodilla, así que cuando le duele, si no tiene pastillas acude a pedirlas; y esta vez ha tenido suerte porque, después de llamar a las 9.00 para pedir cita, tres horas después aquí está. «Éste es un enchufado», bromea Laura, dado que la sexta ola ha llegado a demorar las consultas en centros rurales y también en urbanos hasta cinco o seis días; incluso semanas si la patología no era grave. 

«Yo normalmente también cojo cita rápido, pero lo peor está en Segovia capital, que tenía para el especialista de los ojos en febrero y me la han retrasado a marzo», lamenta Carmen Martínez (73), que antes de ser una paciente más fue enfermera en hospitales y en centros de salud rurales de Segovia. «Faltarán médicos, las cosas como son, pero para mí que nos fastidiaron sobre todo cuando España dejó de tener una sola sanidad», con el traspaso de competencias a las comunidades en 2002. Opiniones hay para todo, en cualquier caso, pero ni las sociedades científicas ni los partidos políticos cuestionan lo esencial: la necesidad de tomar medidas para paliar la falta de personal y de relevo que sufre no sólo la Atención Primaria, sino todo el sistema sanitario.