Entorno natural privilegiado y turismo en auge en Casarejos

A.P.L.
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Esperanza y Juana nos hablan de sus rincones favoritos del pueblo que está a punto de celebrar San Ildefonso, mientras que Celso y Santi se centran en la madera, un material que han trabajado durante años

Entorno natural privilegiado y turismo en auge en Casarejos - Foto: E.G.M Eugenio Gutiérrez Martínez

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Casarejos

Apunto están de celebrarse las fiestas de San Ildefonso con las populares danzas del paloteo en Casarejos (del 20 al 23 de enero), pero El Día de Soria quiere conocer cómo es el día a día en esta localidad pinariega en un entorno natural privilegiado, con el Cañón del Río Lobos, el monte Carrascal y la zona del Chorrón. Cuando llegamos al pueblo varios vecinos están haciendo la compra en el camión de venta ambulante de Jesús Veganzones, de Roa (Burgos). Lo cierto es que tiene de todo, desde polvorones a especies, pasando por fruta y verdura de temporada. Hace la ruta de por Pinares de Soria y Burgos y también está en el mercado de San Leonardo de los miércoles. «Es un buen negocio, aunque hay unos meses mejores que otros», apunta mientras las vecinas le recuerdan cuando iba con su padre y su hermano a la romería de San Bartolo del cañón y bromean diciendo que es «muy popular». Destacan que tiene una legumbre muy buena y acuden «cada vez que viene», cada 15 días o cada mes.

Esperanza Hernando se ha acercado a comprar y nos comenta que en Casarejos se vive bien y «el entorno es maravilloso», aunque es «de más de tranquilo» comparado con Barcelona, donde vivió de joven. Después regresó a su pueblo Ucero, pero se casó con un joven esta localidad y se instaló allí. «Antes había más juventud y ahora está muy apagado, suele haber más gente en verano y Semana Santa. En Navidad, no tanta, más en el puente. Los fines de semana sí viene gente, sobre todo de Zaragoza, que es donde más se emigró», indica. En su familia ya preparan con ilusión las fiestas, que se cambiaron al fin de semana. Su marido, Jaime Peña, ha sido danzante, y su hijo Manuel es bobo. Hace falta que la juventud no se marche e industria para darles trabajo, como lo hizo Norma en su día, «pero en los últimos años está como está...». Su hijo vive en la zona y es un ejemplo de los jóvenes que se mantienen en el medio rural. 

Julián Pereira también se acerca a comprar.Es de Casarejos y siempre ha vivido allí, pero hace más vida en Soria. Lo que más le gusta es «la tranquilidad» y el entorno natural, ya que sale a caminar cada mañana en cualquier dirección. En el mismo emplazamiento, Juana López, «nacida, criada y que sigue viviendo» en Casarejos, de 74 años, comenta que «los tiempos han cambiado mucho» y que lo que más necesita su pueblo es «gente joven y niños», por lo tanto, «trabajo». En su casa «cuatro trabajaban en Norma y ahora tan solo uno». Su rincón favorito es SanRoque, junto a la ermita, «donde vivía antes». «Cada día salimos a pasear y los domingos vamos a misa, ya solo unas doce personas, y a tomar vermut», añade. Al tiempo, llega su marido, José Izquierdo, quien dice bromeando que su lugar preferido de Casarejos es el comedor de su casa (tiene «buena cocinera») y el sofá para ver la tele.Por la tarde echan los dos la partida del rabino y comenta que el día anterior ganó el y Juana «se puso como una fiera» porque le tocó poner dos euros en el bote. También uno de sus hijos participa en las danzas la próxima semana, como gaitero.

EL BAR COMO PUNTO DE ENCUENTRO LOS SOBADILLOS EN FIESTAS

Con José María Peña, el alcalde (es su segunda legislatura como tal pero también estuvo antes de concejal), nos dirigimos al único bar que permanece abierto, aunque llegó a haber seis. Nació y estudió allí -cuando a la escuela iban 30 niños y niñas- y después en Valladolid. Vivió 20 años en Soria pero decidió regresar a su pueblo porque había trabajo en empresas como Norma. «Ha cambiado todo mucho, antes ayudábamos en los trabajos de casa y hasta los juegos eran distintos, al balón, el escondite, la peonza.... Estábamos hasta las diez en el frontón y hacíamos travesuras», nos cuenta con nostalgia. José María también lleva 20 años en la junta de la madera, un sector que ha perdido trabajadores con los años. En el pueblo, comenta, quedan tres agricultores. Con la llegada de la fibra ha mejorado la cobertura y tres jóvenes teletrabajan, una de continuo. El Ayuntamiento tiene cinco casas.

Casarejos tiene ahora 152 vecinos censados y 125 viviendo. Es un pueblo muy cuidado y con edificaciones muy bien conservadas, aunque también algunas de ellas se venden para reformar. En esta legislatura se ha mejorado con filtros la calidad del agua que procede del monte y se van a instalar paneles solares en el edificio multiusos con una subvención de la Junta de Castilla yLeón.

La hostelería y el turismo rural (hay ocho establecimientos) son el gran motor económico del pueblo, «no hay día en el que no veas gente». En el Mesón Julio conversamos con Pili Lucas Mondragón, su propietaria, quien tomó las riendas del negocio familiar que regentaron sus padres y su abuela. La hostelera, de siempre del pueblo, abre todos los días el establecimiento y vecinos y visitantes acuden a tomar café, almorzar, comer y echar la partida, aunque para esto cada vez menos porque la población es mayor, nos dice con tristeza coincidiendo con otros vecinos en que lo que hace falta es trabajo. Hay mucho ambiente los fines de semana para el vermut y su especialidad es la comida casera, con escabechados y setas. Pili, como ya es tradición, invitará estas fiestas a los sobadillos típicos elaborados con anís, manteca y canela, también llamados zorros (por eso les llaman así a los de Casarejos). «Me gusta el pueblo en general, no cambiaría vivir aquí por nada», reconoce apuntando que hay servicios suficientes. El médico va tres días y dos la enfermera, destacan los vecinos agradeciendo esta correcta atención por parte de los profesionales.

En Casarejos, comenta el alcalde mientras tomamos café, funciona la asociación de mujeres San Ildefonso y la Asociación El Chorrón, que organizaba la matanza y la cabalgata de Reyes. Las fiestas son en agosto San Roque, en diciembre la Virgen de la O y ahora en enero en San Ildefonso, con los bailes tradicionales que se recuperaron y que cuentan con ocho danzantes, dos bobos y dos gaiteros, todos hijos del pueblo, además de un grupo con chicas. Por otro lado, en el pueblo están orgullosos de mantener la escuela (CRA Pinares Sur), aunque de los siete niños que acuden ninguno es del pueblo. «Casi hay más profesores que alumnos», lamenta, aunque con la satisfacción de que pueda mantener su actividad en un espléndido edificio de piedra y completamente reformado. Al bar llega el cartero y mientras nos movemos de sitio escuchamos los pitidos del panadero.

el impulso al turismo rural TRABAJANDO POR EL PUEBLO

Nos acercamos a La Galiana Loft Nature, un impresionante complejo de turismo rural que pusieron en marcha Cosme Egea y Juana Lucas, dedicados al sector desde el año 2000 y con mucha experiencia en el mismo. Es un lugar único, con impresionantes vistas del monte y la fauna, una construcción rústica y sostenible (con sistema de aerotermia) en madera y piedra, materiales de la zona, con piscina, jacuzzi, huerto ecológico, barbacoa... Acaba de estar allí una influencer que aprovecha los últimos momentos de su estancia para tomar imágenes. No en vano, su experiencia y dedicación hacen que sea ahora uno de los diez establecimientos mejor valorados de Booking. Ellos también gestionan ahora la casa El Nido del Mirlo y el taller de artesanía que lleva el mismo nombre donde elaboran muy diversas creaciones en madera (lámparas, cajas, altavoces...) que venden en internet y en ferias y mercados. Juana está muy satisfecha de haber hecho tanto por su pueblo desde el sector turístico y Cosme lanza un mensaje: «Hay futuro para los jóvenes en los pueblos, pero hay que arriesgar y no ser tan cómodos». 

Esther de Miguel Pérez es de Talveila y se fue a vivir a Casarejos hace 50 años cuando se casó. Precisamente cumple 74 años este 13 de enero, nos cuenta, y se resiste a jubilarse por cariño al pueblo, porque asegura que saca poco beneficio. En todos estos años se ha ido actualizando, «pero las tiendas grandes se han comido todo y la gente joven compra allí». Su hijo Jorge, pescadero, va a vender al pueblo dos días en semana. También lleva la casa rural El Carrascal, una de las muchas que hay en el pueblo. «Hay mucho turismo y como estamos a la misma distancia de varias ciudades, hay grupos de amigos que quedan aquí», destaca. 

Ypasamos también por la serrería, donde nos recibe Santi de Miguel, «medio de Casarejos y medio de Vadillo» que vive ahora en Navaleno. Este lugar abrió en los años 90 y tiene actualmente cinco trabajadores que trabajan la madera de la zona de la falda del Urbión, la de Pino Soria, para hacer estructuras. Aunque el sector está «mal» por el aumento de costes de producción, tienen clientes fijos y resisten antes las dificultades. La madera aporta beneficios al pueblo y se reparte suerte de pinos. Muy cerca está Celso de Miguel, de 90 años, que corta leña para la lumbre y que rememora su pasado como trabajador en el sector de la madera.

Para despedirnos una bonita historia:  Pedro Bascones ha regresado a visitar su pueblo con su familia desde Venezuela, algo que tuvo que posponer por la pandemia. Es, verdaderamente, un momento muy emotivo.