José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


A río revuelto...

03/04/2022

Daños colaterales son los efectos no previstos en una acción que, en apariencia, tiene unos objetivos bien definidos. Para declarar una guerra y justificarla ante la comunidad internacional y sobre todo ante los propios ciudadanos del país que la provoca, hace falta los que los romanos llamaban un casus belli. Para entendernos, una justificación, que por cierto apesta a coartada, en el caso del conflicto iniciado por Putin. Genocidio ucraniano en los territorios prorrusos. Pues vale. Si el 60% de los paisanos del artero ex-espía de la KGB se lo creen, con su pan se lo coman. Lo que solemos llamar daños colaterales suelen ser no deseados por los implicados en la conflagración pero, visto lo visto, empiezo a pensar que podría ser un objetivo premeditado. Y lo que es peor, no sólo por la parte detonante de la guerra, sino por el resto de los actores del conflicto.
Démosle la vuelta a la tortilla y pensemos lo que está ocurriendo para llegar a los orígenes de esta guerra. Empecemos por preguntarnos quién está ganando o quien podría hacerlo. Desde luego ni los ciudadanos rusos, ni los ucranianos o los del resto de países afectados por los desgarros de la economía derivados de la guerra. Se forran, de manera obscena, las energéticas, las armamentísticas, -quizá las más evidentes-, pero también quienes tienen posibilidad de acumular y distribuir de manera arbitraria los bienes de consumo básicos y por supuesto al precio que les dé la santa gana. Vaciar los lineales del súper es la mejor estrategia para vender más tras subir el precio. El colectivo ovino al que pertenecemos, se asusta y se lleva todo lo que puede por si acaso. El jefe ordena reponer pero no demasiado y sólo queda esperar al siguiente incauto consumidor y acojonarlo.
Pero entre los daños colaterales destacan los referidos al retroceso de las sociedades civilizadas, esas que avanzan en tiempos de paz hacia la igualdad, la defensa del medio ambiente, el desarme o la cultura. Veamos. Vuelve el rearme internacional, una nueva etapa de la Guerra Fría, se mira de nuevo a la obtención de gas mediante el agresivo y demoledor sistema del fracking. Recuerden que en Soria hubo interés en explotar varios yacimientos. Las nucleares vuelven a estar sobre la mesa y, por si fuera poco crece más aún, el interés de los gobiernos en controlar a cada ciudadano a través de las redes y todos los sistemas informáticos que superan incluso las previsiones de la novela 1984 de Georges Orwell, que sinceramente recomiendo y que escribió en el año 49 del siglo pasado. Su Gran Hermano hace tiempo que está entre nosotros y no sólo en estúpidos programas televisivos, sino de verdad.