Danzas y paloteo en la sangre

A.P.L.
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'El Día de Soria' acompaña a la familia Torres García en la preparación para la festividad de Las Candelas y San Blas de un danzante, un bobo y un bandera. Emoción y nervios a partes iguales en el regreso de la fiesta

Danzas y paloteo en la sangre - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Es la mañana del día de San Blas y luce el sol aunque aún hay restos de escarcha en los coches. Los sones de gaitas ya empiezan a escucharse en las calles de San Leonardo de Yagüe, donde se ha decidido recuperar la fiesta y las tradicionales danzas del paloteo. En casa de Miguel Ángel García y María Luisa Sala desde las diez de la mañana ya hay mucho trajín, porque allí se preparan varios protagonistas del festejo: el danzante Antonio Torres (40 años), su yerno; el bandera Miguel Torres (12 años), su nieto e hijo de éste; y el bobo Sergio García (20 años), otro de sus nietos. El vestuario tiene que estar listo, bien limpio y planchado para este día, comenta Esther, la mujer del danzante, que también lucirá el traje de piñorra en esta jornada festiva. Y Fernando, el más pequeño de la casa, llevará el mismo atuendo que su hermano.

Antonio comienza a explicar a El Día de Soria los distintos cargos que hay en el grupo de las danzas. Además de los ocho danzantes, está el director, dos bobos, dos banderas, dos gaiteros, un tamboril y un acordeón. «Yo empecé de bobo en el 2022 y en 2020 heredé el palo de danzante de César Miguel, que lo dejó porque vivía fuera y no podía acudir a los ensayos. Su padre también lo fue durante muchos años. Entre los dos, unos 50», explica. En la familia ha habido otros danzantes, como Gerardo Pinar, cuyo palo lleva un primo.

«Es algo que hemos vivido desde niños, yendo a las danzas para intentar verlo de cerca. Y son unas fiestas muy especiales, porque son más de tradición, diferentes a las de verano. Las danzas se viven siempre con mucha emoción», apunta sobre lo que para ellos supone poder participar en el popular paloteo. Recuerda su primer ensayo, «al principio lo ves muy difícil, pero luego lo vas cogiendo. Por ejemplo, este año que llevábamos tiempo sin danzar porque se suspendió por la pandemia, llegas al ensayo pensando que no lo vas a recordar, pero cuando empieza a sonar la gaita te vas acordando. El ritmo es seguir la velocidad de las gaitas e irlas cantando por dentro para seguir con los palos».

Danzas y paloteo en la sangreDanzas y paloteo en la sangre - Foto: Eugenio Gutierrez MartinezDe un danzante a otro se pasan los palos, el pantalón rojo, la chaqueta de flores bordada, la camisa blanca, la faja roja con el escudo de San Leonardo, la capa negra, las medias blancas, el pañuelo rojo e incluso los zapatos, «cuando son del mismo número». «Más que nervios hay muchas ganas, porque el año pasado fue duro no poder danzar. Este año hemos decidido llevar mascarillas (con la imagen de San Blas), aunque cueste respirar un poco», comenta mostrando la suya. Son en total 11 danzas, ocho de palo y tres de palo y coberteras. Los ensayos comenzaron 15 días antes de la celebración.

el zurriagazo. Es el turno de Sergio, quien explica que su misión como bobo es «asistir a los danzantes. Repartir palos y coberteras y si se rompe uno darles uno nuevo, recoger las castañuelas…». «Me gusta y desde pequeño he estado ahí metido. Me gustan más estas fiestas que las de verano», confiesa mostrando su atuendo, con pantalón y chaqueta bicolor, pañuelo, zapatos y zurriago. «Cuando se hacen las ofrendas, las autoridades echan dinero al cestillo del cura y a la boina, que antes era siempre la del director. Luego se hace un reparto de monedas y siempre sobra una. Entonces, un bobo se agacha para cogerla y el otro le propina dos zurriagazos. Luego se echa una bendición», detalla recordando que la primera vez que lo hizo se olvidó este último paso y aún hoy se lo recuerdan. Además, esta semana se le salió el hombro, así que tenía que dar el zurriagazo despacio a su compañero. En cuanto a Sergio, hay que señalar que es uno de esos jóvenes a los que nadie les mueve de su pueblo y después de estudiar regresan para trabajar, en su caso en la empresa familiar.

Miguel lleva uno de los estandartes con escudos de la localidad y de Soria y que fue donado por la Diputación, pero él a su modo dice que su misión es «estar ahí». Él lleva traje de piñorro, con pañuelo morado en la cabeza, medias, zapatos, pantalón, chaleco y camisa. Permanece de pie durante las danzas y ya quiere ser uno de ellos cuando sea mayor. Por ahora, intenta aprender los bailes en los ensayos. «En el de la víspera suele haber bastante gente», añade su padre, y este año se ha optado por hacerlos en la iglesia en vez de en los salones parroquiales por la pandemia. También el día de antes hay comedia en el teatro de la localidad, en la que colabora la familia, aunque por la situación sanitaria no hubo lleno como otros años. Tampoco ha habido en fiestas el bacalao, ni el vino español,  ni el café de San Blas…, pero lo importante es ir recuperando las fiestas y tradiciones.

Danzas y paloteo en la sangreDanzas y paloteo en la sangre - Foto: Eugenio Gutierrez MartinezNo pueden faltar en este día las pastas, los sobadillos y el moscatel, que la familia nos ofrece. Los abuelos muestran orgullosos imágenes antiguas en las Candelas y San Blas y Antonio relata alguna anécdota. «El primer día fui un poco mal vestido», pero Esther le corrige recordando que él, que es electricista, y el alguacil, tuvieron que reparar una avería justo antes de las danzas y a mitad del baile «se caían los pantalones». Una familia con raíces y muy participativa, que en las fiestas de la Magdalena integran peñas como Escojón y La locura.

Una vez listos, se dirigen a la plaza, donde se irán reuniendo con el resto del grupo y las autoridades. Llegan los otros danzantes que, en orden de antigüedad son: Pedro Rupérez, Mariano Sanz, Alejandro Alonso, Ricardo León, Rodrigo Elvira, Miguel Fernández, Eduardo León y Antonio Torres. Algunos de ellos recuerdan los deberes de los danzantes, redactados hace años y bastante curiosos, como enseñar al que se quede en su lugar, no beber alcohol e invitar a un Bíter cuando haya una nueva incorporación al grupo. Miguel también recuerda un año que nevó tanto que un tractor tuvo que abrir camino en la procesión a la comitiva. La alcaldesa, Belinda Peñalba, se muestra satisfecha por haber retomado la tradición.

Y a la plaza también llega el director, Pedro Martín, que tiene en su cabeza toda la información de la tradición. «Tenemos conocimiento de las danzas desde que hay documentos en el Ayuntamiento, porque hubo un incendio en torno a 1520 y después volvió a quemarse. Calculamos que tendrán más de mil años, porque las tres últimas que bailamos de cobertera (simula el escudo y los palos la espada) son guerreras y celtas, en su tiempo serían los soldados. Las otras son religiosas», expone el experto. Las danzas se perdieron a principios del siglo XX, por la emigración argentina, y Felipe de Leonardo 'El Purea' preguntó a dos personas mayores que en su día habían sido danzantes y seleccionaron ocho personas del pueblo para recuperarlas, sacando seis danzas en 1927 y al año siguiente once. 

El padre de Pedro, José Martín de Leonardo, se incorporó al grupo por esa época y estuvo 36 años hasta que su hijo cogió el palo con 16 años y durante 50, ya que Antonio ha bailado hasta los 66 (fue también bobo desde los 9 años). «Entre los dos 88 años», subraya. El relevo se hace con gente que esté comprometida con el pueblo, con futuro en San Leonardo. «Lo que más cuesta es enseñar, más que hacerlas cada año», comenta con ilusión por recuperar la tradición en 2022.

Respecto a los trajes, los que se recuperaron en su día ya no los llevan, porque se fueron renovando. Sobre el origen pastoril y religioso recuerda que el día de San Marcos se hacían otros bailes en la ermita de la Virgen de la Vega para tener buena cosecha (hay canciones de viñas y campos) y el Día de San Blas se danzaban los otros. Pero con el tiempo se decidió unificar los bailes, en torno al 1500, cuando llegó el marqués. El motivo fue que los danzantes eran carreteros y no llegaban a tiempo para San Marcos, por lo que se pasaron a los días 2 y 3 de febrero, fiestas de San Blas y las Candelas. El Duque de Alba (obtuvo el dominio de la zona de Felipe V por ser su capitán general) cambió los trajes a señoriales y dominaba todas las tierras alrededor desde el castillo. Hay documentos de esa época en el Archivo de Simancas.

Poco antes de las doce y media, los asistentes se dirigen a la iglesia para dar comienzo a la misa en honor a San Blas y las danzas, con Antonio, Sergio y Miguel como protagonistas. Este año un pequeño percance lo retrasa pero lo importante es que las fiestas regresan y San Leonardo abre camino en la vuelta a la normalidad, como las Matanzas del Virrey y la Feria de la Trufa.