Apuesta por la escuela rural

Ana I. Pérez Marina
-

El Centro Rural Agrupado (CRA) Campos de Gómara cuenta este curso con 36 alumnos repartidos en cuatro colegios, lo que facilita la adaptación a las directrices de la normativa COVID

Apuesta por la escuela rural - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Marco es el primero en llegar a la puerta de la escuela, acompañado por su madre, Esther. Tiene cinco años y es el único chico del colegio de Serón de Nágima. Su maestra, Noelia Santamaría, les espera a la entrada. No tarda en llegar, Lina, de cuatro años, la más pequeña. Y un par de minutos después lo hacen las hermanas Amina, de cinco años, y Asmaa, de diez, la mayor de este ‘grupo estable de convivencia’ y la única que está obligada a llevar mascarilla. Es la escuela unitaria con menos alumnos de la provincia de Soria, aunque no por ello está exenta de aplicar del mismo protocolo COVID que cualquier otro centro, sea cual sea su tamaño. 

Es el tercer año para Noelia Santamaría como maestra, el primero que está en un aula unitaria. «Son tres alumnos de Infantil, una de cuatro años y dos de cinco, y una niña de quinto de Primaria. Las medidas del COVID se manejan bastante bien, es un centro espacioso, son tres aulas, usamos una y hay distancia de sobra», explica. No obstante, ha habido que adecuar las instalaciones a las directrices sanitarias y de seguridad. Entre otras cuestiones, se ha habilitado una sala solo para reuniones con padres, con mamparas, y se ha procedido a la correspondiente señalización. La primera tarea de la maestra es tomar la temperatura a sus cuatro alumnos antes de acceder al centro, y disponen de los correspondientes dispensadores de gel hidroalcohólico.

Una de las ventajas de esta escuela unitaria es que cada uno de los tres niños de Infantil tiene su espacio propio con sus juguetes y su material, no tienen ninguna necesidad de compartir. Estos días, los pequeños están inmersos en el conocimiento del cuerpo humano, mientras que la mayor, Asmaa aborda el temario de las diferentes disciplinas que contempla el curriculum de su curso. El hecho de que no haya habido clase presencial desde hace más de medio año obliga a repasar algunos contenidos del anterior curso, en todos los niveles. «Con los pequeños no he empezado con las minúsculas, se les han olvidado cosas del año pasado. Asmaa sí tuvo tutorías con la profesora del año pasado y eso se nota», cuenta Noelia Santamaría.

La escuela de Serón de Nágima estuvo años cerrada, recuerda Esther, la madre de Marco, que trabaja en el hostal Castilla. Ella tiene 41 años y rememora sus tiempos en el colegio del pueblo cuando había varias clases con una treintena de alumnos en todo el centro. Con los escolares de Infantil está asegurado su mantenimiento durante unos años, teniendo en cuenta que el mínimo es de tres alumnos, aunque el relevo está comprometido más adelante, ya que, por ahora, no hay menores de tres años en Serón de Nágima. Sí residen en el pueblo media docena de alumnos de Secundaria, uno de ellos hermano de Amina y Asmaa, que a diario se desplazan al Instituto de Almazán.

en el cra. La escuela de Serón de Nágima forma parte del Centro Rural Agrupado (CRA) Campos de Gómara, integrado asimismo por el colegio de Deza, que ha reabierto sus puertas este curso con cinco niños después de tres años clausurado, el de Borobia, con nueve estudiantes, y el de Gómara, que cuenta con dos aulas de nueve escolares cada una, para Infantil, primero y segundo de Primaria, y para el resto de los cursos de Educación Primaria.

Jaime Pérez es el director del CRA Campos de Gómara, que «en dispersión es el más grande» de la provincia de Soria, teniendo en cuenta que Gómara se halla a16 kilómetros de Serón de Nágima, a 27 de Deza y a 36 de Borobia. «Hemos tenido que implantar lo que marca el protocolo, pero en los colegios pequeños se organiza mucho más rápido que en los grandes», relata respecto a este curso marcado por la pandemia.

Al igual que en la escuela de Serón de Nágima, en el colegio de Borobia se ha habilitado un aula solo para padres, con acceso diferenciado e independiente a la entrada de alumnos y de personal del centro. En total son 11 profesores los que imparten clase a los 36 alumnos del CRA Campos de Gómara repartidos en las cinco unidades. Los docentes de Educación Física, Inglés, Música y Artes, Religión y dos maestras de Pedagogía Terapéutica (PT) y Audición y Lenguaje (AL) rotan por los cuatro centros.

En el caso del colegio de Borobia, los alumnos de las dos aulas estables de convivencia, evidentemente, tampoco comparten espacios en los recreos y cada grupo tiene un patio asignado. «Algunos son hermanos, pero los protocolos estipulan que las aulas no se pueden mezclar», puntualiza el director. «Al tener menos ratio de alumnos por aula es lógico que haya menos riesgo de contagio, aunque el riesgo cero no existe en ningún sitio», añade.

Jaime Pérez, vallisoletano de origen, lleva 14 años vinculado al CRA de Gómara, ya que fue el maestro de Deza durante cuatro cursos, donde estuvo residiendo, y desde hace ocho años es el director. Aunque su plaza está en el CEIP Infantes de Lara de la capital soriana, no quiere renunciar a ser maestro de pueblo, como firme defensor de la escuela rural que es. «Si hablamos tanto de la España vaciada, cuantos más servicios haya en las localidades más atractivo será para quienes quieran venir a vivir. Y se está viendo, se están comprando casas, no a nivel masivo, pero viene gente. Los servicios sanitarios y educativos son fundamentales para mantener estos pueblos», argumenta. Pone el ejemplo de Deza, que ha recuperado su escuela, en la que «hay hijos de guardias civiles que van allí al colegio, porque han visto el servicio, igual que la hija de la secretaria del Ayuntamiento».

El director alude a la enseñanza a distancia durante los meses de confinamiento y pone en valor el uso de las plataformas de Educacyl, el correo electrónico y, sobre todo, la ayuda a los niños que no tenían medios, tanto a través de la Dirección Provincial como del personal de los ayuntamientos, de los Centros de Acción Social (Ceas) y  de las entidades bancarias que se volcaron para que todos los alumnos tuvieran su material y las tareas llegaran de vuelta a los profesores. «Con el CRA de Gómara ha colaborado todo el mundo», destaca.