Relevo en peligro, fauna al acecho

H. J.
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La incorporación de jóvenes y los daños provocados por animales salvajes, tanto a las explotaciones gracias como a los cultivos o en las carreteras, son otros de los múltiples problemas a los que se enfrenta el sector

Los incentivos para poner en marcha nuevas explotaciones (en la imagen, una granja de pavos) necesitan certidumbre para garantizar su continuidad. - Foto: Jesús J. Matías

Los incentivos públicos y las tradiciones familiares se unen en el goteo constante de incorporaciones a la actividad agraria que el campo castellano y leonés está viviendo a lo largo de los últimos años. En torno a un millar cada año se suman a las tareas agrícolas y ganaderas y, aunque el dato no es suficiente para cubrir las jubilaciones, garantiza que las tierras seguirán cultivándose. Estarán cada vez en manos de menos personas, pues la búsqueda de la rentabilidad obliga a acaparar decenas o cientos de hectáreas, pero continuarán teniendo un peso importante en el arraigo rural.

Dice José Manuel Palacín, de la UCCL, que «por suerte o por desgracia, fuera del sector agroalimentario aquí no tenemos tanta industria así que dependemos en buena medida del sector primario y así seguirá siendo durante un tiempo porque esto no se cambia de la noche a la mañana». Sea como fuere, hay que ofrecer a esos jóvenes certidumbre y seguridad para que den el paso y se embarquen en cuantiosísimas inversiones en maquinaria o instalaciones.

Seguridad es la que precisamente echa en falta Aurelio González, de UPA, en cuanto al control de la fauna salvaje. «Tenemos graves problemas de daños en la ganadería con los lobos», recuerda. La protección de este animal icónico, que llegó a estar en peligro de extinción pero que ha logrado revivir poderosamente, sobre todo al norte del Duero, es una de las polémicas recurrentes que enfrenta a conservacionistas y a ganaderos, pues estos últimos sufren sus ataques.

 Pero también padece la agricultura con la proliferación de ciervos,  jabalíes, corzos o conejos, «porque todos los bichos comen lo que producimos y eso hay que evitarlo con un control poblacional de las especies», apunta González.

Por no hablar del riesgo de accidentes que provocan en las carreteras y que solo en 2020 dejaron alrededor de 10.000 siniestros en toda la comunidad. «Es un peligro no solo para los que viven en los pueblos, sino también para quienes se desplazan hasta ellos a diario para proporcionar servicios. Estamos ante un problema grave y se debe controlar».