Hay un museo en Dubrovnik sobre la vida cotidiana en la antigua Yugoslavia que te enseña el hogar de una familia croata de los años 50?60 del siglo XX; lo mejor es que puedes husmear en la nevera, abrir armarios y cajones o sentarte a hacer los deberes en la mesa de los niños. Hay libros y periódicos,como ese de la noticia del año de 1966 cuando Miss Yugoslavia quedó 2° en el concurso de Miss Mundo… Lo que venía a demostrar que se podía ser comunista y guapa ¡en plena Guerra Fría! Postales, banderines y hasta los bonos de estancias de 15 días en un balneario para los trabajadores que, al final, dejaron de ir porque no querían pasar sus vacaciones con los mismos compañeros que veían a diario. También, explican cómo llegó al poder el Partido Comunista bajo el mando de Tito tras la Segunda Guerra Mundial y cómo se distanció de Stalin para encabezar el grupo de Países No Alineados. No faltan los servicios secretos yugoslavos y sus métodos expeditivos para terminar con la disidencia así como un recuento de víctimas. Y, al final, te puedes hacer una foto trucada con Tito, su mujer y Sofía Loren en un descapotable.
Y yo, en ese punto, eché mucho de menos un museo así del franquismo en España porque querría decir que, al fin, nos habríamos reconciliado entre nosotros y con la Historia. Un museo con los platos de Duralex, el trozo de Lagarto y el estropajo de esparto; la Turmix y la radio sobre el mueble bar abatible con espejo;la mesa camilla con brasero debajo;el sofá de eskay y la mesa de formica; la Demostración Sindical del 1 de mayo y los libros de Formación del Espíritu Nacional; las huchas del Domund con cabezas de negritos y los campamentos de la OJE. Pero también el golpe de estado de 1936, la Guerra Civil, la represión y el exilio de los desafectos al Régimen y las miles de víctimas del franquismo que aún yacen en las cunetas. Y, al final, derecho a foto trucada con Franco y 'la Collares' saliendo del Valle de los Caídos bajo palio.