Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Autoeficacia

11/03/2023

Acabamos de celebrar un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. La efeméride, que este año dedicaba Naciones Unidas a la necesidad de que el mundo digital sea más inclusivo para favorecer la igualdad de género, puede analizarse desde muchas perspectivas. La primera que cruza mi pensamiento es qué cambio ha sufrido la propia reivindicación; de resultar una reunión de un grupo mínimo de mujeres que pasaba casi desapercibido a convertirse en un acto multitudinario de protesta por una situación que está muy lejos de ser igualitaria pero en la que, qué duda cabe, se han dado pasos gigantescos, al menos a este lado del mundo. Este avance significativo del feminismo también provoca reacciones contrarias, pero no debemos perder la perspectiva. Se ha avanzado y mucho, lo que no significa que esté todo hecho, ni mucho menos, pero se ha evidenciado la desigualdad y se ha normalizado la necesidad de atajarla. Y eso, hace escasos años, era impensable. 
Otra perspectiva sería la de la Ley del 'sí es sí' y la maraña de luchas políticas y electorales que entraña y que impiden ver con claridad su utilidad al servicio de la mejora de los derechos de las mujeres. Me siento en estos momentos incapaz de analizarla desde un punto de vista holístico sin caer en los tópicos malinformados y contaminados por un debate que se aleja del objetivo y que se despeña en la alharaca en la que en los últimos años cae toda acción política en este país. 
Pero sí hay algo que me llama poderosamente la atención con respecto al recorrido hacia la igualdad, una lucha en la que estamos todas las personas de bien (léase la ironía), es lo que en términos psicológicos y pedagógicos se denomina autoeficacia percibida, que hace referencia a las creencias de las personas acerca de sus propias capacidades para aprender o superar retos. Numerosos estudios científicos señalan que las niñas, teniendo las mimas capacidades que los niños para aprender matemáticas, perciben desde edades muy tempranas que no son tan buenas y tienen más ansiedad a la hora de enfrentarse a un examen en esta materia, por lo que van generando la idea de rechazo y de que ellos son mejores. Y esto ocurre, al parecer, desde los primeros cursos de Primaria. Otros estudios relacionados hablan de la responsabilidad que las niñas sienten ante una situación que ellas mismas no han generado, y, sin embargo, sienten como suya. Recuerdo haber visto un reportaje al respecto en el que dejaban a niños y niñas, por turnos, con una muñeca a la que se le soltaba el brazo. Todas las niñas, sin excepción, sentían haber sido las responsables de este bracito roto y trataban con pena y llanto de recomponerlo, mientras los niños, también casi sin excepción, se desentendían del asunto, ajenos a una responsabilidad que entendían muy claramente que no era suya. 
Me pregunto en qué momento las niñas dejan de creer en sus capacidades, dejan de pensar que pueden ser astronautas o ingenieras, dejan de idear un futuro elegido para conformarse con uno menos ambicioso; hasta qué punto los padres, los profesores, los medios de comunicación, el sistema educativo, el entorno menoscaba la percepción que las niñas tienen de sí mismas y lo sustituye por un sentimiento constante de culpa y responsabilidades ajenas que lastran su potencialidad. Todos y todas deberíamos reflexionar sobre ello, porque esta circunstancia que ya puede verse en las edades más tempranas se traduce en desigualdad impuesta o autoimpuesta en el futuro y así es imposible romper el círculo.