"El reto es devolver el hospital a lo que era"

Ana I. Pérez
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Está al frente de un servicio con trece médico y cinco residentes. Asumió la reorganización de las plantas para contar con camas para la avalancha de pacientes infectados por el SARS-CoV-2 y con los recursos materiales y humanos necesarios

"El reto es devolver el hospital a lo que era" - Foto: Eugenio Gutierrez M

Han pasado catorce meses pandémicos. Poco o mucho tiempo, depende de cómo se mire. Parece que ha transcurrido un siglo desde que el hospital Santa Bárbara se transformó por completo para dar cabida a las decenas de pacientes que llegaban infectados por el SARS-CoV-2, ese coronavirus que se infravaloró cuando empezó a hacerse visible y que nos ha puesto la vida del revés. Medicina Interna, antes del COVID, gestionaba unas 150 camas y en pocos días tuvo que ocuparse casi del doble. La coordinadora del servicio, Marta León, repasa aquellas primeras semanas críticas de la pandemia en Soria y cómo Medicina Interna se ha ido adaptando a las circunstancias según se han ido presentando. «Es un cúmulo de sentimientos encontrados. Hemos trabajado mucho, pero era nuestro deber. Y lo volveríamos hacer», subraya. Cree que cuando hayan pasado  unos diez-quince días del fin del estado de alarma, la incidencia de ese momento nos dirá cómo podremos pasar, al menos, este verano. 

El primer caso confirmado de COVID-19 en Soria llega el 11 de marzo, con anterioridad el 28 de febrero llega el primer caso sospechoso. ¿Cómo recuerda esos días?

Crees que Soria es diferente y se ha comportado así, pero no por lo poco, si no por lo mucho, porque hemos tenido una incidencia altísima. Tenía mucha confianza en el equipo, eso siempre, y es lo que nos ha ayudado a seguir. El 8 de marzo, cuando ya estábamos teniendo casos sospechosos, llamé a una compañera internista del hospital Gómez Ulla para preguntarle qué estaban haciendo y ya me dijo que el lopinavir y ritonavir [Kaletra] no servía para nada, que ponían dosis de hidroxicloroquina, corticoides en megabolos en tiempos muy cortos y, si hacía falta, interferón. Y así empezamos a trabajar, con la base de esa experiencia de Madrid. Empezamos también con los anticuerpos monoclonales, incorporamos al Servicio de Farmacia en las sesiones de Medicina Interna... venía todo rodado. Y, personalmente, tuve la sensación de abandono de mi familia. Mi mayor preocupación era que hubiera camas, camas... para todos los pacientes.

En unos días se duplicó el número de camas que habitualmente gestionan en Medicina Interna.

Entre el Santa Bárbara y el Mirón llegamos a tener diez plantas, con la 3ªB de cuidados intermedios que se abrió en abril con la ayuda de los cardiólogos de Salamanca. Los pacientes más jóvenes, candidatos a UCI, que necesitaban más vigilancia iban directamente ahí. En la planta de ‘confort’ hubo abuelitos que fallecieron, pero fueron más los que se fueron de alta.

Mi idea inicial era mantener al hospital Virgen del Mirón limpio de COVID y cuando hicimos allí el primer cribado en la planta los trajimos aquí, porque había muchas áreas vacías, por eso hemos podido crecer. Vimos que el coronavirus había dominado todo y ya los dejamos allí, con el hándicap de que la edad media de los médicos es mucho más alta que en la plantilla de aquí, por lo tanto son de riesgo y había que protegerlos.

¿Qué supuso la puesta en marcha de la Unidad de Semicríticos?

Supuso otra adaptación a un nuevo modo de trabajo, empezó con internistas, neumólogos y un cardiólogo, porque funcionaba a parte, se hacía una guardia específica para la unidad. Fue una vía de escape, los pacientes graves estaban ahí con una atención especial y los que salían de la UCI también iban allí. Fue encapsular lo más grave, si esos pacientes estaban controlados, el resto, también.

Hablamos de reestructurar el hospital, habilitar plantas COVID... ¿pero cómo fue reorganizar al personal?

Pues bastante fácil, la verdad. Cuando tú pides algo a la Dirección, por lo general, no te lo dan, y tenían que trasladar lo que necesitábamos y en el coronavirus valía todo: material, alto flujo, planta, personal... Y a la gente le pedías un poquito más y te lo daban. Pedí ayuda a los quirúrgicos y les dije que el Servicio de Medicina Interna era finito y como tenían menos trabajo se unieron a nosotros. Nadie se negó. Hablas con compañeros que se incorporaron a este servicio y te dicen que gracias a que se sumaron porque estaban en la consulta sin hacer nada, así han tenido la sensación de que son válidos y útiles por formar parte de todo lo que ha pasado. 

¿Hubiera sido posible salir del embudo sin la ayuda de los cardiólogos de Salamanca, del SAMUR y de las unidades del Ejército?

Creo que no. No vinieron a salvarnos la vida, vinieron a ayudar y ayudaron muchísimo. Sobre todo hicieron un cribado en las residencias de ancianos, el SAMUR se fue allí con sus medios y sus profesionales. Vinieron en un momento a darnos oxígeno y a evitar el colapso del hospital, se evitaron muchísimos ingresos. A partir de ahí empieza COVID Residencias, nosotros mismos generamos la necesidad y se abastece la demanda, fue otra herramienta que vino fenomenal. A muchos pacientes se les trató en su residencia y nunca negamos que nadie viniera al hospital. Por ejemplo, en el brote de la residencia de Torralba del Moral, en agosto, se ingresó a un montón de abuelos.

Pero se ha hablado más de contención de pacientes en las residencias en la primera ola, no después...

Sí, pero en Los Royales, por ejemplo, la gestión fue extraordinaria. A mí también me daba muchísimo miedo lo que podía pasar en la prisión porque no había médico y tuvimos una reunión con las tres enfermeras para ver qué tenían que hacer, cómo tenían que observar, medir, tratar... Lo que nos había funcionado en el hospital tratábamos de aplicarlo fuera.

¿Qué errores cree que se cometieron y podrían haberse evitado?

Es que se trabajaba sobre la marcha. Para mí un error fue cerrar las consultas de Atención Primaria. Y también no estar preparados para algo así. Cuando el ébola, sin que tuviera aquí incidencia, se dieron cursos de formación con mucha antelación, en cambio los de coronavirus los hicimos cuando ya teníamos aquí esto encima, nos aglomeramos en salas como esta y el virus ya estaba circulando. No nos supimos anticipar. O las elecciones sindicales en la primera semana de marzo fueron un error, se contagió mucha gente. O no llevar mascarilla desde el principio, porque aunque no nos lo decía ningún protocolo, aún sabiendo que era la forma de protegernos, no lo hicimos. Por eso siempre digo que hemos aprendido a proteger y a protegernos.

Seguimos escuchando que la COVID es una enfermedad desconocida, ¿pero qué se ha aprendido sobre el virus en todo este tiempo y qué queda por descubrir?

Lo que más disperso queda todavía son las secuelas, ha pasado poco tiempo y no sabemos el alcance que va a tener esto. Llama la atención la neumonía, la insuficiencia respiratoria, pero el coronavirus tiene muchas otras caras de la enfermedad tromboembólica, del sistema nervioso central -como cualquier otro virus- con encefalitis, parálisis, con el síndrome de Guillain-Barré... tiene muchas aristas.

En cuanto al tratamiento, hemos ido incorporando protocolos y fármacos como los anticuerpos monoclonales, el ‘anakinra’ que se usa en reumatología... y los hemos aprendido a poner y a utilizar, aún no sabemos si son efectivos, hay resultados preliminares que te dicen que sí son efectivos en pacientes que ingresan con requerimientos de oxígeno por debajo del 94% de saturación, incluso que acortan la estancia en el hospital y disminuyen las complicaciones, pero no lo sabemos con la certeza a la que estamos acostumbrados a trabajar.Hemos aprendido a adaptarnos, de estar haciendo sota, caballo y rey, a tener ese orgullo de internista, porque la Medicina Interna es una especialidad que no se sabe muy lo que hace y aquí estamos ahora. Medicina Interna ha demostrado que es una especialidad que tiene mucho que decir. Yen un hospital como este, más, porque siempre llevamos el 80% del ingreso, pero parece que solo importan las listas de espera, las cirugías... y donde se bate el cobre a diario es en la cama del paciente.

¿Ya está en marcha la consulta multidisciplinar de seguimiento de los pacientes postCOVID?

Sí, ha empezado dentro de la Consulta de Medicina Interna. Lo que más estamos viendo es astenia, cansancio, cansancio...te dicen, muy prolongado, es el COVID persistente.

Cuando iniciamos la consulta de revisión hablamos de establecer un protocolo de actuación, pero para qué, si es que no tenemos nada que aportar, a día de hoy no sabemos qué terapias pueden favorecer a los pacientes. Estamos acostumbrados a trabajar en el método científico y ahora hay tratamientos que funcionan en unos pacientes y en otros, no.

¿Puede decirse que existe el COVID persistente como tal?

Sí, sí. Tenemos pacientes que fueron positivos en la primera ola de marzo y siguen con la sensación del neopreno, te lo describen así, y el cansancio. Hay pacientes que no han requerido ingreso hospitalario y siguen teniendo secuelas. Por eso no te garantiza que te vaya bien o mal la forma de presentación inicial. Creo, por lo que hemos visto, que los pacientes con un cuadro gastrointestinal, con mucha diarrea, al final no se ponen malos, no llegan a la neumonía. Igual que ves el perfil del paciente obeso, hipertenso y diabético que son carne de cañón. Cuando ya ves estos pacientes así, que al principio teníamos dudas, lo que haces es tratar rápido para que no se complique. La tercera vez  empezamos a poner tocilizumab, a unos treinta y tantos y de esos no se falleció ninguno ni los trasladamos a la UCI. Ahí el perfil ya había cambiado mucho y ahora, después de la vacuna, también.

Hemos tenido también niños con COVID ingresados, no porque se pusieran malos por el virus, sino porque venían con otra cosa y luego daban positivo.

¿Puede llegar a ser una enfermedad crónica?

Sí, porque los pacientes que tengan una fibrosis pulmonar provocada por el coronavirus ya es una enfermedad crónica, no hay vuelta atrás. Hay penfermos COVID que se van a quedar crónicos con lesiones pulmonares.

¿Cómo ha evolucionado el perfil del paciente?

El paciente de la primera ola había estado bastantes días en casa y cuando no podía más porque se ahogaba, entonces venía la hospital y llegaba muy justo. El de la segunda ola es el paciente del brote del pueblo, como eran pocos y estaban alertados, en cuanto se notaban cualquier cosa se venían al hospital. Ahí se ingresaba a casi todos los positivos que tenían riesgo, porque no había presión asistencial. Dependiendo de dónde hubiera sido el brote, si era en una residencia, pues mayores, si era en Valdeavellano de Tera con la residencia de psiquiatría, pues gente más joven. O en la primera ola, con el brote del CAMP-CO Ángel de la Guarda, tuvimos jóvenes ingresados. Los pacientes de la tercera ola son más jóvenes, los que se reunieron en Navidades. Nada más pasar Reyes, empezaron los ingresos, ¿qué vino después? Pues, cuando empiezan las clases, los padres de los niños que habían sido positivos. Entonces ingresa algún abuelo, pero sobre todo, personas de cuarenta y tantos, cincuenta y tantos años... En febrero, tuvimos a siete u ocho pacientes de Borobia... Ya después, los que ingresan ahora, por encima de 80 años son poquitos, porque ya están vacunados, y suelen ser personas en activo.

Está la cara B del coronavirus, esas patologías que no se atendieron a tiempo porque prácticamente se veían solo pacientes COVID y lo más urgente. En este sentido, ¿con qué se han encontrado?

Los oncólogos han seguido trabajando igual, con su hospital de día, con los mismos pacientes, y esos médicos entraron en la atención COVID para que no se infectaran y proteger a sus pacientes. Nosotros también hemos mantenido consultas médicas: Cardiología, Endocrinología, Neurología... Probablemente, estén más afectados los quirúrgicos, que son los que en realidad bajaron su actividad. 

Ahí están las cifras de hospitalización: tenemos 66 pacientes en total ingresados y eso es poquísimo [al inicio de semana]. Es verdad que en mayo siempre baja la carga asistencial, pero ahora no hay más enfermedad a lo que había antes del COVID.

¿Hay miedo por lo que pueda pasar con la cepa india o con otras mutaciones del virus para las que no sirva la vacuna?

No, miedo, no. Estamos hartos de que nos manipulen y de que no hable un técnico de esto, eso se echa de menos. Nosotros estamos centrados en trabajar, trabajar y trabajar, hacerlo lo mejor que podemos, pero las decisiones que se han tomado a nivel político, muchas veces, ni te las crees. Los científicos y los médicos estamos a favor de la vacunación. Estaremos preparados para lo que venga y se ha demostrado que ninguna cepa ha sido más virulenta, son más contagiosas, pero no más mortales. La cepa india, dentro de los grados, incluso es menos virulenta que la británica.

A partir de ahora, ¿cuáles son los retos de Medicina Interna?

El reto es devolver el hospital a lo que  era, esto es importante, e incorporar a alguien a la plantilla, porque con más soldados ganaremos más fácil la guerra. Ahora ya sabemos que esto puede cambiar y puede venir cualquier otro ‘bicho’ que no sea un coronavirus. El ébola o la gripe aviar pululaban por aquí pero no los vimos, pero esto nos ha llegado y la pandemia ha igualado al mundo, da igual que estés en África o en Soria.

Uno de los reto es revisar a los pacientes postCOVID en esa consulta de seguimiento, aportarles algo, que sepamos qué podemos hacer por ellos. Otro reto es que podamos descansar, no sabemos aún cuándo vamos a poder disfrutar de las vacaciones, en todos los servicios. No perder la cabeza, evidentemente, o ayudarnos entre nosotros.

Vamos a incorporar la Unidad de Ictus, hay que darle otra vuelta a la Unidad de Semicríticos porque se ha hecho con el coronavirus, pero a algo a largo plazo hay que sacarle rentabilidad y que los pacientes con determinadas patologías, que hasta ahora están en la planta, puedan estar más atendidos (coronarios, isquémicos, insuficiencias respiratorias...). A la Unidad de Semicríticos hay que darle hueco y utilidad. Funcionó dos meses en la 3ªB, luego pasó a la 6ªB que supuso hacer cambios y obras en una planta de las nuevas, adaptarla, y tenemos que ponerla en valor.

Entre los retos es muy importante que no se nos vayan los profesionales que están. Hay que ser capaz de agradecer todo lo que hemos hecho, la gente se tiene que saber muy reconocida, aunque no hayamos hecho nada que no tuviéramos que hacer, pero todo el hospital ha hecho una labor extraordinaria, desde que entra un paciente por la puerta. 

¿Hay proyectos de investigación en marcha vinculados a la COVID?

Nosotros entramos en el grupo de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) en el Registro SEMI-COVID-19, hay artículos que están ahí publicados, como el de una compañera internista que luego se fue al Miguel Servert, sobre el primer Guillain-Barré en coronavirus. Los residentes también forman parte de otro proyecto de una base COVID también en el hospital Miguel Servet (Zaragoza). La unidad de calidad del doctor José María Sierra ha hecho estudios con los pacientes de las residencias. Y hay algún proyecto de investigación en marcha con la Universidad de Valladolid. Hemos hecho alguna cosa y, cuando salgamos de esto, podremos hacer mil .