La Barriada: un estudio social y sobre la vivienda

A.P.Latorre
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El profesor universitario Jesús Bachiller y la arquitecta María Heras ultiman estos días la radiografía de este popular barrio de Soria

Un estudio social y sobre la vivienda - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

El Ayuntamiento aprobó en 2018 el Plan Especial de Urbanismo ‘La Barriada’, que se elaboró en un proceso abierto a la población que contó con la participación del Consejo Sectorial de Urbanismo. Jesús Bachiller, profesor universitario de Geografía del Campus de Soria, tuvo la oportunidad de participar y reconoce que tenía ganas de hacer un trabajo sobre urbanismo en Soria. Así que contactó con la arquitecta María Heras, dado que ella también podía aportar a esta investigación sobre transformación social y urbanística de este barrio tan popular al haber redactado el plan y conocer detalles sobre planeamiento y licencias.  

La arquitecta recuerda que el Ayuntamiento promovió el plan especial «porque hacía mucho tiempo que se estaba produciendo una transformación arquitectónica, de la fisionomía de las viviendas, bastante notable, con bastante distorsión de lo que era la imagen del barrio».Además, era una demanda de los vecinos, aunque algo «desigual», y desde hacía tiempo. Se presentó el primer borrador al Consejo Sectorial de Urbanismo, en el que se decidió iniciar un trabajo participativo que fue «de gran interés».

El urbanismo está relacionado con otras muchas actividades y sectores, pr lo que «el aspecto colaborativo es importante». En el estudio Jesús Bachiller aborda la transformación social y María Heras la urbanística. «Desde el punto de vista metodológico, se ha intentando que el trabajo sea referente para estudios posteriores». Todavía queda la parte final y cuando se concluya se presentará en la sede de la Asociación de Vecinos de la Barriada, que ha colaborado activamente, lo que ambos agradecen.

etapas. Se comenzó con el estudio de la población, tras seleccionar las etapas históricas para entender la evolución y los datos que se necesitaban (padrón de 1955, censo de 1960, padrón de 1996 y padrón de 2019). De ahí se desprende que 1996 marca un antes y un después «porque anteriormente no había habido grandes transformaciones ni cambios, sino una mera evolución natural». Desde mediados de los 90, es cuando por una serie de factores «hay una transformación del barrio muy interesante para hacer un seguimiento».

La arquitecta explica que cuando se decidieron las fechas ella se dedicó a cuantificar las licencias por años porque son datos relevantes que aportan información sobre la evolución del barrio. «Es la síntesis del trabajo, coordinar la evolución social con la evolución de las construcciones y la actualización de los edificios, que va ligado a lo socioeconómico», asegura. De 1960 a 1996 las licencias concedidas fueron en torno a 20 y después de esa fecha incluso hay algún año con 12, sobre un conjunto de 302 viviendas, «son cambios fundamentales».

Partiendo de que la población que comenzó habitando el barrio era muy joven, de 25 a 35 años de media, hasta los años 90 no hay cambios porque «los cabezas de familia tendrían ya de 70 a 80 años y los hijos iban saliendo de casa». Se inicia una etapa de cambios por el «reemplazo generacional», apunta Bachiller destacando que esto también lleva a la revalorización de esta zona dentro de la ciudad. Es una época en la que se conceden más licencias, sobre todas las correspondientes a la sustitución completa de inmueble.

«Los vecinos fueron haciendo mejoras menores con el tiempo anteriormente, pero muchas sin licencia y por eso no están documentadas.Cuando esto empieza a quedar documentado y empiezan a tener cierta entidad es en años posteriores», corrobora María Heras. 

Además, se ha realizado una encuesta puerta a puerta con la que se ha obtenido información «muy valiosa» sobre el estado de las viviendas. «Hay muchas que se quedaron desocupadas y siguen así; otras que ya se han vendido y tienen unos segundos ocupantes que no tienen nada que ver con las primeras familias; otras que han sido heredadas, reformadas y rehabilitadas en la manera que cada uno ha decidido y que están completamente en uso; y muy pocas en las que siguen los ocupantes iniciales», explican, apuntando que estás últimas serían en torno a un 10 por ciento. Esta encuesta ha sido un trabajo «ímprobo», al ir consultando casa por casa -fueron de 10 a 5 visitas- en otoño de 2020, en pandemia, por lo que también agradecen la colaboración de los vecinos que les abrieron las puertas para responder.

Un dato importante es que de 1960 a 1996 llegaron al barrio 17 familias nuevas. «Sin embargo, en la encuesta nos dimos cuenta de que había al menos un centenar de casas que no tenían una ocupación permanente, que se utilizaban como segunda residencia o que estaban sin arreglar por las circunstancias que fueran», explica el profesor. La arquitecta insiste en que el hecho de que no realizaran la encuesta no quiere decir que la casa estuviera desocupada, «no sabes si el que no te ha abierto la puerta la tiene como primera o segunda vivienda». Y vieron, por ejemplo, el perfil de varios hermanos que comparten vivienda para sus ratos de tiempo libre.

valores. El profesor subraya que «la gente que tiene una casa en la Barriada no debe considerarlo como tener un terreno para hacer lo que quiera». La arquitecta insiste en que ese es precisamente el espíritu para hacer un plan de protección, pero hay un debate más profundo, «el de los valores a proteger». 

«Son viviendas superbaratas y el proyecto es supersencillo, no se puede comparar con la concatedral, pero tiene su valor» y a veces se entra en conflicto precisamente porque no se valora. «Es un patrimonio de otro tipo que habla de una forma de vida, de un momento histórico y de una planificación muy ordenada y muy eficaz, cosas que no son evidentes pero que para los arquitectos tienen mucho valor», subraya haciendo referencia a un esquema de vivienda que aunque tenía una estética rural y tradicional encajaba bastante con la modernidad que se había dado en Europa con el movimiento moderno unas décadas antes. 

El arquitecto Juan Sendín hizo una vivienda mínima en 80 metros cuadrados perfectamente aprovechada y muy en sintonía con la arquitectura que se estaba haciendo un poquito antes y en ese momento, muy económica de medios y que resolvía el problema de la vivienda con lo mínimo posible. «Las plantas eran muy racionalistas porque eran viviendas sin pasillo, con el espacio perfectamente aprovechado: tres dormitorios, un baño, cocina, salón-comedor, zaguán y a mayores un corral, que no se considera jardín», apunta.

La arquitecta destaca que muchas viviendas no tienen puerta en el corral-jardín, la puerta es solo al exterior, como se establece en las nuevas viviendas. «Llama mucho la atención comparar el concepto de vivienda actual a cómo se vivía entonces», destacan los responsables del estudio. Los vecinos de siempre, sobre todo en los pareados, la relación es más cercana y se conserva. También les han contado cómo jugaban en la calle hasta altas horas de la noche en un contexto de seguridad bastante rural, porque en aquella época ni siquiera estaba integrado en la ciudad.

Bachiller recalca que el 57% de la población que vivía en el barrio en una primera etapa tenía menos de 25 años y la mayoría eran familias con varios hijos, algunas con incluso ocho. «Al barrio llegó población muy joven y familias numerosas», subrayan. «En muchos casos vivían los padres, los hijos y los abuelos, familias extensas, cabían todos en casa», añaden.

Ya en 1996 se produce un cambio drástico y por la evolución natural de la población, los primeros ocupantes de las viviendas envejecieron, los hijos emigraron o se independizaron y se trasladaron a otras zonas de la ciudad y el barrio fue envejeciendo, ya que el 30 por ciento de la población tenía más de 65 años. A partir de los años 90 se produce la recuperación y revalorización y empiezan a llegar parejas jóvenes, va asociado a un cambio profesional, porque se pasa de un sector de servicios e industria, aumentando considerablemente el sector de profesiones liberales y sube el poder adquisitivo, al tiempo que cambia el tipo de obras que se hacen en la vivienda y la ambición en la transformación. 

En esa época se da más importancia a la calidad de vida en unifamiliares, por el contacto con la naturaleza, llega a Soria y se extiende por la periferia soriana llegando a unos porcentajes incluso superiores a los de otras capitales y ciudades. En ello tuvo que ver también la construcción de la urbanización de Camaretas.

«El barrio rejuvenece hasta el punto que ahora es más joven que la media de la ciudad», añaden. La revalorización tiene también mucho que ver con la integración del barrio en la ciudad, al final la ubicación antes era periférica y ahora está cerca de todo y tiene buenos servicios, aunque los vecinos, sobre todo de los pareados, creen que no son del todo buenos. Sin embargo, el nivel de satisfacción de los habitantes del barrio es muy alto, de un 71,6%.