Vigías de las últimas horas en toque de queda en Soria

Nuria Zaragoza
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El Día de Soria acompaña a una patrulla de la Policía Local de Soria en una d elas últimas noches en toque de queda

Vigías de las últimas horas en toque de queda en Soria

Cuando la ciudad se recoge, ellos salen a la calle. Son las diez de la noche y es el turno de la ‘patrulla Sierra’. César Barranco, jefe de turno de noche, y su compañero, el agente 7055, comienzan su jornada. Por delante quedan nueve horas de trabajo para estos dos agentes de la Policía Local de Soria, hasta las 7.15 horas que harán el relevo. 

Es uno de los últimos turnos en toque de queda. Tras más de seis meses haciendo cumplir las restricciones horarias impuestas en este segundo estado de alarma, este domingo decae esta situación excepcional. Toca actualizarse de nuevo a los cambios normativos y aprender, otra vez, lo que está permitido y lo que no para hacerlo cumplir a una sociedad que, aseguran, «en términos generales, se ha adaptado bien». Eso sí, «se nota ya el cansancio» tras más de un año de restricciones. 

Lo saben bien ellos y, también, el compañero que atiende la central operativa -denominada «hotel» en el argot-, quien responde las llamadas que entran directamente a la Policía Local, así como los avisos que llegan a través del 1-1-2, de bomberos... «Atendemos todos los avisos porque, además, nunca se sabe y, lo que en principio puede parecer una cosa, luego es otra; pero es verdad que se nota que la gente ya está cansada, más susceptible, y a veces llaman por cuestiones menores como que molesta el vecino, que suena muy alta la música, que el perro de abajo no deja de ladrar, que se oyen obras y no son horas...», enumeran. Una de las llamadas de esta misma semana, ejemplifican, era una vecina que alertaba de que «creía que su hijo se podía haber envenenado porque el agua del grifo salía turbia».  Como siempre, acudieron. Y, como la mayoría de las veces, tiraron más de empatía y profesionalidad que de normativa y sanción. Es lo que se impone en un servicio de cercanía donde domina más la labor informativa que la punitiva. El Día de Soria lo ha comprado tras acompañar a esta patrulla durante uno de sus últimos turnos en toque de queda. 

«Esto es totalmente impredecible. Puede ser una noche tranquila que no haya ningún aviso o puede haber un aviso u ocurrir algo que lo complica todo», nos avisa de partida el jefe de turno. Sabe bien de lo que habla. Sobre su expediente de 33 años de servicio a la ciudad hay decenas de anécdotas. Algunas son recientes, de este estado de alarma, como cuando él y su compañeros fueron los primeros en llegar al incendio en la residencia de mayores Fuente del Rey. O, en el primer confinamiento, cuando ellos mismos se encargaban de repartir mascarillas para proteger a una población que debía ir a trabajar y enfrentarse a un virus del que se conocía aún demasiado poco. «Ha sido complicado en algunos momentos», admiten ambos. Ahora, la población ya se ha ‘acostumbrado’ a la nueva vida COVID y, apuntan, el toque de queda lo que ha supuesto básicamente es adelantar unas horas la actividad   social y desplazar a lugares cerrados algunas prácticas. Como consecuencia, «en el ámbito de la seguridad vial, la gente bebe antes y conduce antes bajo los efectos del alcohol». No ha cambiado la tipología delictiva pero sí se aprecia «más violencia doméstica entre familiares, aunque tampoco es lo habitual» y, sobre a partir del jueves, «muchas fiestas y botellones». 

de patrulla. La ronda con estos dos policías locales comienza cuando la aguja del reloj ya ha caído sobre el toque de queda. Todo el mundo debería estar ya en su residencia, pero la realidad es que la calle todavía respira vida. El último trago en la terraza, el paseo de regreso a casa con el tictac del reloj pisando los talones, circulación aún abundante... Oficialmente, se podría sacar ya la ‘libreta’ para todos aquellos que no tienen justificación para estar en la calle. Sin embargo, estos dos agentes apuestan por «dar cierto margen». 

Los primeros movimientos son por el centro de la ciudad para «que se nos vea» y la gente se mueva. La plaza Mayor, el Collado, la plaza Herradores... donde coinciden con la otra patrulla de Policía Local que está de guardia [a partir del jueves y durante el fin de semana se sumará una más] y, también, con las dos patrullas de Policía Nacional que esa noche trabajan. «La colaboración es total», destaca Barranco, revelando varias intervenciones comunes y apostando por que ambos Cuerpos se puedan apoyar por el bien y la seguridad de la ciudad. 

Las caras son prácticamente las mismas todos los días, así que en muchos casos ya ni se para a la gente para pedir el justificante porque «sabemos de donde vienen y a donde van», reconocen. El camarero que recoge las últimas consumiciones, el repartidor de comida a domicilio, el que viene de trabajar, el que va... 

Son las 22.30 horas y la ciudad poco a poco se va apagando, callando, silenciando... La ruta sigue por el Espolón, la rotonda de la Avenida de Valladolid, Mosquera de Barnuevo, Prados Bellacos y la Barriada, donde aún quedan algunos remolones con la cerveza en la mano. Se les avisa, y ‘reavisa’. «Hay que dar margen», insisten, pero al rato volvemos a pasar por allí para supervisar que no hay que pasar de la información... a la acción. 

El Caballo Blanco, el polígono, la zona de la cárcel, el Mirón, los patios de don Vela... calle a calle se va comprobando cómo la ciudad se apaga. Y, cuando se atisba algún vehículo ‘sospechoso’ o alguien andando, se para y pregunta el motivo de su estancia en la calle en ese horario. Todos tienen causa justificada. Y, a veces, reconocen ambos agentes, no hace falta papel que lo atestigüe porque «en la cara se ve el cansancio» del regreso a casa tras una jornada de trabajo. 

En ocasiones, no hace falta ni parar. Desde hace un tiempo la patrulla cuenta con una herramienta informática que  está en pruebas y que les permite, desde una pda (ordenador de bolsillo), controlar matrículas, hacer consultas de la base de datos... lo que evita molestias a los ciudadanos y, también, consultas con la central. 

La calma se impone pero, en medio de ese silencio sonoro y lumínico, los intermitentes de dos coches mal aparcados llaman la atención de los agentes. De nuevo, toca comprobar. Es una urgencia veterinaria y a sus propietarias no les ha dado tiempo a estacionar correctamente. 

Se acercan las once de la noche y sorprende la cantidad de repartidores que siguen  entregando sus pedidos, las furgonetas de trabajo y, también, los que sacan a pasear sus mascotas, una de las excepciones que están permitidas más allá del límite de las 22.00 horas. 

De nuevo, al centro. Un camión corta la zona estrecha mientras descarga las estructuras de madera que, a modo de lego, están levantando el nuevo hotel del Collado. Tienen permiso para ello, repara el oficial. En la zona de la ‘tarta’, paran a una joven que regresa a casa después de acostar al anciano que cuida. Un trabajador de la empresa de transporte urbano va con su patín. Ambos llevan justificante, nos confirman ellos mismos. 

Avanza la noche y, en el cajero del BBVA, se atisba movimiento. Una transeúnte pasa allí la noche. No cuenta con documento de identidad y no está muy comunicadora. Se cree que es una señora que la Guardia Civil recogió el día anterior pero corresponde hacer las pertinentes comprobaciones, al tiempo que se le insta a acudir al día siguiente a Servicios Sociales para pedir ayuda. A unos metros, otra mujer duerme en un banco. Es una vieja conocida por los agentes y se conoce su situación personal, por lo que se decide dejarla descansar allí esta noche. Desde la central aún no han terminado las comprobaciones sobre el nombre que les ha facilitado la mujer del cajero cuando un aviso alerta de un incendio en la calle Cerro de los Moros. No hay tipo para dudar. En menos de cinco minutos se está en la zona. 

Somos los primeros en llegar. No se observa nada llamativo en un primer recorrido por la calle pero el agente 7055 supervisa a pie la zona y comprueba que un vecino está sacando una escalera para subir al tejado. Es en la chimenea y, cuando llegan los bomberos, asumen la intervención. 

Cuando la situación está controlada, llega la otra patrulla de Policía Local a coger el testigo y, nosotros, seguimos la ruta. Ahora el silencio se impone y ya se para a los pocos vehículos con los que topamos  [salvo repartidores]. El que regresa de trabajar de Losán, el que va a la fábrica... todos están en la calle por causa justificada. Por la emisora la central confirma la identidad de la transeúnte, y los compañeros ratifican que en la situación de la chimenea en las inmediaciones del Mirón se da por controlada. Toca repaso de instalaciones municipales:el almacén municipal -y, ya de paso, el polígono-, la Dehesa, que sobrecoge tan oscura, tan vacía. El reloj ha pasado ya de la una de la madrugada, es hora de un pequeño descanso en Comisaría... y recargar pilar. Por delante aún quedan seis hora velando por la seguridad de los sorianos.