«Ha sido muy cruel, duro, y nos ha marcado»

Nuria Zaragoza
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En cuestión de horas, Jonatan Vicente pasó de atender su consulta de Alergología en el hospital Santa Bárbara de Soria a estar en la «zona cero» de la COVID-19, en la primera línea de batalla

«Ha sido muy cruel, duro, y nos ha marcado» - Foto: Eugenio Gutiérrez MartÁ­nez

El coronavirus ha ‘roto’ todas las líneas que diferencian una especialidad médica de otra. Ha obviado currículum. Ignorado experiencia. Porque el coronavirus ha obligado a trabajar más en equipo que nunca. Todos con los mismos colores. Todos a una para combatir el virus. No ha importado si tu especialidad era Cardiología, Alergología o Neumología. Si eras médico en activo,  jubilado o estudiante. Solo importaba tu profesión. O, mejor dicho, tu vocación. La COVID-19 llenó en apenas unos días las camas del hospital y había que plantar cara a esta enfermedad desconocida. En cuestión de horas, Jonatan Vicente pasó de atender su consulta de Alergología en el hospital Santa Bárbara de Soria a estar en la «zona cero» de la COVID-19, en la primera línea de batalla. No hubo tiempo para hacerse a la idea de que se aventuraba en una experiencia que le «marcaría para siempre», de que llegaba un cambio de registro radical en su trabajo, de que vería sufrir a sus pacientes como nunca, de que les vería morir. «Nosotros pertenecemos a Medicina Interna y los dos alergólogos que estamos en activo hemos estado en Medicina Interna junto a Cardiología, endocrino, Neumología, reumatólogos… hemos sido internistas. Hemos estado en la zona cero. Dos meses viendo pacientes con COVID-19. No colaborando, siendo parte del equipo, porque no había otra forma de luchar contra esto. Teníamos más de 200 pacientes y Alergia ha sido Medicina Interna», rememora este médico especialista, a quien todavía se le quiebra la voz recordando lo vivido. La experiencia, reconoce, «ha sido muy dura, muy cruel». Por la virulencia con la que se ha presentado el virus en Soria, por lo complejo que ha resultado el trabajo, por la carga física, la emocional, porque el estado de alarma impedía incluso que los pacientes estuvieran acompañados... pero, también, porque nunca antes desde su consulta de Alergología se tuvo que enfrentar a un sufrimiento semejante. «Hay especialidades que son más ‘duras’, como puede ser Oncología, pero para nosotros ha sido cruel, muy cruel, la peor experiencia profesional de mi vida. Porque se ha muerto gente, he visto a gente morirse en horas, y eso un alergólogo no lo ve... Puede haber una persona que se muera de una alergia puntual, pero no es lo habitual. Es que el COVID es cruel, muy cruel», recalca. «Ha sido muy muy duro y nos ha dejado marcados», reconoce el doctor. 

Asume que «ningún hospital está acostumbrado a esto», ni el de Soria ni ninguno, y que «esto ha sido medicina de guerra pura y dura. Esto ha sido una guerra contra un bicho microscópico», justifica, recordando desde que empezó todo el 12 de marzo y cómo en apenas una semana se había desbordado la situación con «gente y más gente». «Marzo y abril han sido horribles», admite. La enfermedad y la muerte le han marcado pero, también, «la situación de no poder ver a los familiares, los dramas que ha habido en las familias, la gente a la que no se le ha podido enterrar…». De hecho, reconoce, una de las partes de su trabajo que más le ha costado durante este tiempo en la «zona cero» de la COVID-19 ha sido las llamadas diarias para informar a las familias: «Ha sido una experiencia muy triste, muy dura, porque les llamabas para decirles que su familiar estaba grave y que encima no lo podía venir a ver». 

Agradece la labor de todos los compañeros (médicos y profesionales sanitarios en general) que han colaborado en esta «guerra» y felicita que, gracias a ese esfuerzo y compromiso, «hemos conseguido que no se saturara y no se colapsara el hospital». El esfuerzo no ha sido gratuito, ni a nivel físico, ni a nivel emocional y, de hecho, «es posible que esto pase factura porque es muy duro», aventura. 

Durante el pico, recuerda, las jornadas no eran «de ocho a tres y a casa». «Eran también por la tarde hasta ajustar tratamientos, llamar a todas las familias... y también sábados y domingos, para ayudar a los médicos de guardia

porque eran muchos pacientes». «Es una situación extrema y somos médicos, va incluido en nuestro ADN. Y no solo en el nuestro, todos los profesionales sanitarios», insiste.

Ahora, intenta mirar con optimismo el camino hacia la nueva normalidad pero admite su preocupación ante un rebrote y por ello pide a la ciudadanía que «nos acordemos de lo que ha pasado. No hay que tener miedo pero no podemos perder el respeto a algo tan letal y tan peligroso como el coronavirus», avisa.