Ningún niño sin una familia

Ana Rodrigo (EFE)
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El nuevo sistema de acogida prima los hogares frente a las residencias y prevé que los pequeños hasta seis años estén integrados antes de 2026

Ningún niño sin una familia

Un modelo de acogida más humanizado y beneficioso para el menor y la sociedad. Ese es el objetivo de las distintas administraciones para los próximos años,  que ningún niño crezca en entornos no amigables y pueda desarrollarse plenamente junto a una familia. Con esa intención se plantea que el tutelado abandone el centro de acogida y viva en un hogar que le dé protección, apoyo y reconocimiento. Para ello, la meta es que en 2026 todos los menores de 6 años estén ya integrados en hogares y para 2031 los menores de 10 años.

Esos serán los primeros pasos hacia un modelo de acogida que primará la convivencia con familias que acompañen y cuiden a esos niños que, por distintas circunstancias, no pueden vivir con sus padres.

¿Pero habrá familias suficientes para que ese modelo tenga éxito? Los datos de ofrecimientos para la acogida descendieron en 2020 un 15 por ciento y actualmente más de 17.000 menores crecen en centros residenciales (el 47 por ciento de los tutelados).

Las familias de acogida en España, en general, solo reciben una ayuda de su comunidad que suele oscilar entre 200 y 400 euros al mes para el cuidado del menor. Solo hay algunas excepciones, como el acogimiento especializado para niños con enfermedades o trastornos graves, en el que uno de los miembros con cualificación determinada percibe una compensación económica por su plena disponibilidad.

«Las familias de acogida somos potencialmente todas las familias que hay en España, otra cosa es que abramos las puertas de nuestra casa o no a otros niños, pero todos estamos sobradamente preparados y somos un país solidario», explica la presidenta de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (Aseaf), María Araúz de Robles.

El principal problema -opina- es que este tipo de acogimiento no se conoce mucho. «Hay que difundir que somos muchas ya las familias y que no hay que tener miedo a entrar en un proceso que enriquece mucho; es bueno para los niños que acoges y para las familias, por eso somos tremendamente optimistas de que esta opción va a ir en aumento».

Pero también cree que para que el nuevo modelo funcione «hay que trabajar en formar, acompañar y apoyar a los nuevos padres para que los motivos económicos no sean la causa de la falta de acogimiento».

«Cuando un niño llega a la familia con 10 años necesita acompañamiento de profesionales para encajar en ese nuevo hogar, para facilitar la integración; también para trabajar con las familias de origen y de acogida, es importante el apoyo escolar y de psicólogos, son niños más disruptivos porque no están bien por dentro, todo necesita sus tiempos», señala.

Para Araúz de Robles el cambio de paradigma y la transición de un modelo residencial a familiar «es posible si hay voluntad política clara y expresa». «Cada niño cuesta al Estado 4.000 euros al mes mantenerlo en un centro, con el personal asociado y los distintos turnos». «El acogimiento familiar no solo es mejor para el niño o la niña, sino que además es un sistema infinitamente más eficiente».

El próximo año

El compromiso alcanzado entre el Gobierno y las comunidades autónomas -que tienen la competencia de tutela de los menores- alcanza al millar de niños de menos de 6 años que viven en centros y que antes de cuatro años deberán estar creciendo en familias.

Aunque, según la ley de la Infancia de 2015, deberían estar en hogares antes del próximo año los niños de hasta 3 años, sin embargo aún hay unos 600 que siguen en residencias.

El Gobierno defiende en su plan de desinstitucionalización la idea de que el modelo de acogimiento en centros se utilice cuando sea la mejor medida para el menor, pero que se mantenga el menor tiempo posible.

En este momento, Aldeas Infantiles SOS va a llevar a cabo un proyecto piloto de acogimiento familiar especializado con dedicación exclusiva, financiado por el Ministerio de Servicios Sociales con fondos europeos.

Se trata de familias que van a acoger a grupos de hermanos -alguno de menos de 6 años-, menores con problemas de salud, necesidades educativas especiales o dificultades emocionales. Para ello, uno de los adultos debe tener plena disponibilidad y percibirá por ello una compensación económica.

Van de la mano familias acogedoras, de origen y los niños, con los educadores y profesionales de Aldeas. «Les ofreceremos formación inicial en función de las necesidades existentes en cada supuesto. Se establecen espacios de seguimiento, intervenciones en situaciones de especial dificultad, grupos de apoyo, terapia familiar, así como respaldo en el complicado momento de la mayoría de edad», cuenta Teresa Molina, directora de Familias de la organización.

«Es importante conocer las causas que provocaron la separación de los menores de sus padres biológicos para tratar de solventarlas. El objetivo final de cualquier modalidad de acogimiento es siempre la reintegración de los niños con sus familias de origen», indica la experta.

También recuerda que los centros residenciales pueden ser una opción perfectamente válida para muchos de los chicos, pero deben apostar «por los vínculos afectivos, que se basen en un modelo familiar, en relaciones de confianza, y que coloquen la dimensión afectiva y emocional sobre la normativa», concluye.