Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Envidia

02/02/2021

Envidia sana, ¡eh! Me suele ocurrir cada vez que hay elecciones en Cataluña y en otras comunidades de las llamadas históricas, como si las demás no lo fuéramos. Y me ocurre por la dimensión nacional que adquieren esos comicios: información a todas horas, portadas de los diarios, editoriales, artículos, reportajes, biografías de los candidatos, encuestas, análisis, apertura de telediarios y programas de radio, casi monotema en muchas tertulias, entrevistas, más y más declaraciones, discusiones sobre posibles pactos…Digamos que todos los españoles lo sabemos todo sobre Cataluña y más en elecciones como las del próximo 14 de febrero. Y eso que la campaña acaba de comenzar. Nos aguardan días de sobresaturación ¿informativa?, de empachos de Illa, Puigdemont, Junqueras, mítines de los líderes nacionales, ofertas, rechazos, propuesta, broncas…¡¿Cómo no compararlo con la atención que se le dedica a los comicios regionales en Castilla y León?! Y quien dice Castilla y León podría decir Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón, Asturias y así sucesivamente hasta todas menos tres o cuatro. De ahí lo de envidia sana. Los de aquí pintamos tan poco en el panorama español que lo que suceda por estos lares parece importar un pimiento, una higa, que aprendió a perpetrar Aznar. Nos despachan con cuatro líneas casi de compromiso. No acostumbran a ahondar en los problemas de esta tierra por mucho que ahora se haya puesto de moda la España vaciada. No se ponen sobre la mesa soluciones reales para la agricultura y la ganadería, claves para el presente y futuro de Castilla y León. No se pregunta a los primeros espadas españoles, y por tanto candidatos a regir la nación, sobre la situación de nuestra economía, nuestras comunicaciones y un largo etc. Sin embargo, llegan las elecciones catalanas y acaparan, con el trágico permiso del coronavirus, todo el protagonismo. La vida nacional gira en torno a ellas (lo viene haciendo desde hace mucho), mientras los males de los demás quedan en el ostracismo, en un anonimato sangrante y agónico. Ya digo: sana envidia.