Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Por si acaso

02/09/2022

Desde que no vivo en Soria, varios sorianos me han comentado que les sorprende que siga tan informada sobre lo que ocurre en la provincia. La sorpresa es mía cuando escucho esa reflexión. Después de 27 años dedicándome a la información local, es imposible que me desvincule. Tengo mono de noticias sorianas. Aunque creen que sigo igual de informada, es imposible. Ahora solo puedo acceder a la información como cualquier lector, espectador u oyente. Antes, era yo la que indagaba para hacer llegar las noticias. Sigo manteniendo contacto con bastantes de las fuentes de las que bebía en mi anterior etapa profesional, pero ahora me pierdo lo más importante, lo que se cuece entre bambalinas, antes y después de las ruedas de prensa, entrevistas, plenos, movilizaciones, jornadas y visitas.
Esos antes y después sirven para contextualizar, entender y explicar matices que de otra manera pasan inadvertidos. Por eso, ahora me ocurre a menudo que cuando leo una noticia me entran unas ganas enfermizas de preguntar. Soy preguntona y curiosona no sé si por defecto profesional o por cuestiones genéticas. Por ejemplo, leo en la web de la Diócesis de Osma Soria que subasta siete inmuebles. En concreto, la casa parroquial de Abejar, la de Aldeaseñor y la de Tejado. Dos fincas rústicas, una en la Aldehuela de Periáñez y la otra en Golmayo. Y otras dos urbanas, una en Vilviestre de los Nabos y otra en Villaseca de Arciel. Me entran unas ganas (también enfermizas) de llamar a Gabriel Ángel Rodríguez, el vicario general, para preguntarle, aclarar dudas y departir un rato sobre las propiedades y el patrimonio que tiene la Iglesia. Que sean propietarios de casas parroquiales, lo puedo entender, pero lo de las fincas, se me escapa. No descarto llamarle.
Una de las enseñanzas más importantes que recibí en la Facultad de Periodismo fue la de un profesor que repetía con frecuencia: «Pedid siempre los números de teléfono y no borréis ninguno, nunca sabréis cuándo os será útil. La agenda telefónica de un periodista es su mayor tesoro». Claro que en aquella época, hace treinta años, aún no había móviles y teníamos que llamar al trabajo o si tenías muchísima confianza, a casa. Si conseguías los dos, eras una afortunada, porque había muchas más posibilidades de contactar con tu fuente. Recuerdo una época en la que llamábamos a casa de un conocidísimo político soriano. Su empleada de hogar descolgaba y decía: «El señor no está, pero puede dejarle el recado». El político siempre devolvía la llamada. Era un encanto aquella mujer. Aún tengo aquel número, pero no me atrevo a llamar por si ya no me lo coge ella. Conservo la agenda de papel con la que empecé a trabajar en 1994. A veces, repaso los nombres. Muchos no recuerdo quiénes son. Otros muchos, han muerto, pero yo sigo a pies juntillas el consejo del profesor y no los borro. Por si acaso.