Fin de la espera

M.R.Y. (SPC)
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Sarkozy se enfrenta a una pena de cuatro años de prisión y cinco de inhabilitación por intentar sobornar a un juez a cambio de información sobre otro caso de corrupción en su contra

Fin de la espera - Foto: MARTIN BUREAU

Nicolas Sarkozy fue el primer presidente de Francia en los últimos 60 años -desde la instauración de la V República por Charles de Gaulle- en fracasar en unas elecciones para repetir en el cargo. Tras vencer en 2007 a la socialista Ségolène Royal, no logró revalidar su puesto cinco años después contra la expareja de su anterior rival, el también socialista François Hollande -quien también estuvo solo una legislatura en el Elíseo, pero no se presentó a unos segundos comicios en 2017-.

Ocho años después de su histórica derrota, el conservador ha vuelto a escribir un capítulo inédito, al convertirse en el primer exjefe del Estado galo en comparecer físicamente ante un tribunal penal en calidad de procesado. Su predecesor en la Presidencia, Jacques Chirac, también fue juzgado -y condenado a dos años de cárcel, que no cumplió, por delitos de corrupción-, pero no se personó ante el juez por motivos de salud.

Y, ahora, Sarkozy puede hacer nuevamente Historia en caso de que el próximo lunes, 1 de marzo, reciba una severa pena que le pueden suponer hasta cuatro años de prisión por corrupción y tráfico de influencias.

«No reconozco ninguna de las infamias por las que estoy siendo perseguido desde hace seis años», aseguró ante el tribunal, denunciando una «persecución».

Se refería a los casi siete años desde que comenzó el conocido como caso de las escuchas -entre 2013 y 2014-, en el que el expresidente, supuestamente, habría intentado sobornar al juez Gilbert Azibert para obtener información sobre otra operación judicial en su contra, el caso Bettancourt, sobre una presunta financiación irregular en la campaña de 2007 tras recibir dinero negro de Liliane Bettencourt, la mujer más rica del mundo y heredera del imperio L’Oreal, una trama de la que salió absuelto.

La Policía Judicial recibió entonces la orden de pinchar los teléfonos de Sarkozy y su abogado Thierry Herzog para sacar información sobre una posible donación de dinero ilegal del exlíder libio Muamar el Gadafi. Sin embargo, según los agentes, durante la investigación descubrieron unas conversaciones con «lenguaje de mafiosos chic» en las que discutían, negociaban y conseguían los favores de Azibert, entonces en la Corte de Casación, que aspiraba a un ascenso profesional a cambio de esta información.

«Gilbert Azibert no obtuvo nada, yo no realicé ningún trámite», asegura Sarkozy sobre el magistrado, que no logró ese esperado ascenso. Sin embargo, para la Justicia «no es necesario que se cumpla el pacto corruptor», ya que «solo la solicitud es suficiente para la consumación del delito». Es decir, que la simple propuesta supone ya una razón para ser condenado.

Un puesto «mancillado»

Es por ello que la acusación considera probado que existió tanto la corrupción -porque el entonces mandatario obtuvo informaciones confidenciales del Supremo a través de Azibert- como tráfico de influencias -ya que, pese a que el magistrado no logró el nuevo puesto, sí existieron las maniobras para que pudiera lograrlo-.

Ante esta situación, el fiscal acusa al conservador de haber «mancillado el puesto de presidente» con unas actuaciones en las que consideró que el poder «le permitía todo» y tildó de «inadmisible que un antiguo presidente de la República se olvide de la República».

El exmandatario, en caso de ser encontrado culpable, se enfrenta a una pena por corrupción y tráfico de influencias de cuatro años de cárcel, de los que dos estarían exentos de cumplimiento, pero los otros dos sí significarían su entrada en prisión. Un hecho que le harían, nuevamente, firmar otro triste capítulo en la Historia de Francia. También estaría cinco años inhabilitado en caso de que -muy improbablemente- quiera volver a la política. Esa es la petición del fiscal, muy por debajo de la planteada inicialmente -de 10 años de cárcel, una multa de un millón de euros y la prohibición de ejercer cargos públicos-.

Se convertiría, sin duda, en una condena ejemplar de cara al futuro, pero también en una primera losa para un Sarkozy que en marzo tendrá que sentarse nuevamente en el banquillo. Porque, aunque resulte absuelto de este juicio, al exdirigente le queda todavía un largo camino que recorrer en los tribunales por varios procesos similares  realizados durante sus únicos cinco años de mandato.