Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


El buenismo

29/10/2021

Acabo de terminar la última novela de Fernando Aramburu, Los vencejos. 660 páginas entre pecho y espalda. Estoy en la fase nostálgica. Echo de menos a sus personajes. Son de carne y hueso. Me identifico. No es que me ocurran las mismas cosas que a ellos, pero es toda una terapia. En sus páginas aparecen experiencias de todo tipo como en las páginas de mi vida. Como en las páginas de todas las vidas de todos los seres humanos. Buenas, malas y malísimas. El libro recoge multitud de emociones. Los personajes muestran u ocultan sus miedos. Otras veces, se desatan desde la libertad más descarnada. Aciertan y se equivocan. Hay enfados, hay ira. Hay momentos de ternura y de amor. También de sexo. Machismos, violencia, libertinajes, acoso escolar, feminismos, frustraciones, enfermedades, triunfos, accidentes, dolor, dudas, ironía, felicidad. Belleza y fealdad. La vida en mayúsculas en 660 páginas.

Frente al buenismo que se nos ha colado en esta era pandémica, se agradece una historia llena de realismo con sus luces y sus sombras. ¡Qué cansancio con tanto buenista que comprende todo, acepta todo, defiende todo, se solidariza con todo y, además, adornado con una sonrisa dulce repleta de dientes perfectamente alineados! ¡Qué cargante es el buenismo y el buenista! Esa calma en el tono de voz. La reivindicación de las charlas susurrantes como si explotar con una palabra mal sonante o unos decibelios de más nos convirtieran en monstruos maleducados o sin principios ni valores. ¡Qué a gusto te quedas cuando, en un contexto irritante, sueltas las cuerdas vocales! Gritar te libera. ¿Han probado a dar un grito prolongado cuando van conduciendo? Yo lo hago a veces con mi amigo Nacho. Contamos hasta tres y lanzamos un grito de unos pocos segundos. Terapia maravillosa donde las haya, a pesar de los buenistas.

Llega el puente de los Santos y el buenismo se desata de una manera desaforada. Buenismo con flores. Claveles, rosas y, sobre todo, crisantemos. Muchos crisantemos blancos, muy blancos. El buenismo en las tumbas. Cementerios llenos de ese olor pesado que dejan tantas flores acumuladas. Recordamos a nuestros muertos o a nuestros seres queridos, eufemísticamente hablando. Y disfrutamos del Festival de las Ánimas lleno de esqueletos, espíritus, fantasmas y cadáveres. Aunque a mí me parece que dan mucho más miedo los vivos que los muertos.

Puente festivo de carácter religioso que muchos aprovechan para, desde el buenismo, viajar o hacer planes diferentes que demuestren que viven en la abundancia y en la plenitud. Y si te quedas en casa, te miran de reojo, como una especie en extinción que no sabe aprovechar los festivos encadenados. Como si tuviéramos que huir de nuestro hogar. Como si solamente la distancia nos llevara al buenismo idílico que nos hace felices.