Rubio: «Hay que saber qué se tiene y qué se quiere hacer"

Ical
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Entrevista con el empresario y expresidente del Numancia, que recibirá el premio Ical al compromiso humano por Soria

El empresario soriano Francisco Rubio Garcés. - Foto: Rubén Cacho (Ical)

Francisco Rubio (Soria, 1956) representa el modelo de una persona hecha a sí misma. Su origen más que humilde y una infancia marcada por la muerte de su padre cuando él tenía 15 años le empujan al mundo laboral bien temprano hasta convertirse en un empresario fundamental para entender Soria tanto en lo económico, pero sobre todo en el respeto de sus paisanos. La receta para este camino de éxito es una vida dirigida a fuerza de sentido común y mucho trabajo, sin ostentaciones. Capaz de crear riqueza en una tierra enferma de despoblación, el fundador de Grupo Herce será siempre el presidente del Numancia. Estuvo al frente del equipo durante 25 años y no solo consiguió llevar al club a Primera División, sino también exportar la marca Soria como sinónimo de resistencia, lucha y humildad. A pesar de haber recorrido medio mundo por ocio y por negocios, continúa mirando a la Barriada que le vio nacer; saludando a sus paisanos; creyendo en Soria, su tierra aliada que le ayudó a salir de la nada y hacerse a sí mismo. Francisco Rubio recibe el premio al Compromiso Humano por la provincia de Soria por su trabajo en el desarrollo de una tierra con dificultades, por la perseverancia en el arraigo a su tierra y por su capacidad de construir consensos sociales para luchar por lo propio.

Usted es un empresario en medio de una España vaciada o vacía, ¿cómo sobrevive?

He sobrevivido como el resto de empresarios de Castilla y León. Además de vacía o vaciada nuestra tierra es la olvidada, es más, primero le pondría el calificativo de olvidada. En este contexto, sobrevivo siendo imaginativo, con la apertura de nuevos mercados, ya que nuestro grupo se ha internacionalizado, pero manteniendo nuestras raíces en Soria. Tenemos muchas delegaciones en España pero la delegación central está en Soria y los ejecutivos del grupo trabajan y viven en la capital.

Hay muchos diagnósticos, pero las recetas aplicadas hasta ahora han dado poco resultado, ¿cuál es la suya?

Tener una receta exacta es difícil. Creo que han sido tantos años en el olvido que recuperar el tiempo perdido es complicado. Los sorianos y el resto de ciudadanos de la España vacía tenemos que ser imaginativos y tener la capacidad del esfuerzo y el talento para que, dentro de nuestras dificultades, saquemos nuestra tierra adelante. Evidentemente, es necesario que la administración deje de olvidar a esta tierra. No se puede permitir que tarden en construir una autovía de 70 kilómetros 32 años o que circular por N-122 de Soria a Valladolid sea una odisea. Es más, yo ya estoy cogiendo miedo a esa carretera, ya no solo por las curvas y el intenso tráfico, sino también por los baches. No puede ser que los sorianos estemos condenados a perder el tren de vida de otras provincias; y no es una cuestión de que seamos pocos y que estemos alejados del centro de toma de decisiones. Las infraestructuras unen y comunican y las administraciones deben ser solidarias y equitativas con Soria como lo han sido con otras provincias.

La despoblación ha entrado en la agenda política, ¿es optimista respecto a la posibilidad de que empiecen a tomárselo en serio?

Todo lo que sea avanzar es positivo y poner la lupa en nuestra provincia es significativo, pero yo, aunque no soy pesimista en mi vida, creo que va a ser un trabajo arduo y difícil y a largo plazo.

Además de una cuestión política, la despoblación es una cuestión social. ¿Cuánto tiene que ver con el problema una cultura que incentiva la vida urbana y desprecia el campo y los pueblos?

Los sorianos, por nuestra cultura de esfuerzo y por la cultura que nos precedió -pobre con una visión de vivir en una provincia muy pequeña, pero muy trabajadora- hemos creído que lo mejor era que nuestros hijos estudiasen fuera. Un error, porque cuando el talento sale fuera ya no vuelve. Este es el grave problema de Soria y también de Castilla y León. Hay una tendencia a decir que en las grandes ciudades hay de todo y se vive muy bien, sin embargo, muchas personas estarían encantadas de vivir y trabajar en Soria antes que en Madrid, siempre y cuando tuvieran los medios para desarrollarse profesionalmente. Y estamos con lo mismo de siempre, es un bucle. Creo que tenemos un potencial para atraer a profesionales de Madrid y del corredor del País Vasco, y con imaginación podemos traer talento e industria, pero esto depende de nosotros y de medidas incentivadoras que no están en nuestra mano, es decir, que depende de la voluntad política incentivar, ya no solo por medio de la fiscalidad, sino con otros complementos para la implantación de empresas que atraigan talento. Creo que no es insolidario darle algo en prestaciones al que menos tiene. Esto es normal en otros lugares de Europa. Entre los 60 y los 80 huimos de las ciudades pequeñas para trabajar o para estudiar y esto es lo que hay que revertirlo en primer lugar. Si esto lo logramos solucionaremos, en gran parte, el problema.

En España y en Castilla y León se habla de poca cultura empresarial, ¿a qué se debe?

No estoy de acuerdo con esa afirmación. Hay cultura empresarial, hay cultura del talento, pero al final, como somos tan pocos, a la hora de hacer la media salimos a poco. Nuestra economía ha estado muy vinculada al campo y a los servicios, y la mayoría aspiraba a que sus hijos hicieran una carrera y una oposición para hacerse funcionarios, que es muy respetable. Pero esto es propio de la cultura de los padres sorianos de querer tener arreglado el porvenir de los hijos. Ahora noto que la gente joven tiene ideas, algunas pueden ser descabelladas o no, pero por lo menos ya tienen la semilla de que se puede crear. Es decir, esa cultura de estudiar para ser funcionario o dedicarse al campo ya está cambiando en Castilla y León, en España y en Soria también.

En ocasiones, la figura del empresario aparece vinculada siempre a comportamientos poco éticos, ¿es hora de reivindicarse?

Es cierto que en España la figura del empresario, durante mucho tiempo, ha estado ligada a una mala imagen. En todas las familias hay ovejas negras y blancas, pues en el ámbito empresarial también pasa igual. Pero yo no vinculo al empresario con una mala imagen. Yo fui empresario con 21 años. Seguramente habré hecho algunas cosas con las que me he equivocado en el negocio y con otras he acertado, pero por qué vamos a tener una mala imagen cuando los generadores de empleo y riqueza somos nosotros. Además, lo que no ve el ciudadano son las horas que los empresarios metemos en las empresas; las situaciones de crisis que hemos padecido -yo también incluido- en la que no hemos tirado la toalla. Con la crisis pensé: esto es una tormenta, vamos a organizar la empresa para sobrevivir y es cierto que cuando hay recesión al que peor está se le lleva por delante. Pero yo reivindicaría que no hay que percibir ni tener esa mala imagen del empresario, que, por otro lado, yo tampoco la siento como tal.

¿Qué cambios culturales requiere España y Castilla y León para fomentar la cultura del emprendimiento?

Se ha avanzado mucho y hay una inquietud por parte de todas las administraciones para fomentar el emprendimiento. Existe el germen de crear talento y promocionar áreas, pero todo depende de que nos subamos a ese carro. Creo que los propios empresarios también debemos contribuir a fomentar el emprendimiento y pensar que no todo pasa por abaratar los costes laborales. Creo que hay que explicar; dar formación e intentar contaminar que la empresa es una familia que depende de todos y donde convivimos todos, y su éxito no solo es del dueño o accionista.

¿Cuál es la clave del éxito de una empresa?

Trabajar, equivocarse poco y pensar que el proyecto empresarial tiene que generar beneficios económicos y valor humano, es decir, sinergias en la sociedad. Es decir, crear empleo, generar economía y calidad de vida, y esto sí lo hacen los empresarios y no la administración.

¿Qué valores deben presidir la gestión empresarial?

Los éticos por encima de todo y que se dé un entendimiento en tu equipo, principalmente, pero también con la administración. Los objetivos de cualquier empresario son crear riqueza en el entorno e influir en la sociedad generándole beneficios y propiciar que la empresa perdure en el tiempo. Yo intento que las generaciones venideras continúen con nuestro proyecto, algo que tampoco es fácil. El verdadero valor de la empresa es continuar y continuar.

Su paso por el Numancia marca también su trayectoria, ¿cómo puede ser presidente un club de fútbol de Primera y no quemarse en el intento?

Es una pregunta difícil. El Numancia, desde aquel fatídico día hace 26 años en el que iba a desaparecer, tuvo la gran suerte de que un grupo de empresarios decidimos tirar adelante al ver que una institución se perdía. Eramos 27 empresarios, hicimos una junta gestora. En aquel entonces yo era el presidente de la Asociación de Empresarios de la Construcción y me llaman para aportar al fútbol soriano, cuando no tenía ni idea de este deporte. Soy del Atletic de Bilbao y mis aficiones eran otras, a mí me gustaba la montaña y correr en moto. Yo en ese contexto era un fenómeno atípico. Durante las negociaciones dije: «Puedo ser uno más pero no tengo porque ser el todo». Mi gran error fue decir que no me importaría ser el coordinador de voluntades. A raíz de eso comenzó un proyecto; se conformó la junta gestora de empresarios, cada uno puso de su bolsillo más de 200.000 pesetas. El Numancia tenía una deuda de 125 millones de pesetas y el club iba a desaparecer. Solo aplicamos la visión empresarial al Numancia, nada más. El valor deportivo se presuponía porque había personas que jugaban al fútbol y otro que les entrenaba. A Miguel Ángel Lotina ya le indiqué que no suponía que el deporte implicaba ser tan meticuloso y tanto esfuerzo. No entendía nada de fútbol. Considero que lo logramos todos. Estoy agradecido por la confianza que tuvo la Junta Gestora en mí, la Junta Directiva y del Consejo de Administración. Al Numancia le metimos valor empresarial. Que duda cabe que cuando llegaron los momentos difíciles del club, a algunos nos costó poner un montón de dinero, pero lo que no podíamos hacer era volverlo a dejar caer. El Numancia es hoy una institución con 75 años a su espalda y esperamos que siga así por muchos años.

Y se marchó...

Los proyectos no pueden estar vinculados durante mucho tiempo a las personas. La experiencia ha demostrado que si los proyectos se trasladan a la hegemonía personal ni es bueno para el proyecto ni tampoco para la persona. Tomé la decisión hace un año, pero llevaba avisando mucho tiempo en la Junta General de Accionista que me iba.

El fútbol parece un deporte de élite, que maneja presupuestos estratosféricos, ¿cómo fue posible la gesta del Numancia?

Con rigor, aplicando nuestra propia forma de ser de los sorianos, es decir, gastar poco e ingresar lo máximo. También tener rigidez en los controles y pensar que es una empresa distinta no al uso, es decir, que el Numancia es una empresa que gestiona, además, sentimientos y para ello tienes que tener una cohesión con la sociedad y la administración y ser reivindicativo. Esto ha sido clave para gestionar el Numancia. Ahora bien, en el fútbol profesional las cosas son distintas. El hecho de que un club tan modesto haya sobrevivido en el fútbol profesional es de mérito. El Numancia demuestra que las cosas cuando se quieren se pueden. Bien es cierto, que los desvelos y las horas que he invertido en el club es como para hacer un libro de memorias.

¿Qué ha aprendido de su paso por el fútbol?

He conocido a personas y he tenido vivencias que me han aportado valor y visión estratégica y global de fuera del entorno en el que vivía. El fútbol me ha permitido empatizar con gente que no tenía nada que ver conmigo, que no se dedicaban a lo mismo, ni vivían en mi entorno. Me ha dado una visión global de la sociedad en su conjunto porque el fútbol, aunque la gente lo vea solo como un deporte, tiene una visión socio económica del país. En alguna universidad ya se han escrito tesis sobre el fenómeno del fútbol en España, su proyección en los últimos 15 o 20 años. El fútbol se ha convertido en lo que es, porque se ha visto que hay que gestionarlo como una visión empresarial. El sector fútbol vinculado al sector entretenimiento genera alrededor del uno por ciento del PIB. Cuando yo empecé en la liga había cuatro o cinco empleados, ahora hay 400. El fútbol y la tecnología han sido los sectores con mayor proyección económica de las últimas décadas.

¿Qué puede enseñar el fútbol y, en concreto, el Numancia a la sociedad actual? ¿Qué valores aportó?

Tenacidad, esfuerzo, sacrificio y audacia. Además, aplicamos mucho sentido común, que es básico, los cantos de sirena no valen. Hay que saber qué se tiene, qué se quiere hacer y hasta dónde se puede llegar con los medios que se tienen. Esos son los verdaderos valores del Numancia y creo que todos los clubes modestos de este país han copiado esos valores.