La iglesia de la Santa Cruz en Serón de Nágima

T.G. / J.M.I./ L.C.P.
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El conjunto se encuentra en un absoluto abandono atacado por las hierbas, aunque hace unos años se llevaron a cabo unas obras de mantenimiento

La iglesia de la Santa Cruz en Serón de Nágima

El 28 de marzo nos pusimos en camino para visitar Serón de Nágima. En esta ocasión tuvimos el placer de que nos sirviera de cicerone Jesús Angulo y nos acompañara Joaquín Machín. Tras la pesadez de los días nublados, un respiro permitió al sol hacerse ver, aunque no se notó su calor, pues el día estuvo frío y un tanto ventoso. La primavera, no obstante, ya había inundado los árboles y donde solo hubo madera aparecieron las flores que la adornaban y delataban.

Antes de llegar a nuestro destino, visitamos el despoblado de Borque, en Velilla de los Ajos. Jesús Angulo nos condujo posteriormente al despoblado de Valdemora en el que otra iglesia abandonada, en este caso gótica, resiste alejada del interés general, y paseamos por Bliecos para visitar lo que en su día debió de ser el priorato de San Martín de Finojosa y el paraje estupendo de Nuestra Señora de la Cabeza, al lado del río Nágima.

Tras todo este periplo alcanzamos Serón de Nágima, localidad central de esta entrega. Allí, casualmente, encontramos a José Antonio Alonso, conocedor del territorio, no en vano lleva 12 libros escritos sobre la localidad. Antes de comenzar nuestra visita tomamos un refrigerio en el espacioso bar en el que los hombres hablaban del precio del trigo. José Antonio, amablemente, pospuso por unas horas su regreso a Madrid, ciudad en la que reside, para acompañarnos. 

Serón de Nágima tiene un pasado, sin duda, musulmán. Allí donde hoy se asienta la iglesia de Nuestra Señora del Mercado hubo en su día una mezquita, y al lado de ella, se encontraba la alhóndiga, derribada en la primera década del siglo XXI para acoger un inmueble que pretendió ser un centro social, hoy inconcluso, y del que solo se ha levantado un esqueleto de hormigón que en nada mejora el entorno.  Llegó casi a las mil almas a principios del siglo XX, hoy a duras penas alcanza las doscientas.

En el periplo guiado, José Antonio nos llevó a la ermita de la Virgen de la Vega que, aunque muy transformada, conserva algún resto de su pasado románico, también al solar de la iglesia de Santiago, a la parroquia de Nuestra Señora del Mercado y, callejeando por la villa, vimos la antigua casa parroquial, terminando por visitar el viejo cementerio y los restos de la iglesia de la Santa Cruz. 

Situada en la margen derecha del río Nágima y a menos de un kilómetro de la villa, nos encontramos con los restos de la antigua parroquial de la Santa Cruz. Hoy es una zona de huertas, frondosa, con árboles, y donde la hiedra engalana el muro perimetral y parte del ábside, que oculta a los ojos del viajero la vieja parroquia.

Es esta una de las muchas parroquias medievales que en la provincia de Soria cumplen una función cementerial, motivo por el que es posible que hayan llegado hasta nuestros días. En este caso, este espacio fue cementerio de la villa de Serón hasta 1924, momento en que se construyó uno nuevo en el cruce de las carreteras que van a Mazaterón y a Torlengua. Nos cuenta José Antonio Alonso que en 1820 la parroquia estaba en estado ruinoso y que el Obispo de Osma ordenó su demolición, y que con sus materiales se cerrara la Capilla Mayor y se construyera un cementerio o humilladero. Además, mandó colocar una cruz lo más decente que se pudiera en el lugar que estuvo el tabernáculo. 

En la capilla se enterrarían las personas más pudientes, dejando constancia de ello en la actualidad algunas placas de mármol. Como pasó en otros lugares como Brías o Huérteles, estas actuaciones facilitaron la conservación, al menos, del ábside de la antigua iglesia románica.

La tradición nos cuenta que este espacio pudo pertenecer a un pequeño monasterio. Los monjes lo levantaron para abandonarlo al poco tiempo, pasando a convertirse en parroquia. De la antigua iglesia románica, hoy conocida como del Santo Cristo, no queda más que su cabecera con un amplio ábside y presbiterio, así como parte del muro norte, pero en tiempos fue una parroquia que daba servicio al barrio bajo del pueblo. Su fábrica es mayoritariamente de mampostería y, como viene siendo frecuente, se utilizaría el sillar en las esquinas y vanos. El edificio tendría una única nave, con entrada al sur. El arco triunfal que da paso al presbiterio es tan apuntado que podría pasar por gótico, lo que nos indica una fecha de construcción ya en el siglo XIII. 

El amplio ábside se cubre con bóveda de horno apuntada, y el presbiterio ligeramente más ancho lo hace con cañón apuntado, las dos en buena sillería. Al exterior ambos están a la misma altura, con una cornisa de chaflán y listel que se encuentra soportada por canecillos de nacela y proa de barco y algunos con cabezas de animales. La hiedra, que coloniza el ábside, no deja ver la ventana absidal, ni al exterior ni al interior, pues a través de unas grietas está también colonizando el muro absidal. Si observamos con atención podemos distinguir como en el lado sur del presbiterio se abrió otra ventana que después se tapió. El interior de la cabecera se encuentra revocado con un despiece de sillería en blanco sobre fondo azulado.

El arco triunfal, muy apuntado, aparece doblado, si bien el arco exterior parece una chambrana. Apoya sobre unas semicolumnas con capiteles y basas que repiten la misma forma, pero invertida. Corona este hastial una cruz latina que, sin duda, se colocó cuando la iglesia se convirtió en cementerio. En el muro sur se encontraba la portada, que, con alguna ampliación del cementerio, se trasladó al nuevo muro en el que aparecen muchas piezas medievales, especialmente sillares. La portada, que pudo ser modificada, es hoy un sencillo arco de medio punto apoyado sobre las jambas, con imposta de nacela y con una chambrana exterior. Al traspasar las puertas de forja, en un sillar de la jamba oriental se grabó una cruz de malta inscrita en un doble círculo, que estuvo pintada de negro. 

En este muro perimetral y en su ángulo noreste, se utilizó una antigua estela medieval con vástago como un sillar esquinero. La cara que vemos está decorada con una cruz de brazos curvos inscrita en un círculo. Hoy todo el conjunto se encuentra en un absoluto abandono, atacado por las hierbas, aunque es verdad, que hace unos años, se llevaron a cabo unas obras de mantenimiento que han permitido que este fragmento de la antigua iglesia nos llegue hasta la actualidad. Pero el espacio debe ser dignificado con una limpieza y conservación, y con la retirada de la hiedra del espacio absidal, pues sin duda está dañando la fábrica románica.