José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Autoestima

16/05/2021

Muchos años después, frente el pelotón de fusilamiento, -mediático y de los aficionados-, los directivos del CD Numancia habían de recordar los días gloriosos en los que el equipo rojillo, asombraba en la Copa del Rey y cerraba un ciclo inimaginable subiendo a la Primera División que, por aquel entonces, ya estaba considerada como una de las mejores, si no la mejor, liga del fútbol del mundo. Sin permiso del genial escritor colombiano, Gabriel García Márquez, he plagiado las primeras líneas de esa cumbre la literatura en castellano, a la altura casi del Quijote, Cien años de soledad. Aunque quizá no vayan a ser tantos los que le esperan al club más relevante que ha tenido esta provincia, lo cierto es que se ha despeñado por un barranco que termina en la cuarta división del fútbol nacional. Es casi como volver a los partidos con el Sabiñánigo, el Izarra o el Calatorao que se disputaban en el campo San Juan de Garray. Mal asunto. Mal asunto porque la desbandada de la afición ya se está produciendo y, por más vueltas que le demos, son parte esencial de la ecuación en este deporte. De hecho, ante las millonadas de los jeques árabes o los magnates rusos siguen resistiendo los equipos con afición inquebrantable que demuestran que el dinero no lo es todo.
Lo que perdemos los sorianos en general, seamos o no futboleros, es un activo que se llama ‘autoestima’ y que fue la más grande aportación de los de Francisco Rubio a la provincia. Nos creímos la frase aquella que citó Machado como una máxima de nuestros paisanos en el siglo pasado, ‘Nadie es más que nadie’, con el suplemento de entusiasmo que suponía tener entre ellos a dos de los mejores atletas españoles de todos los tiempos, Fermín Cacho y Abel Antón. Esa imagen del palurdo bajito y rudimentario fue eclipsada por los éxitos deportivos de los nuestros y, aunque no sirvió para que se terminaran autovías, llegaran industrias y cambiara la tendencia demográfica, nos lo creímos y nos estiramos orgullosos luciendo nuestro paisanaje. Puede que incluso se incrementara en algún centímetro nuestra estatura media.
No imaginábamos hace tres años que la salida del club de Francisco Rubio y la llegada de Moisés Israel, fuera el origen del desplome del histórico club que tanto orgullo nos generó, pero no fueron pocos lo que lo temían. Ese planteamiento, que nunca llegó a explicar en detalle el presidente actual, la liquidación de beneficios de la Sociedad Anónima sin haber generado ninguno y algunas otras decisiones que no se explicaban al borde del abismo en el nefasto año de la pandemia, nos ha llevado hasta la cuarta categoría de este deporte, que poco más que fútbol de barrio.