Iván Juarez

CARTA DEL DIRECTOR

Iván Juarez


Colapso

31/10/2020

En mayor o menor medida, todos vivimos inmersos en una suerte de doctor Jekyll y señor Hyde, concernidos por lo que sucede de un tiempo a esta parte y tentados al mismo tiempo por sacudirnos el bozal y dar rienda suelta a nuestros instintos. Por fortuna, aunque pueda parecer lo contrario porque el ruido de los que incumplen es más alto,  el comportamiento general es ejemplar y somos más los que escogemos la vía de la contención para combatir la expansión del virus. No es fácil, en cualquier caso, cumplir cuando desde arriba, que andan en misa y repicando, se mandan mensajes que se han manifestado contradictorios: del Sánchez que se vanagloriaba dando por vencido al virus allá por el mes de julio a decretar un estado de alarma, en principio de seis meses, coincidiendo con el millón de contagios en España. Cinco meses han pasado desde que en una minigira veraniega, el presidente del Gobierno diera al coronavirus por derrotado e invitara a los españoles a «ganar la calle, reactivar la economía y recuperar la normalidad». 
Parecen lejanos aquellos tiempos en los que animado por una pandemia venida a menos por la pandemia, sobre todo por el confinamiento, Sánchez felicitaba a los españoles por ese ejemplo de unidad para tumbar al enemigo común. El discurso en torno a una recuperación económica en forma de V, hipótesis hoy desterrada, nos dibujó un escenario esperanzador no apto para pesimistas ni para los que sostenían que la Covid iba a volver a expresarse con crudeza. Conscientes o no, todos hemos picado el anzuelo y hemos ido relajando nuestros comportamientos con la coartada y complicidad de las altas instancias.
Era cuestión de tiempo que, sin vacuna en el horizonte, con un verano, como suele, expansivo, los contagios volvieran a subir, entre otras cosas porque el virus nunca ha dejado de estar. Parece harto complicado, en el contexto actual, lograr un equilibrio entre el cuidado de la salud y la economía, aspectos que lejos de confluir y maridar parecen transitan por vías paralelas; lo peor es que ningún ámbito aprueba. En el aspecto sanitario basta con detenerse en las cifras, tanto de contagios como de fallecidos (en Soria en un abrir y cerrar de ojos se ha pasado de 114 muertes en verano a 139, solo en el hospital). De la economía, con los confinamientos perimetrales de poblaciones, ineficaces como se ha manifestado en Aranda o Palencia, mejor ni hablar. Palos de ciego, caos y confusión para la población, que  ya ni sabe qué puede o no hacer. La puntilla y para levantar el ánimo,Fernando Simón en modo apocalíptico anunciando un colapso sanitario de cara a mediados de noviembre. El mismo que hace 15 días apuntaba a una «fase de estabilización previa a un posible descenso» de casos.
Aunque duela, la tesis de Simón parece más cercana a la realidad próxima. Una vez más, nos ha dado por rectificar en plena curva. Lejos queda  el confinamiento cuando el discurso giraba en torno a cambiar de prioridades y apuntalar un sistema sanitario con carencias estructurales. No se ha actuado con celeridad. Soria es un ejemplo. La capacidad de la UCI, a poco que achuche el virus, se verá desbordada. Porque si yendo bien andamos justos, cuando vengan mal dadas... no hace falta ser un lince. Otro episodio que deja tocada a la sanidad soriana, a la línea de flotación de la atención cercana, es la salida de ‘los 9’ (cómo habrá sido que ha provocado una dimisión en el país donde nadie se va por voluntad propia). Falta de flexibilidad y poca cintura de la Junta para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Un desenlace que se la ha dejado alPSOE en la línea de gol para profundizar en sus críticas. En medio, los ciudadanos, víctimas de la recesión económica y temerosos ante un sistema sanitario que apunta al colapso. Queda confiar en que, una vez más, Simón falle en sus pronósticos. Crucen los dedos.