Iván Juarez

CARTA DEL DIRECTOR

Iván Juarez


La fiesta en paz

02/04/2022

Vaya por delante que uno no es soriano y es de los que considera que cada cual tiene sus vírgenes, santos y referentes festivos y tradicionales que se corresponden con el lugar donde ha crecido. Aquellos rincones, la patria de la infancia, donde forja recuerdos, cariños y a los que vuelve de manera recurrente. Eso no quita para que uno se sume y disfrute, soy más de fiestas que de duelos, a las celebraciones que se encuentra en su camino. Las haces tuyas, se entrega y empatiza con los lugareños sin el peaje que conlleva mantenerse fiel a sus usos y costumbres y evitando no añadir más candados, que de divertirse se trata, a los que ya imponen otros ámbitos de la vida. El hecho de vivir los Sanjuanes pendiente de los medios que conduzco, en especial La 8 Soria, te obliga a demostrar un desempeño profesional que pasa por conocer el terreno que se pisa, rodearte de colaboradores que saben más que tú (la mayoría), pero también te permite ver las cosas con cierta distancia.
Para empezar, mi absoluto respeto a aquellos que pelean la tradición, que no ven el paso del tiempo, en la gravedad de sucesos de mayor o menor calado, ni en los cambios sociales motivos de peso para cambiar una coma del mundo tal como lo conocen. Todas las fiestas tienen mucho de singular pero, a nadie se le escapa, las de San Juan cuentan con numerosos componentes que las hacen genuinas. Tras dos años de ausencia obligada, el regreso de las fiestas plantea interrogantes agravados por aquellas parejas de jurado que, por un motivo u otro, han decidido saltar del barco cuando estaba levando anclas. Son cinco cuadrillas las que, a día de hoy, no tienen 'dueño' por lo que la celebración, de seguir adelante, se prevé muy diferente a como se ha desarrollado hasta ahora. Sin hablar de restricciones.
El debate está abierto y, aunque parezca tema menor, interpela a las emociones y sentimientos que unen a un pueblo y hacen que se reconozca en el pasado. Ahora bien, en tiempos como los actuales, cambiantes, volátiles, que exigen de flexibilidad por nuestra parte ante un umbral de lo imposible que situamos cada vez a un nivel más bajo, habría que poner en valor, al servicio de nuestras fiestas, esas cualidades, como una esmerada capacidad de adaptación, que nos han permitido superar trances como la pandemia. Entre otras cosas, quién sabe, porque el mundo que conocíamos previo a la irrupción del coronavirus no vuelva a ser el mismo.
Los responsables institucionales están para tomar decisiones y la apuesta por una celebración que no atiende a los cánones establecidos no es fácil pero es necesaria. No entiendo la enmienda a la totalidad de aquellos que navegan entre la polarización del todo o la nada. A aquellos que quieren privarnos del momento de esparcimiento, créanme que no hay tantos que nos pueda deparar el año en los últimos tiempos. No es pan y circo pero, sí, el pueblo necesita de espacios comunes en torno a experiencias positivas y estos Sanjuanes, que se antojan históricos por múltiples motivos, son el mejor antídoto a un periodo tremebundo y depresivo que camina por su tercer año. Soy de los que vi unos cuantos conciertos en el primer verano de pandemia atado a la silla, con bozal en boca y con el swing amputado de cintura para abajo. No renuncio, y la sociedad no debería, a salir de la oscuridad, disfrutar de las fiestas, con las medidas necesarias, juntarnos y asumir el paso, no como una afrenta al pasado sino como un triunfo sobre el presente, una receta de entusiasmo y punción psicológica, también favorable en el ámbito económico. Es más fácil, para muchos, vivir en las cavernas que conquistar el espacio pero no hagamos de una boda un funeral.