Montenegro de Cameros, tranquilidad entre montañas

Ana Pilar Latorre
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Vemos a Eulalia Queralto, una catalana que está ultimando los detalles de su segunda casa rural, llamada Sori-Anna (por Soria y su hija), que abrirá en una semana y se suma a Casa Fabiana que lleva funcionando año y medio con mucho éxito

Montenegro de Cameros, tranquilidad entre montañas - Foto: Eugenio G.M.

Un ejemplo de la gran variedad de paisajes de Soria es Montenegro de Cameros, por su parecido a pueblos de Cantabria o del País Vasco. La actividad principal en este pueblecito de montaña (a más de 1.200 metros de altitud), con un núcleo urbano que parece pequeño pero es muy alargado y un término de 5.700 hectáreas de extensión, es la agricultura, aunque el turismo rural se abre paso con fuerza. Junto al puente, en la parte baja, se indica la ubicación de estos establecimientos.

Muy cerca vemos a Eulalia Queralto, una catalana que está ultimando los detalles de su segunda casa rural, llamada Sori-Anna (por Soria y su hija), que abrirá en una semana y se suma a Casa Fabiana (por su antigua moradora, una señora muy singular del pueblo), que lleva funcionando año y medio con mucho éxito. Visitamos ambas y quedamos maravillados por su decoración, ya que Eulalia es una verdadera artista que aporta un toque especial a estos alojamientos. ¿Cómo llegaron de Barcelona a Montenegro? Pues cuando Eulalia y su marido, Josep María Goma, se casaron hace 47 años, estuvieron en Soria de viaje de novios porque son unos «enamorados» del Románico. «Nos gustó tanto que con los años me regaló una casita y después mi hija compró otra», relata apuntando que las han ido rehabilitando poco a poco. Eulalia conserva todo lo que sea posible y las prepara al detalle, aportando su estilo (paredes, mobiliario, textiles...) e inspirándose en el Románico y el Modernismo catalán (también hace pendientes, colgantes, pulseras...). Esperan tener éxito en esta nueva aventura del turismo rural, ya que antes se dedicaban al sector textil y después pasaron al inmobiliario, y agradecen la acogida de los vecinos.

Conocemos a María José Pérez Parra, quien trabaja en estas casas para realizar reservas, recibir a los huéspedes y orientarles en su visita. Es de allí y, tras estar unos años en Logroño, decidió regresar con sus padres, Vicente e Isabel. Su familia va muchos fines de semana y a sus sobrinas «les encanta el pueblo». Recuerda que a su edad había mucha libertad y era divertido corretear por las calles todo el día y jugar al escondite o al frontón. «La gente dice que es un pueblo precioso, igual los de aquí no lo valoramos tanto. Sí que es cierto que se vive con mucha paz y tranquilidad», sostiene, algo que se aprecia cada vez más. En este trabajo tiene la oportunidad de conocer a mucha gente, porque llegan turistas de diversas partes de España, sobre todo de Levante, Madrid, Barcelona, Navarra... para caminar y conocer la Laguna Negra y los Picos de Urbión, Castroviejo, la sierra Cebollera, las Cuevas de Ortigosa… Tiene afición por la lectura, las manualidades, los largos paseos por los alrededores y coger setas, como muchos vecinos hacen en este día de mayo. A veces, para qué negarlo, se «escapa» a Soria o Logroño (tiran mucho hacia allí). «Hay amigos que me dicen que tengo suerte por vivir aquí arriba. En el confinamiento era un lujo poder salir al jardín», añade.

nacerá una niña HAY UNA ASOCIACIÓN

En paseo por las empinadas calles entre las casas de piedra sobre las rocas escuchando el fluir del río (pasan el río Seco, que no siempre baja, y el río Mayor que va al Iregua) y el cacareo de las gallinas nos encontramos con el ganadero Francisco Medel soldando piquetes para cerrar en la finca a sus vacas charolesas y limusinas. Nos habla sobre el abandono de las zonas rurales y las dificultades de su sector, ya que el pienso le cuesta mil euros más, que sube como la luz y el gasoil, pero los terneros cuestan lo mismo. Francisco tiene relevo, ya que parece que su hijo se incorporará cuando termine de estudiar «agricultura y ganadería», aunque no sabe si esto le satisface o no. En la conversación recuerda cómo era su pueblo antes, con 20 alumnos en el colegio, pero después de que se cerrara le tocó pelear por el transporte escolar, aunque finalmente se llevaba a los chicos a Villoslada de Cameros y de ahí iban a Logroño. La única vecina en edad escolar hace ahora el mismo recorrido. 

Los vecinos avanzan con alegría que en unos meses nacerá una niña en el pueblo, de Javier y Liliana, que son de Igualada (Barcelona) y pasan en Soria muchas temporadas; aunque también esa misma noche ha nacido otro 'montenegrino' en Logroño, de un hijo del pueblo. También comentan que la Asociación de Vecinos y Amigos de Montenegro está construyendo un local para poderse juntar a tomar algo o cenar, así como para atender a las visitas que quieran tomar algo, ya que no hay bar (van a Villoslada o Santa Inés). «Sin ánimo de lucro», recalcan, ya que «lo que se saque irá todo para mejoras». El colectivo organiza la ruta de senderismo en octubre (han llegado a ir 300 personas) y la Jornada del Chuletón de septiembre. Las fiestas de Santa Isabel son en julio.

Desde la parte alta del pueblo nos muestran Peña Negra (casi siempre blanca por la nieve), Peña Mediana y Peña Extremera; lamentan que esté nublado porque «es un pueblo con mucha luz». En las laderas, las ovejas y cabras pastan y balan ofreciendo una estampa muy pintoresca. Vemos también el Ayuntamiento, junto a la consulta del médico (afortunadamente atiende todos los días y vive allí, les lleva medicinas desde Soria). El panadero va cada día, el frutero el lunes y el viernes los ultramarinos. Destaca la iglesia de la Asunción, así como la ermita románica de San Mamés, en los alrededores. 

Hay 54 vecinos censados y unos 30 viviendo habitualmente, pero en verano hay bastante gente y mucho ambiente. Aunque el verano allí no es excesivamente caluroso, van a refrescarse a la piscina de Villoslada o a la Playa Pita. Antes de la mecanización del campo eran casi 300 vecinos, todos ganaderos y agricultores. La gente emigró a Logroño, lo más cercano, pero también a Navarra, Zaragoza, Madrid, Barcelona… Algunos vecinos dicen que su carácter es más parecido a los riojanos que a los sorianos, se tiende hacia Logroño, pero oficialmente todo es en Soria. 

SEIS GANADEROS Y VARIOS RETORNADOS

Llaman la atención los montones de leños que hay en cada casa y vemos una que en venta. El Ayuntamiento rehabilita una de tres plantas para alquiler social, aunque es difícil atraer familias, según nos dicen. Nos apena que haya muchos edificios en ruina o cerrados desde hace tiempo. Un problema es que haya que llevar los escombros a Soria capital, a una hora. Vemos al cartero José Eduardo Zozano, que llega desde la localidad riojana de Torrecilla, y asegura que «llegan bastantes cartas para la gente que hay». Regresa a casa con el pan Paco Medel, uno de los jubilados que han vuelto al pueblo, como Domingo, quien lamenta que no haya bar en funcionamiento. Aunque el invierno se haga «muy largo», valoran la tranquilidad y poder andar por el monte. Domingo emigró junto a sus cinco hermanos a buscar trabajo y ahora se juntan en Montenegro, sobre todo en verano.

Cerca vemos a Paco García Olalla, otro de los seis ganaderos que hay (hace años eran 14). Dice que se vive bien, pero incide en el «abandono» a pesar de las promesas que se hacen a los pueblos. «Los tiempos han cambiado», reflexiona. El alcalde, Enrique Iriondo, regresa de hacer gestiones en Vinuesa y nos acercamos a la dehesa boyal de la Tejera, donde tiene al ganado. Vamos comentando las necesidades del pueblo. La cobertura últimamente no va mal y hay Wi-Fi en las calles principales, pero necesitan fibra óptica para los interesados en teletrabajar, como unos vecinos que han llegado de Madrid. Se ha mejorado la carretera hacia Santa Inés y se han anunciado mejoras en el punto de nieve (Montenegro cede la pista de esquí de fondo). Enrique siguió los pasos de su padre, «tengo vacas, yeguas, ovejas y cabras. De todo menos tiempo»; y su hijo quiere ser veterinario, lo que le alegra. No quiere ni oír hablar de la burocracia ni del lobo, que le ha supuesto muchas pérdidas. Cuando tenía 21 años se estrenó como alcalde, el más joven de la provincia, después lo dejó y ahora lo ha retomado. En el monte están las yeguas de hispano-bretón y un potrillo que acaba de nacer. También la vaca Belu. Cerca hay tres ciervos, pero «pueden verse hasta 60». Contemplamos embelesados el paisaje de montaña, los pinares y hayedos.

De vuelta nos paramos con Ángel Andrés, muy aficionado a la historia, quien tiene un sinfín de curiosidades para escribir un libro de su pueblo (hubo una fábrica de armas, un zulo carlista...) y piezas artísticas hechas en forja con herramientas antiguas para una exposición(ya lo está planeando). «Aquí se vive extraordinariamente bien», asegura este vecino que también retornó tras jubilarse, y dedica su tiempo al huerto, las gallinas (recupera la camerana), pasear, coger setas… Su hijo Alejandro y su nuera Verónica gestionan las casas rurales de La Costanilla y Los Nogales, dos establecimientos con mucho encanto y decorados  con gran gusto al estilo tradicional. Se acaban de ir unos alemanes, comenta, «funcionan bien las plataformas de alquiler online y, sobre todo, el boca a boca». Además, en Montenegro se ubica La Posada Real La Almazuela, conformando una gran oferta de turismo rural. Sin duda, un lugar para descubrir.