Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Tres o cuatro cosas humanas

05/03/2022

El paso por la vida de un ser humano, efímero y milagroso, solo requiere de tres o cuatro cosas fundamentales: salud, trabajo para cubrir las necesidades más elementales, vida social y un poco de cariño. Poniéndonos exquisitos, añadamos objetivos loables, una vida segura para los nuestros y el arte en sus distintas manifestaciones, sin el que no podríamos vivir. Podemos, si me apuran, añadir algún tipo de sentimiento religioso o de otra índole que nos permita dotarnos de una cierta explicación de por qué carajo estamos aquí. Y, sin embargo, y a la vista de los acontecimientos que nos rodean, algunos necesitan o creen necesitar o aseguran que todos necesitamos una interminable y gigantesca lista de cuestiones peregrinas para satisfacer sus egos y que su paso por la Tierra, en vez de leve, deje una huella imborrable; a la sazón, poder excesivo, ansia de fortunas que van mucho más allá de lo razonable, necesidad de imponer su criterio, dominar a otros seres humanos, satisfacer su megalomanía y así hasta que la lista dé la vuelta al globo. 
A estas alturas, ingenuidad, la justa, pero permítanme analizar el escenario que vivimos desde una óptica esperpéntica, sin olvidar a la gente que ahora mismo sufre, porque esa debería ser la primera de las dimensiones humanas, ponerse en el lugar del otro. Aún no hemos terminado de salir de un hecho histórico del que no teníamos precedentes, un virus que, haya surgido de donde haya surgido, ha paralizado el mundo; quizá habría que matizar, diciendo que lo ha ralentizado, que ha puesto a prueba nuestro débil estado del bienestar y que ha traído muerte y dolor; pero, sobre todo, nos ha hecho dudar. Nos las prometíamos felices en un país relativamente tranquilo, razonablemente bien posicionado, una economía fuerte, pese lo que algunos se empeñen en decir… sin grandes problemas, vaya. Y héte aquí que nos hemos visto zarandeados, azotados, agitados por un virus, una entidad microscópica que requiere células para poder repliclarse y que, por su abundancia en la naturaleza, nos puede poner en jaque en cualquier momento. Podría pensarse que esta cura de humildad sin límites nos debería haber servido para ser más solidarios, para darnos cuenta de los motivos principales, para unir fuerzas en pro de una medicina avanzada, de una asistencia más humana… Nada más lejos. A río revuelto, los pescadores de no se sabe qué agitan las aguas ya bravas para acaparar poder, asistimos a luchas políticas encarnizadas y vergonzantes, crecen las banderas del miedo y de la intolerancia. Eso, aquí. 
En la vuelta de la esquina europea, Rusia invade un país que considera de su propiedad, mientras asistimos casi de forma impasible a una guerra en directo, con sus muertes y su destrucción, con la esperanza de que no nos llegue a tocar más allá del precio del carburante. Putin está cerca y está muy loco y eso asusta mucho. Y mientras asistimos al conflicto leyendo tweets, otros aprovechan la bacanal para seguir haciendo de las suyas, ahora que esperar una respuesta europea a cualquier cosa es como esperar a que la lluvia caiga hacia arriba: Marruecos y su lento exterminio del pueblo saharaui, Israel atacando de nuevo plazas palestinas, los talibanes dominando Afganistán y extendiendo su poder en Oriente Medio… por no hablar de otros conflictos enquistados que, como ocurren lejos, ni son noticia. 
En este punto una se pregunta dónde quedan las cuestiones que nos humanizan, si finalmente no sería más razonable que los virus impusieran su ley.