Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Lunas de sangre

11/11/2022

El pasado 8 de noviembre la luna volvió a enrojecerse. Tuvimos una luna de sangre. Se produjo un eclipse lunar total que no pudimos ver, porque como cualquier eclipse lunar, solo pudo observarse desde una mitad de la Tierra, en la que era de noche, y nosotros estábamos en la otra mitad, en la que era de día. Pero su influencia se percibió en todo el planeta, lo viéramos o no. Lo creamos o seamos escépticos. La luna llena causa insomnio, acelera el crecimiento del pelo y de las uñas, influye en el estado de ánimo, incrementa los casos de delincuencia, desencadena la metamorfosis de humano a lobo, propicia los partos, aumenta los accidentes de todo tipo y las brujas vuelan en sus escobas a partir de las doce de la noche. Nada de esto tiene ninguna base científica, pero como buena amante del realismo mágico, me encanta. Sí es cierto que la luna, además de influir en las mareas, condiciona a nuestro planeta en muchas más cosas, por ejemplo en la estabilidad del eje terrestre. Leo mucho sobre la luna, porque me encanta. Algunas cuestiones me sorprenden, por ejemplo, que el satélite se aleja de la Tierra a un ritmo de 3,78 centímetros anuales. Me sorprende el dato y me sorprende la capacidad de los astrónomos para realizar estos estudios. Les envidio. Envidio a las personas inteligentes y curiosas. Creo que es conveniente tenerles cerca, porque igual que la luna influye en la Tierra, la gente que nos rodea nos condiciona. 
Esa capacidad de influenciar entre unos y otros se percibe, a veces de manera divertida, en esta era post pandemia en la que los protocolos de codos han pasado a la historia, pero aún hay personas que al saludarte te hacen una cobra como Dios manda si muestras intención de besarles. Algunos lo hacen por desconocimiento, por si acaso el covid sigue vivito y coleando y se cuela en el beso. Otros lo hacen por prudencia, porque son población de riesgo y no quieren contagiarse. Pero también los hay que son tímidos y/o poco efusivos, no les gusta abrazar ni besar y han decidido aprovechar las circunstancias para mantener los protocolos de por vida y librarse de toqueteos innecesarios. Reconocen, en privado, que si algo bueno trajo la pandemia fue la prohibición de tocarse con otros, porque no les gusta nada el contacto físico y eso que vivimos en un país de grandes abrazos y besos entre conocidos y desconocidos. Hay algunas personas que si te ven cuatro veces al día, te saludan las cuatro veces como si no te vieran desde hace décadas. Así pues, igual que la luna actúa sobre la Tierra, cuando te encuentras con estas personas carentes de efusividad, también te vuelves un poco como ellos y te limitas a ofrecer un codo o un choquecillo suave de nudillos. Tengo que averiguar si con la luna de sangre aún se volvieron más fríos o si, por el contrario, derrocharon afectividad a diestro y siniestro.