"Hay violencia oculta, sobre todo en los pueblos pequeños"

Nuria Zaragoza
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Fue una de las 'madres' de Antígona en 2004 pero su lucha por la igualdad comenzó mucho antes. No está sola en esta 'batalla'. «A su lado» tiene a 60 socias, y algún socio. Porque, insiste, «tanto nosotras como ellos tenemos que hacer los cambios»

"Hay violencia oculta, sobre todo en los pueblos pequeños" - Foto: Eugenio Gutiérrez

Pilar de la Viña tomó el relevo en febrero a Concha Baena al frente de Antígona, la asociación que desde 2004 lucha en Soria por la igualdad, y por erradicar la violencia machista. 

¿Desde cuándo lleva vinculada a Antígona?

Desde antes de ser Antígona [risas]. Es más, fue a Yolanda, una trabajadora social, y a mí a quienes se nos ocurrió el nombre. Años antes de constituir esta asociación ya habíamos hecho otra que se llamaba Hesperia y donde estábamos parte de Antígona y gente que después se fue a vivir fuera de Soria. Con ese grupo de mujeres hicimos una encuesta muy completa a las mujeres de Soria sobre cómo veían determinadas cuestiones de la vida cotidiana, de religión, de política, el trabajo de la mujer fuera de casa. Eso fue en torno al año 87. 

Pero no está sola en esta lucha. Voluntariado, simpatizantes, socios y socias… integran este colectivo ¿Quién está detrás de Antígona?

Detrás no, al lado. Somos alrededor de 60 socias, y algún socio también. Es una asociación de mujeres por la igualdad y, por supuesto, admitimos también hombres, porque tanto nosotras como ellos tenemos que hacer los cambios suficientes para conseguir ese objetivo. 

En la junta directiva estamos doce, que somos las que nos movemos más o menos en todo. Nos reunimos una vez a la semana, los martes, y vamos viendo las cosas que hay que hacer. Este año ha sido muy intenso porque hemos dado muchas charlas en pueblos, colegios, en la universidad... 

Este año han estrenado local en Rota de Calatañazor. ¿Cuáles son las líneas de trabajo en estos momentos?

Las líneas son básicamente dos: ayudar a las mujeres que llaman y que hacen una pregunta, quieren consejo... y, después, una línea de divulgación (charlas, talleres...) de la lucha contra la violencia de género y la igualdad, porque entendemos que la violencia de género es la forma más extrema de desigualdad entre mujeres y hombres. En esta línea de la divulgación va implícita la formación nuestra ya que, cuando realizamos una intervención al exterior, siempre hemos tenido que hacer antes un trabajo interno. Hemos hecho también un folleto sobre lo que es Antígona, los números de teléfono a los que poder llamar y en qué podemos o a quién podemos ayudar. Esta línea de la divulgación nos ha llevado este curso bastante trabajo, y supongo que en el siguiente también. 

En el apoyo a las mujeres, ¿ha cambiado mucho la forma de trabajar desde que comenzó Antígona?

Sí, mucho, porque al principio, como no había ley, teníamos que hacer todo. Teníamos que ayudar a la mujer a recoger sus cosas, a irse, a ir al juicio...  y a cualquier hora. Ahora, sobre todo, asesoramos; porque luego están los servicios sociales, los servicios jurídicos... que funcionan. Y seguimos haciendo también tareas como acompañar a las mujeres al juicio, sobre todo si son de fuera de la ciudad y prefieren que vayamos nosotras a tener que movilizar a parte de la familia, que puede ser más doloroso. Ha cambiado mucho. 

El apoyo a la víctima, que sepa que no está sola, es clave. ¿Hay apoyos suficientes en Soria? ¿Y están los organismos públicos y las entidades privadas que colaboran con las víctimas suficientemente coordinados?

Nosotras pensamos que tendría que haber una ventanilla única donde las mujeres fueran, y esa persona que esté en la ventanilla le diga ya todo, qué necesita para el juicio, cómo tiene que preparar la denuncia, qué ayudas sociales pueden percibir... Que no tengan que ir de un lado para otro para saber los derechos que tienen o las facilidades con las que cuentan. 

¿Cómo afecta el hecho de que Soria sea una provincia pequeña?

En una parte quizá ayuda porque sabes dónde está todo; pero por otra parte dificulta porque no hay anonimato, y eso es mucha presión. 

¿Es aún más difícil llegar a las víctimas en el medio rural?

Sí, porque ahí la presión aún es mucho mayor. Contamos con muchas socias del medio rural y gente con la que hemos trabajado de pueblos, pero sí que es cierto que cuesta, porque allí, si te mueves al cuartel, ya te ha visto todo el pueblo. Es muy difícil. 

Es imposible disponer de datos objetivos pero, ¿les consta que queda violencia machista oculta en Soria?

Sí que queda, porque a nosotros nos ha venido gente diciendo que no quería denunciar y nos ha contado... 

Sí que hay violencia oculta, sobre todo en los pueblos pequeños. Cuanto más pequeño, más le cuesta a la mujer sacar a la luz eso, que a lo mejor también saben todos sus vecinos por otra parte, pero cuesta decirlo. 

El apoyo ahí es básico, porque quizá ella no es capaz de dar el paso. ¿Fallamos como sociedad?

Bueno, siempre parcialmente. Tenemos éxitos parciales y fallos parciales, que es lo que nos caracteriza continuamente. 

España tiene una ley integral contra la violencia machista desde 2004 y un Pacto de Estado con 200 medidas. Aún así, siguen muriendo mujeres por el hecho de ser mujer. ¿Qué falla?, ¿dónde debemos poner el foco?

Yo creo que a los hombres les está costando mucho cambiar. Ahora vemos por ejemplo que Vox ha recogido de alguna manera la queja de los hombres que no quieren cambiar; que quieren seguir siendo el dueño y señor y el amo absoluto de la familia, de la mujer, de todo; de los hombres que creen que, si abandonan ese lugar de preeminencia y de poder, van a dejar de ser hombres. Para mí la clave está ahora ahí. 

Ya hemos conseguido entrar en el mundo ese que era masculino casi en exclusiva, el de poder trabajar y ganar un sueldo, el de tener derechos civiles, el de poder estar en todas las esferas...  Ya estamos en todo eso y ya bebemos como los hombres, fumamos como los hombres, juramos como los hombres... pero, todavía en la cabeza de muchos hombres, está que, si la ven sola por la calle y ha bebido como ellos, entonces, es pieza de ‘caza’ y puede ir a por ella;que si está en casa y se quiere divorciar, o el hombre siente celos, o no ha hecho las cosas como él quiere, pues puede protestar, tratar de corregir, mandar sobre ella y hasta arrebatarle la vida. Yo creo que está ahí la cuestión. Tenemos que feminizar el mundo. Nos toca ahora eso, feminizar la sociedad. 

Los mensajes que escuchamos a diario en el escenario político ¿evidencian que estamos dando pasos atrás?

Si es que esto es siempre un movimiento de ola. No podemos pretender pensar que va a haber una línea ascendente y lineal que vaya directamente hacia una supuesta igualdad. No, esto es una continua lucha. 

Los últimos estudios demuestran que los adolescentes no perciben determinadas conductas de control abusivo y aislamiento como formas de maltrato. ¿Estamos fallando también a nivel educativo?

Yo creo que habría que volver a la Educación por la Ciudadanía o a una asignatura similar, porque yo recuerdo que antes de que esa asignatura existiera ya había muchas intervenciones transversales desde Salud Mental y desde Planificación Familiar en los institutos sobre sexualidad y sobre relaciones de pareja. Creo que hay que volver a ello. Porque ahora los jóvenes aprenden la sexualidad única y exclusivamente del porno, o del porno y la religión combinados, o del porno y lo que les digan en su casa -que sabemos que siempre es escaso-, o del porno y lo que les digan sus amigos, entonces, desde ahí la sexualidad para ellos y para ellas está teñida de dominio, de violencia. 

Las denuncias por delitos contra la libertad sexual han aumentado un 60% desde 2012 en España. En Soria hubo trece en 2018. ¿Hay más casos o es que ahora las víctimas se atreven a denunciar por ese movimiento social que está diciendo ‘basta ya’?

Yo creo que es un poco de todo, pero también es cierto que está en auge la cuestión de vehicular el deseo masculino a través del intento de dominar, de la seducción violenta, de intentar no implicarse en la relación, sino ir de ‘caza’ y encontrar una pieza, dañarla, y ya está, vuelta. 

Algunas de estas víctimas quedan al margen de la violencia de género, ya que solo contabiliza casos de pareja y expareja. ¿Es necesario modificar la ley para que se amplíe el concepto a esas mujeres y a otros delitos como los delitos contra la libertad sexual, el matrimonio forzado o la trata?

Nosotros aprobamos el Convenio de Estambul [convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica], donde la violencia de género se define como la violencia contra las mujeres, fuera y dentro de la pareja. Entonces, creo que tendríamos que ampliar para ceñirnos al convenio. Yo no soy jurista y no sé si habría que modificar la ley, poner un añadido... pero sí que hay que ampliar el concepto de violencia de género, porque además ceñirlo al concepto de pareja o expareja o que haya tenido alguna relación sentimental con ese hombre genera mucha confusión con la violencia doméstica, y la violencia de género va más allá, es otra cosa, es la violencia  machista que se da contra las mujeres por el hecho de ser mujeres, y puede ser dentro o fuera de la pareja. 

Y, después, aplicar todas las medidas de la ley, porque hay muchísimas medidas educativas, formativas... que no son solo penales y que creo que tendrían que implementarse. 

De las más de mil mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en los últimos 16 años, solo una de cada cinco había denunciado. ¿Hay desconfianza en el sistema?

Creo que es que, a veces, denuncias, y no se te cree. Entonces, ¿para qué vamos a denunciar? ¿para ponernos en el candelero y dejar toda nuestra intimidad expuesta para que no sirva de nada y ponernos en peligro? 

A veces dicen, «es que al hombre se le trata como un delincuente porque lo llevan al calabozo una noche». A lo mejor en vez de llevarle al calabozo le podrían llevar a una casa de acogida, me da lo mismo dónde le lleven, pero la mujer es la que se tiene que quedar. Eso la ley lo recoge bien, porque antes la mujer tenía que empezar a emigrar de una provincia a otra, de una casa de acogida a otra. Eso está, pero, además, a la mujer habría que creerla cuando pone la denuncia, y tendría que estar asesorada por un abogado. Porque lo que no se pone en la denuncia, luego, ya no lo puedes decir, porque muchas veces solo sirve para que te acusen de mentir [...]Cuando un hombre pega, antes hay toda una trayectoria, pero quizá la mujer no ha sido consciente, no lo ha visto como un maltrato... y un jurista es quien le tiene que ayudar, porque sabe lo que es importante que recuerde para poner la denuncia. pilar