Huyen de la guerra y dejan atrás lo que queda de sus casas y a su familia. Al otro lado de la frontera se encontraron una mano amiga, la de Francisco, vecino de Noviercas que viajó acompañado de un traductor que facilitó los trámites en el espacio fronterizo. La aclimatación de las dos familias, dos madres con sus respectivas hijas, lejos del ruido de las bombas, está siendo tranquila. No esperan moverse de Noviercas al menos en el medio plazo. De forma paralela el Ayuntamiento de Noviercas trabaja en la adaptación de las viejas escuelas para habilitar espacios habitables para unas 25 personas.