Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


El centro ha muerto, ¡viva el centro!

23/02/2019

Mi hijo acaba de cumplir 18 años y tiene intacta la ilusión por votar. Pobre. Es una lástima que los años te resten ilusión por casi todo y no digamos por acudir a las urnas. No recuerdo cuándo fue la última vez que metí una papeleta en un sobre jubilosa y convencida. Cuando lo pienso me invaden otros sentimientos: pereza, hastío, dudas… Reconozco haber votado a la contra, que puede ser muy pasional, pero no es lo mismo que votar a favor. El panorama político actual es tan desolador, tan alejado de lo que creo que debería ser, que me impide tener ilusión por elegir una opción. Aún así, voto, porque si me quedo en casa me invade el sentimiento de culpa y eso todavía es peor que votar como si te quemara la papeleta en la mano.

Sé que los tiempos que corren no son de moderación, precisamente. Los agitadores, esos seres que pergeñan líos monumentales con espurias intenciones, manipulan a las masas a su antojo, al albur de unos medios de comunicación alineados como pocas veces antes. Malos tiempos también para el periodismo. En Cataluña, un gobierno corrupto hasta la bandera buscó como cortina de humo agitar el sentimiento nacionalista existente, no cabe duda, hasta convertirlo en un conmigo o contra mí inconmensurable. El resultado es una sociedad dividida, fastidiada, incapaz de progresar porque el debate nacionalista lo invade todo, crispada. El modelo se puede trasladar a nivel nacional. El debate nacionalista interesa para tapar corrupciones, para desviar asuntos, para incendiar a las masas, inflamables de por sí. Ante las elecciones, es un arma arrojadiza perfecta que aboca al Armagedón.

Lo que está ocurriendo en este país tiene su base en las leyes físicas. Si agitas con fuerza un líquido, por ejemplo, tiende a irse hacia los extremos, salpicándolo todo, mientras el centro se hunde en un agujero arremolinado. El centro, la moderación, la capacidad de escuchar a los adversarios, de argumentar cada uno desde sus ideas, de consensuar en determinados problemas con rango de Estado, de no insultar al otro por pensar distinto ha desaparecido del panorama, si es que alguna vez ha existido. Y lo peor es que parece que no tenemos otro remedio que alinearnos en una de esas posiciones, el sistema obliga a tomar partido y el partido se juega en las bandas, no en el centro del campo. Agitar es relativamente sencillo. Apelas a los instintos más bajos de la sociedad, al bolsillo, por ejemplo; cuentas con su ignorancia, repartes banderas y repites hasta la saciedad alguna cantinela fácil de retener. Si todo lo aderezas con gritos, insultos, mucho mejor, porque así parecerá que tienes razón. Y ya tienes el lío armado. Parece simplista, pero realmente lo es. Así la ha liado Trump, los agitadores del Brexit, Bolsonaro… el mundo está lleno de ejemplos. Reivindico el centro desde el punto de lo antes citado, la moderación, la calma y la razón, no como opción política, porque creo que no existe. Y lo hago no por buenismo ni por utopía, sino por supervivencia. Ninguna sociedad enfrentada al nivel al que estamos llegando de nuevo en España sale indemne. Y reivindico también, aunque suene extraterrestre, la educación y la cultura como las únicas vías de progreso.

Y ahora, a votar a la contra, una vez más.