La formación como ascensor social

Carlos Cuesta (SPC)
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El nivel educativo de una persona condiciona las oportunidades y opciones de futuro tanto a nivel profesional como económico, de ahí las grandes diferencias que se dan entre los trabajadores

La formación como ascensor social - Foto: Imagen de Cindy Parks en Pixabay

Numerosos estudios demuestran que los niveles de riqueza y de pobreza de las familias condicionan de una forma tremendamente determinante el futuro de sus descendientes. Las clases sociales más acomodadas tienen, en la mayoría de las ocasiones, más oportunidades de disfrutar de unas condiciones de vida no solo más saludables sino también más desahogadas económicamente y, en definitiva, más confortables.

A menudo, desde la clase política se presume que en España existe una educación pública y gratuita pero, a poco que rasquemos ante esta realidad, se observa que los hogares con mayores ingresos eligen para sus hijos colegios privados con una mejor educación y formación a los que la mayor parte de la sociedad no tiene acceso. 

Pero las diferencias desde la infancia van mucho más allá y permiten a las familias más solventes, independientemente del talento, la inteligencia o la capacidad de esfuerzo que tengan sus hijos, poder estudiar en el extranjero, dominar varias lenguas, pagar clases particulares y contar con una formación de élite que les abre las puertas a los puestos más reconocidos y mejor retribuidos en las compañías más prestigiosas.

La posibilidad de nacer pobre y dejar de serlo varía, además, según la autonomía a la que se pertenece. Así, los andaluces y los canarios son los que más difícil lo tienen en este aspecto. Según un estudio titulado El ascensor social en España, un bebé de una familia del percentil de ingresos más bajos nacido en Barcelona alcanza una media de ingresos de casi 6.000 euros más que otro alumbrado en Cádiz.

Más allá de Andalucía y Canarias, la media en España indica que los descendientes del 10% de los hogares con más ingresos acaban con retribuciones por encima de los 30.000 euros de media y, por el contrario, los hijos del 10% más pobre acaban con una media que se sitúa en unos 16.775 euros anuales.

En este contexto, la movilidad social no es la misma en el norte de España que en el sur. De esta forma, el informe denuncia que en Barcelona, los nacidos en una familia pobre consiguen disfrutar de una renta media de 20.500 euros frente a los nacidos en Cádiz, que apenas alcanzan los 15.000 euros, con una diferencia de casi 6.000 euros.

La importancia de la formación cada vez tiene más importancia en esta realidad que representa de una forma fidedigna lo que es este elevador social. Las zonas con mayor abandono escolar son siempre las más deprimidas, según los datos del Ministerio de Educación, que revela que el 17,7% de los andaluces abandona sus estudios de una forma temprana frente al 13,3% de la media del resto del país, lo que justifica las diferencias que existen entre esta región y el resto del Estado.

Los economistas sostienen que las familias más vulnerables no tienen acceso a niveles superiores de educación y, esta realidad, ha hecho que se haya frenado el ascenso social a pesar de las becas y las ayudas que hay para los mejores alumnos.

Además, subrayan que está demostrado que los hijos de familias vulnerables que cambian de provincia mejoran su percentil en mayor medida que los que decidieron permanecer en su lugar natal, a excepción de Madrid y Barcelona donde sucede justamente lo opuesto.

Mujeres

El caso de la mujer, en España también representa un mayor condicionante que el de los hombres, incluso en los hogares más solventes económicamente.

La diferencia entre los ingresos de los hijos y las hijas de una familia de ingresos medios se coloca en los 2.796 euros y si ahondamos tanto por arriba como por debajo las desigualdades son muy destacables.

En definitiva, invertir en la mejor formación posible va a condicionar el futuro y la posición social de las personas. No cabe duda que los trabajadores mejor cualificados son los que tienen mayores retribuciones, menores tasas de paro y una vida más acomodada que les permite disfrutar de horarios más flexibles, seguros médicos, casas más confortables y seguridad ante posibles fracasos que no se pueden comparar con el resto de ciudadanos que, por sus propias circunstancias, están en situaciones de precariedad de las que les resulta más complicado salir a medida que cumplen más años y que tienen más hijos.