Jóvenes en un entorno digital (In)seguro

S.Ledesma
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Tres de cada diez adolescentes no saben gestionar su privacidadGustar y la falta de creencias limitantes justificarían la falta de filtro

Jóvenes en un entorno digital (In)seguro

La trepidante implantación del entorno digital en todos los ámbitos ha obligado a un rápido aprendizaje del uso de las nuevas tecnologías. Los jóvenes, como nativos, quizá lo han tenido más fácil que los adultos, pero también se han encontrado con infinidad de ventanas abiertas a un mundo virtual en el que muchas veces es difícil saber poner límites. Pues ser nativo digital no siempre implica contar con habilidades suficientes para decidir cuándo bajar la persiana. De acuerdo a un reciente estudio de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), tres de cada diez jóvenes afirman no saber gestionar su privacidad en los entornos digitales. Seguir la corriente social y la falta de creencias limitantes, como pensar que no hay consecuencias, justificarían esa carencia de filtro a la hora de mostrar cuestiones personales. Una sobreexposición a través de la que «suelen buscar entretenimiento, ligar, gustar o agradar a los demás»; en definitiva, «socializar».

«Las dificultades que manifiestan los adolescentes a estas edades están más relacionadas con la incapacidad para ver las consecuencias negativas de no gestionar su privacidad», explica Silvia Mateo Larrubia, directora y psicóloga del centro de psicología Psique de Soria. «Piensan que a ellos no les va a ocurrir nada malo, no se suelen poner en lo peor», añade. 

La gestión de un perfil público en redes sociales no es fácil en ningún ámbito y el privado, si se expone públicamente, puede ser uno de los terrenos más farragosos tanto por los comentarios que se hacen como por los que se reciben. Y los jóvenes, indica Matero Larrubia, «buscan la aprobación y gustar a sus iguales». Forman parte de una generación en la que la imagen está por encima de muchas otras cosas, «se le da mucha importancia» y «gustar a los demás y ser aceptado socialmente es la base de su autoestima». 

Cuerpos perfectos, vidas perfectas, comentarios perfectos… Aparentemente. Hasta sus dispositivos llegan multitud de mensajes en los que hay más fantasía que realidad. La necesidad de agradar a cualquier precio, principalmente desde el punto de vista físico, «puede causar problemas graves relacionados con las trastornos de la alimentación».

 «Cuando el adolescente abusa del teléfono y manifiesta problemas de insomnio, agresividad, alta ansiedad, aislamiento en la familia, etcétera, es cuando hay que pedir ayuda», asegura la psicóloga. A su consulta llegan jóvenes «con problemas de conducta o dificultades» con sus progenitores más que los derivados del uso de las nuevas tecnologías. Esto, «más adelante, se identifica con problemas de autocontrol». La experta en Psicología indica que el perfil es el de «personas con baja tolerancia a la frustración, impulsivas, que buscan la gratificación inmediata». Añade una cuestión importante: «Tienen padres permisivos que no les han puesto límites y es en la adolescencia donde ven el verdadero problema que comienza a trabajarse en la infancia».

Evitar la dependencia digital es más sencillo de lo que parece: «Se trata desde la familia, enseñando a los padres a poner límites a sus hijos». La psicóloga habla de «tratar la comunicación en familia, acuerdos, etcétera». Porque, como indica, «no es cuestión de que se cure como una enfermedad, es un cambio de hábitos en el uso de las tecnologías». Por todo esto, para la psicóloga, «es importante educarnos e informarnos como padres y madres en los riesgos que corren en el abuso de las nuevas tecnologías» para «poder actuar de una manera adecuada».

una forma de socializar CON LÍMITES

La conexión a los entornos digitales, principalmente a través de redes sociales y aplicaciones, es desde hace unas décadas una nueva forma de socializar y no sólo para los más jóvenes. Pero ellos, que han nacido con las nuevas tecnologías ya implantadas, lo ven como algo natural, aunque también son conscientes de la necesidad de establecer fronteras. Y de ello hablamos con tres jóvenes sorianas, para quienes la privacidad es importante, pues todas tienen sus cuentas sociales bloqueadas para aceptar solamente a personas que conocen y se cuidan mucho de colgar contenido comprometido. Quizá por eso nunca hayan tenido ninguna mala experiencia por colgar fotos personales, lanzar una opinión o atreverse a abrir un debate en un medio en el que el anonimato abunda. Instagram, WhatsApp, Twitter, Snapchat, TikTok, Spotify y Bereal son parte de su entorno digital social y de ocio diario.

OCIO E INFORMACIÓN DAR UN BUEN USO

No sólo «entretenimiento» y «seguir a lo amigos» es lo que buscan estas tres jóvenes en las aplicaciones y redes sociales. Para Teresa Hernández Millán, de 19 años y estudiante de Derecho, «es una de las maneras más fáciles para hacer llegar un mensaje importante, como ayudar en campañas para recaudar dinero para una operación costosa». Eso siempre que sean «bien utilizadas». No oculta su disgusto por considerarlo «un mundo muy superficial y muy perfecto en el que toda la gente aparenta tener vidas perfectas cuando no es así». 

Estar al día de la actualidad es otra de las razones que esgrime Inés Soria Romera, de 19 años y estudiante de Medicina: «Me interesa Twitter porque también sigo noticias y me entero de algunas cosas». 

«Me gusta la información y el entretenimiento que te ofrecen, tanto de cosas útiles del día a día como ver lo que cuelga otra gente en el momento o conversar con amigos», admite Patricia Díaz Valtueña, de 19 años y estudiante de Farmacia. Por otro lado, reconoce, desaprueba «lo enganchados que estamos y el daño que puede generar una red social a una persona». Así, censura la sobreexposición continua: «Creo que no es nada bueno tener que mostrar todo, por privacidad», aunque, «con cuidado, puedes enseñar tu vida, pero con ciertos límites». 

conexión permanente CONSECUENCIAS

El entorno digital ha ido evolucionando a la par de gustos y modas. Durante mucho tiempo el éxito virtual se ha manifestado a través de seguidores y likes, y tener la cabeza agachada para contestar la infinidad de mensajes y alertas que se reciben a diario en los smartphone, el precio que se paga por la conexión permanente. Para estas jóvenes sorianas, la cantidad de me gusta obtenidos o contestar inmediatamente a un mensaje no ha sido motivo de angustia. Sin embargo, reconocen otros efectos. Teresa asegura haber tenido «cierta ansiedad por el hecho de compararme en redes sociales, ya que ver a influencers con cuerpos y vidas tan perfectas te hace compararte y que te surjan complejos e inseguridades». A Inés le molesta notablemente que alguien a quien no sigues en Instagram pueda enviarte enlaces, porque, generalmente, «son links pornográficos». «Debería haber un filtro», considera.

Y mientras, la evolución continúa, con redes sociales en las que supuestamente uno se muestra tal y como es, sin filtros, como Bereal. Inés considera que este tipo de aplicación «te hace ser todavía más dependiente del móvil» por tener una alerta para sacar la foto en un momento determinado, independientemente de lo que se esté haciendo. Para Teresa, «aunque el fin de la red social esté muy bien enfocado», al final «intentamos salir lo mejor posible borrando la foto varias veces hasta que consideramos que salimos bien».