La Venus de César Ibáñez

Fernando González Córdoba
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La lectura mantiene un buen ritmo narrativo de principio a fin sin que decaiga

La Venus de César Ibáñez

César Ibáñez París, el autor zaragozano afincado en Soria desde hace muchos años, nos sorprendía gratamente con la publicación de una novela de género negro que contaba con el aliciente añadido de desarrollarse en nuestra pequeña y tranquila ciudad. Aunque esa tranquilidad se ve trastocada en la ficción -y Dios quiera que nunca lo sea en la realidad- por la aparición de un adolescente ahorcado en el más emblemático de nuestros parques, la Alameda de Cervantes.

Para algunos, para muchos, era una magnífica noticia el hecho de que a quien conocíamos ya como excelente poeta se revelase, además, como no menos excelente narrador. A esta novela le siguieron alguna más como la premiada La cueva de los diez acertijos (I Premio Avelino Hernández de novela juvenil, convocado por el Ayuntamiento de Soria) o Donde viven los muertos; así como el volumen de relatos Los árboles de Petia. Ninguna de estas obras continuaba por la senda del género policíaco.

Sin embargo, en estos inicios de año, estamos de de enhorabuena quienes disfrutamos con Los frutos caídos. Y es que, ya está en las librerías La venus de las matrioskas, novela de género negro galardonada con el XXX Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal, que convoca la Diputación Provincial de Zaragoza, institución que se ha hecho cargo de la edición del libro.

Comenzaré diciendo, por si alguien se hiciera la pregunta, que no se trata de la nueva entrega de una serie, tan al uso en la novela negra actual. La venus de las matrioskas, que es la novela que motiva mi comentario, no se desarrolla en Soria ni es el entrañable comisario Maroto quien investiga ninguna acción criminal, homicidio o delito alguno.

El protagonista, en esta ocasión, es un joven aparentemente un tanto ingenuo que por una de esas casualidades de la vida se ve implicado en una trama criminal que le obliga a convertirse en una especie de investigador privado que ha de trabajar en colaboración con la policía para tratar de dar con el asesino de Alicia, una joven periodista a la que ha conocido apenas unos días antes de ser asesinada. ¿Se trata de una venganza personal, ha descubierto en su trabajo como informadora alguna trama o conspiración criminal...? Se da la coincidencia, de que Carmen, hermana de la anterior, fue también asesinada, aunque cinco años atrás. Lógicamente, no se trata de aportar en esta reseña ningún dato que desvele la trama del relato. El protagonista, como ha quedado dicho unas líneas más arriba, nada tiene que ver con la investigación criminal aunque, bien es cierto, que es un encendido entusiasta de Sherlock Holmes, el célebre personaje creado por Sir Arthur Conan Doyle, autor al que lee y relee una y otra vez. Y no menos entusiasta de la novela de Fiódor Dostoyevsky Crimen y castigo. Leemos en la página cinco (la primera de la novela): «Yo prefiero releer: ya voy por la sexta vez con el canon holmesiano de Arthur Conan Doyle y por la novena con Crimen y castigo, que es mi preferida. Me sé párrafos de memoria».

Lo cierto es que en La Venus de las Matrioskas se va tejiendo un intrincado y complejo entramado en el que, como en toda novela del género, van apareciendo una serie de personajes que, relacionados de una forma u otra con la joven asesinada, se hacen acreedores a tener motivos para ser autores del crimen. Ya se sabe, los primeros sospechosos son aquellos que están más próximos a la víctima. Pero ya anticipo al lector que, como en toda buena novela negra no es fácil acertar en el juego de tratar de adivinar el nombre del autor aunque, por otro lado, es lógico participar en el mismo.

La novela mantiene un buen ritmo narrativo de principio a fin, sin que decaiga en ningún momento, lo que hace que su lectura sea amena desde la primera hasta la última de las doscientas ochenta y cinco páginas, es decir, hasta su punto final.