Pedro Estepa

Pedro Estepa


A tutiplén

12/01/2022

Tengo la sensación de estar empachado. Y eso que, estas Navidades, no he tomado ningún turrón, mazapán ni dulce alguno. No sé si es una percepción egoísta de mi mente o también lo sienten así mis congéneres. El ahíto que padezco me provoca malestar general, hastío, pesadumbre, desazón… Pero, esta vez, la indigestión que padezco se debe a la cantidad de noticias falsas que nos llegan por diversidad de medios. A tutiplén. Es muy cansino. También peligroso para nuestro modelo de convivencia. Estoy harto de ver docenas de "fake news" a la semana. Y lo que me resulta aún más repugnante es ser testigo de cómo unos y otros las manipulan para desacreditar al contrario, al oponente, al enemigo.

Espero que, para la mayoría, resulte obvio que se trata de estrategias de comunicación y de acoso y derribo calculadas al milímetro, aunque a veces nos las puedan colar. Por eso creo que la rapidez, hoy en día, se ha convertido en un arma letal. La prisa no es buena compañera de viaje y nos ha adiestrado, como a lindos perritos, para leer "noticias" sin reflexionar en lo que realmente nos están queriendo decir. Y así, sin darnos cuenta, podemos caer en una espiral infinita de la que sea complicado escabullirnos. Que gire sin parar y que nos salpique a todos de caca, con el mal olor que ello conlleva. Porque sí, hay asuntos que huelen muy mal. Y es deber de todos, como ciudadanos que somos, preocuparnos por nuestro hábitat y que no se convierta en un estercolero. Por mucho que algunos se empeñen en conseguir tal fin.

Los bulos son armas de destrucción masiva que, una vez liberados en nuestro entorno, son capaces de expandirse tan rápido como ómicron, la variante de la Covid-19 con la propagación más rápida de la historia hasta el momento. A ello se suma la creciente intolerancia de la propia sociedad según indica el profesor universitario Fernando Vallespín. El también politólogo señala la perversión de la opinión pública debido al desarrollo descontrolado de las redes sociales y la pérdida de privacidad de las personas. Añade que internet incita de forma potente los procesos populistas e identitarios que amenazan con subvertir el pluralismo social convirtiéndolo en auténtico tribalismo.

Me da la impresión de que cada vez somos más intolerantes y la llamada cultura de la cancelación acecha inexorablemente. Si echamos un vistazo general, esto es un tótum revolútum. Un cóctel explosivo que solo parece beneficiar a aquellos que viven del enfrentamiento continuo con unos fines destructivos.

Como decía al principio, me siento indigesto y voy a intentar buscar alguna solución. Por ejemplo, en el mes de enero empezaré a masticar pausadamente. Una adecuada trituración de los alimentos facilitará la digestión en el tracto digestivo. O, dicho de otra forma, leeré toda información que me llegue detenidamente, con una actitud crítica y reflexiva.

Y, sin dudarlo, saldré a hacer ejercicio. Iré en bici hasta el monte Valonsadero a ver cómo rumian las vacas. También a correr por las márgenes del río Duero. El aire puro es bueno para tanta intoxicación alimentaria y verborrea inútil. Y, por último, llegaré hasta San Saturio a quien le pediré que nos ilumine para arreglar el patio tan bonito que se nos está quedando.