Jesús de Lózar

Jesús de Lózar


Caballos

23/04/2022

Bonita era el nombre de la yegua que teníamos en casa. O al menos así de cariñoso la llamaba mi padre pasándole la mano por el lomo. Con Romero, la mula del abuelo, íbamos con el carro a comprar lana por los pueblos mientras mi padre y mi hermano hacían  lo propio con el Ebro Thames. Prefería ir con el abuelo porque mi padre tenía la mala costumbre de coger una saca grande, ponerla en la romana para destarar y luego utilizar otra de menor peso para enfardar la lana. Cuestión de principios. 
Nos pasábamos toda la mañana llamando a la puerta, quién vive, contestando la mujer el amo está en la tierra, esperando hasta última hora o primera de la tarde, y así una casa y otra. Había mucha competencia y teníamos que volver a la hora que nos dijeran. Con frecuencia nos daban las tantas. Un día, desfallecidos, ya eran las cuatro, éramos la expresión viva del poema: El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos –polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Cerrado está el mesón a piedra y lodo. Conseguimos que una buena mujer se apiadara de nosotros y nos hiciera el mejor pollo con arroz de mi vida. Y de postre melocotón en almíbar. 
En Soria ya no hay carne de caballo, aunque hasta los noventa hubo un carnicero de equino, José Pescador, y se han vendido algunas unidades sueltas en El Valle. En otras partes de España se sigue consumiendo y se exporta a Italia y Francia. En los primeros ochenta nuestro lema era Soria románica, remanso de paz, asociado al logotipo de los arcos de San Juan de Duero, reflejado incluso en la imagen de la entidad financiera más importante de la provincia en  aquella época. Desde el descubrimiento hace ya casi treinta años en el yacimiento de Numancia de una fíbula de caballito realizada en bronce, una especie de imperdible que usaban los celtíberos para sujetar sus prendas de vestir, este icono arqueológico está en todas partes. Epona, agencia de transporte, panadería. En los coches, por descontado. Cuando ves una medalla con el caballito ya sabes que su portador está relacionado con esta tierra. Hoy todo el mundo lo identifica con Soria, no solo con la ciudad sino con toda la provincia. Eso tenemos ganado.
En 1987 Carlos Miguel Romera fue de los primeros en organizar excursiones a caballo, con salidas mañana y tarde en la zona de Playa Pita. Pedro Rioja dejó los mejillones y la tortilla con tomate picante del Montico en el Tubo Ancho y montó hace 30 años en Garray lo que era la ilusión de toda su vida, la Cuadra Antares. Un verdadero precursor, al que han seguido otras iniciativas como el Club Hípico El Robledal en La Verguilla de Golmayo y la Cuadra Garel en La Olmeda de El Burgo de Osma, todos ellos centros homologados y miembros de la Federación Hípica de Castilla y León, y las Yeguadas Camino de Sirga en El Royo y Marín en Ólvega. Ofrecen una variada panoplia de prestaciones y servicios: clases de equitación, poniclub, doma de caballos, concursos, pupilaje, alquiler de boxes, club social, equitación terapéutica, romerías, paseos y rutas a caballo, en carruajes, calesas para bodas, organización de eventos, fiestas y exhibiciones.
El turismo ecuestre ofrece muchas posibilidades todavía sin explotar. Recursos, naturaleza, instalaciones y profesionales no nos faltan. Ya tenemos un logo. El caballito de Numancia. Epona. Hay que aprovecharlo,  crear un producto turístico y una marca.