Los ojos de la Guardia Civil en el aire

EFE
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El auge de los drones se ha convertido en la principal carga de trabajo de los equipos Pegaso, que vigilan los cielos para combatir cualquier amenaza que pueda producirse en el espacio aéreo

El cabo primero Francisco Fernández (d) y el guardia Sergio Rodríguez pertenecen al equipos Pegaso - Foto: C. Barba (EFE)

La Guardia Civil vigila y vela por la seguridad en tierra, mar y también aire, ya que gracias a los equipos Pegaso (Policía Especialista en Gestión Aeronáutica y Seguridad Operacional), combate cualquier amenaza que pueda producirse en el espacio aéreo en lugares como aeropuertos y prisiones, además del cada vez más frecuente tráfico de drogas mediante drones.

En Almería, el cabo primero Francisco Fernández Rivera y los guardias civiles Joaquín Vega Martín y Sergio Rodríguez Alonso, los tres destinados en la Sección Fiscal y Fronteras del Aeropuerto de Almería, componen este grupo nacido de la «necesidad» para combatir vulnerabilidades en el aire.

Porque, recuerda el guardia Sergio Rodríguez en una entrevista, el espacio aéreo es también utilizado para el tráfico de drogas o armas, o para dejar caer dispositivos móviles y estupefacientes en una prisión. A ello se suman actividades en apariencia inocuas que suponen un peligro para la seguridad en los aeropuertos, por ejemplo.

Pegaso tiene encomendadas tareas de prevención, con la visita a instalaciones como aeródromos, helipuertos o campos de vuelo; pero también de reacción inmediata si se presenta una eventual emergencia y a petición de cualquier unidad que requiera de su apoyo o asesoramiento.

También llevan a cabo labores de investigación en accidentes y facilitan el trabajo de diferentes organismos, como la Comisión de Investigación de Accidentes Incidentes de la Aviación Civil (CIAIAC) o la CITAAM. «Cualquier cosa que se levante del suelo» es susceptible de ser de interés para el equipo Pegaso. Incluso antes de que lo haga, ya que, por ejemplo, estos agentes verifican en aeródromos y helipuertos que todo se acoge a la normativa.

«Comprobamos que se cumplen las condiciones necesarias. Si hablamos de aeródromos o campos de vuelo, ahí nos metemos más en temas policiales, porque a día de hoy siguen llegando con una avioneta, descargan droga y se van», apunta Rodríguez.

Todo bajo control

Asimismo, otra aspiración es la de «legalizar» los campos de vuelo. «Hay muchos en los que se han juntado cuatro amigos del aeromodelismo para volar allí. Queremos garantizar la seguridad, que por ejemplo, cuando llegue un vuelo comercial, no haya ningún objeto que pueda interferir», explica.

«Antes no había nadie que realmente estuviera especializado en esta materia. Cada uno hacía lo que quería en el aire y había un descontrol. Ahora nosotros vigilamos eso», incide. Tanto era así la cosa, que incluso había quien «cogía su avioneta, se iba a comer a Madrid y se venía por la tarde». «Sobre todo, lo que buscamos es que la gente lo haga bien. Con las nuevas normativas, es más fácil hacerlo bien que mal», sostiene.

Un dispositivo volador que se ha popularizado en los últimos años es el dron, cuyo uso no está prohibido por la normativa, pero sí limitado. «Está todo permitido, pero con autorización», manifiesta el guardia al respecto. Como ejemplo, señala un caso concreto en el parque natural Cabo de Gata-Níjar (Almería). «Hay una pareja de águilas perdiceras, la única de todo el parque. En época de cría vino una productora a grabar. Pues se le dijo que tenía que esperar a que finalizase la época de cría», apunta.

El agente traslada que en la propia página web de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) es posible comprobar restricciones como las geográficas u horarias. Aunque también influye el tipo de dron. «No todos son iguales, cada uno tiene sus especificaciones, peso, pueden llevar cámaras o no; y luego viene otra parte, que es la de los pilotos», aclara.

Vulneración de derechos

En lo relativo a las cámaras, las mismas podrían afectar a la intimidad de las personas, aunque lo más fácil es que pueda producirse una infracción administrativa al volar para realizar una panorámica al no tener en cuenta aglomeraciones de personas o cuáles son los espacios protegidos. Precisamente, estos aparatos no tripulados tienen que tener su correspondiente seguro.

Y todo eso sin tener en cuenta los usos ilegales. «Estamos incidiendo mucho en la seguridad de las cárceles, en la de eventos de todo tipo como el festival Dreambeach, en la de altas personalidades como el Rey -cuya visita a Macael (Almería) fue asegurada desde las alturas por el equipo Pegaso- o del presidente del Gobierno. En cualquier recinto en el que se nos requiera o siempre que sea previsible la aglomeración de personas», apostilla.

Aunque las descargas aéreas de droga existen aún, el traslado de estas sustancias con drones es aún incipiente pero existe. También sirven para vigilar plantaciones de marihuana o para introducir móviles en centros penitenciarios.

Afortunadamente, además de la prevención y la vigilancia, el Pegaso cuenta con equipos como un inhibidor con tres frecuencias (corta, larga y GPS) para interrumpir a cualquier objeto volador, así como otros sistemas informáticos móviles que les permiten registrar la posición y recorrido.

Y a pesar de todo, este grupo de vigilancia insiste en que es primordial la concienciación de los ciudadanos. «Un dron no es un juguete. Una de las preguntas más importantes que se puede hacer alguien que quiera volar uno es... ¿Qué pasaría si pierdo el control? ¿Causaría algún daño? Es una de las preguntas más importantes que se tiene que hacer un piloto», concluye.