Tan entretenidos estábamos contando concejales y haciendo sumas para ir poniendo nombres a las alcaldías, cuando, de pronto, una de esas noticias que te dejan impactado para un buen rato, se abrió paso como si fuera una flecha llena de maldad. Resulta que una mujer, todavía muy joven, casada y madre de dos niñas, se había suicidado de forma repentina. Ni siquiera digo que decidió suicidarse, porque intuyo que, en muchas ocasiones, el suicidio no es el resultado de una decisión, en el sentido más estricto de acto voluntario, sino de un impulso con un nivel elevado de irracionalidad.
Todo parece indicar que se trataba de una reacción impulsiva frente a un acontecimiento verdaderamente sangrante: había entrado en la red una grabación íntima, de contenido sexual, realizada a la mujer años atrás y el video circulaba por los conocidos canales, incluidos grupos de whatsapp de compañeros de trabajo. Cuando la mujer lo supo, y percibió el ambiente creado en torno a ella, no pudo resistirlo y se suicidó. A falta aún de una investigación que aclare las circunstancias, se especula sobre si la grabación pudo hacerla ella misma o si se hizo con su consentimiento, si la difusión pudo deberse a un error propio, si estaba relacionada con algún tipo de chantaje, si se hizo a modo de broma, o para hacer una gracia, o lo que fuera.
Como si todo eso importara mucho. Porque lo importante, tras detestar la desgracia ocurrida, es comprobar otra vez la capacidad de hacer daño que puede esconderse en técnicas de comunicación masiva que generalmente consideramos como avances espectaculares. Detrás puede haber inconsciencia o maldad, ambas en grado sumo; y hasta cabe pensar que el eventual difusor, o quienes fueron ampliando el círculo de receptores del video, jamás pudieron suponer que el desenlace fue el que fue. Tanto da. Decidieron amplificar una intromisión en la intimidad ajena, a lo que no obsta que la grabación fuera consentida en su momento. Y esto es lo alarmante, lo fácil que es jugar con la sensibilidad de otros, poniendo en riesgo su dignidad. A veces, su vida, como fatalmente ocurrió en este caso, tan lamentable y tan trágico.