Editorial

Cumbre del Clima (COP 27) de «pérdidas y daños» y frustraciones

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El fin de la Cumbre del Clima (COP 27) parecía que iba a saltar por los aires, lejos de un acuerdo unánime, tanto por no alcanzar un compromiso por rebajar la temperatura global más allá de los 1,5 grados ni por la justicia de crear un fondo de pérdidas y daños para los países en vías de desarrollo que sufren las inclemencias del cambio climático provocado por las que sí contaminan. No se ha conseguido lo primero, pero lo segundo sí. Justicia climática para aquellas naciones que no han podido alcanzar mayores cuotas de desarrollo por diferentes situaciones y que padecían las virulentas agresiones de un clima, se quiera reconocer o no, camina hacia el precipicio. 

Porque el clima, como otras posverdades, suscita sentimientos encontrados en naciones y dirigentes que, precisamente, combaten la idea de que la tierra atraviesa unos ciclos cambiantes y niegan en su expresión máxima la intervención humana a través de la quema principalmente de hidrocarburos. En esta cita, algo caótica y nada ambiciosa, sobrevuela la idea de que es preferible en tiempos difíciles, -como los actuales con los precios de las materias primas y de los productos energéticos en máximos históricos-, aparcar los compromisos medioambientales en beneficio de aquellas potencias involucradas en esas tensiones. En estos días se ha podido comprobar cómo la Unión Europea, punta de lanza en la estrategia de la descarbonización y la eliminación de los gases CO2, se ha quedado aislada en su demanda en avanzar en la reducción de la temperatura global más allá de los 1,5 grados. 

Sin duda, la guerra de Ucrania y sus efectos han condicionado la confección de conclusiones más esperanzadoras. Aparte de los compromisos que deban asumir cada nación, la COP debería ser la catapulta para lanzar el mensaje a los ciudadanos de que no hay retorno y la preocupación es cada vez mayor por la utilización de nuestros recursos. Los principales líderes participantes en esta cumbre se han agarrado al acuerdo histórico de dotar de un fondo más que por los avances reales en la rebaja de emisiones: «Una señal política muy necesaria para reconstruir la confianza rota», confesó el secretario general de la ONU, António Guterres, pero insuficiente porque como él mismo reconoce que «una reducción drástica de las emisiones es la única respuesta a la crisis que amenaza con borrar del mapa a los países-isla o convertir toda África en un desierto». 

En la Europa de la apuesta por el hidrógeno verde, la electrificación de la movilidad, por la estrategia de la descarbonización e incluso la desnuclearización de la energía en todos sus ámbitos, ayer tuvo que ceder, de nuevo, ante Rusia y Arabia Saudí, porque no estaban dispuestas a traspasar la línea roja del gas y del petróleo. Otra vez, la banca gana.