César Millán

César Millán


No a las guerras

05/03/2022

Reconozco que es muy fácil decir que no creo  ni en fronteras ni en banderas siendo ciudadano de un país de Europa occidental y que me considero ciudadano del mundo cuando mi pasaporte me permite, o al menos me permitía, acceder a casi cualquier parte del mundo.  Intento, de la misma manera, ponerme en la piel de aquellos que deben abandonar todo para buscar un 'posible' futuro en tierras desconocidas. Pero todo, todo, desde ese punto de vista privilegiado que tenemos quienes hemos nacido y crecido en un país en el que el nivel de vida es muy superior a buena parte de la humanidad. Que sí, que no hay día que no nos quejemos de las muchas carencias (además somos sorianos), injusticias y abusos que se cometen en nuestro país, pero basta lanzar la vista a una zona en conflicto para darnos cuenta de aquello con lo que nosotros sí contamos, de la diferencia que existe entre nuestro presente y el de muchos otros lugares del globo. Por no hablar, claro, del incierto futuro.
Por supuesto que no somos conscientes de lo que sucede en el mundo -nos hemos inmunizado ante casi todo-, hasta que lo vemos cerca. Ha bastado una guerra (injusta, sangrienta e irreverente) más o menos cercana, para darnos cuenta de lo que supone que el poderoso trate de doblegar a quien le parezca. La dureza de declaraciones, de imágenes y referencias, nos muestran la injusticia, el terror y el dolor que es capaz de producir el ser humano (o al menos algunos seres humanos). Pero, ¿qué pasa con las otras guerras? Con los otros conflictos que se han enquistado en numerosos puntos de nuestro planeta y a los que apenas hemos prestado atención. Es por la diferencia de piel, de cultura o religión, o simplemente por que sucede en lugares cuyas fronteras se nos antojan lejanas.
No voy a negar la atrocidad que me parece la invasión rusa de Ucrania, la solidaridad con quienes lo único que pretenden, como nosotros y como el resto de la humanidad, es vivir tranquilos y en paz. Pero la misma solidaridad con Ucrania deberíamos tener con Siria, el Sur de Sudán,  la República Centroafricana, Yemen, Etiopía, Mozambique y Afganistán entre otros.
Sí, la guerra está en nuestras fronteras y eso parece nos atañe aún más, nos atrapa y retuerce nuestras entrañas de tal manera que es ahora cuando somos conscientes de lo que supone  una guerra, de que alguien trate de tener, o conseguir,  la razón por medio de la fuerza. Y es ahora cuándo se hace más necesario el Centro de Acogida de Refugiados que se pretende crear en nuestra ciudad, cuando se hace más patente lo que nosotros, desde este pequeño y vacío rincón de Castilla, podemos hacer. Puede que ahora nos olvidemos  de los 'problemas'que podría generar en nuestra ciudad, que la incertidumbre y el miedo a lo desconocido desaparezca ante la barbaridad que está cometiendo Putin. Y es que debería darnos lo mismo que quienes huyan de un conflicto no hablen nuestro mismo idioma, no profesen la religión que hemos heredado de nuestros mayores, o color de su piel sea muy distinto. Ahora nos toca ayudar, dentro de las posibilidades de cada uno, a Ucrania, demostrar que sentimos la injusticia a la que se ven sometidos y respaldar la defensa de su país. Todos somos Ucrania.