Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


De botellón

20/09/2021

Llaga la mejor de las noticias, la recuperación de la “normalidad” en varias regiones a partir de este lunes; pero llegan también los malos usos de la libertad, entre ellos el botellón. El fin se semana nos ha regalado varios botellones multitudinarios, entre ellos el de la Ciudad Universitaria de Madrid, con 25 mil participantes según la policía, y otro masivo en las cercanías de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Se comprende que la juventud se desate después de año y medio atada, con apenas posibilidad de relacionarse, dependientes de las mascarillas y de mantener la distancia de seguridad. Pero esa comprensión no justifica que miles de jóvenes se hayan sumado a unos botellones convocados en el último momento y a través de las redes sociales; pretendían evitar así que las autoridades pudieran tomar medidas para impedirlos. No les parecía importante a los participantes que los botellones se convirtieran en un foco de contaminación y contagio de imprevisibles y desgraciadas consecuencias.

El grito de “Estamos vacunados” no era garantía de nada, porque ni todo el mundo lo estaba, y además porque probablemente allí había seguidores del movimiento negacionista. Seguidores que deberían ser castigados a visitar los centros sanitarios donde han muerto o atienden a enfermos de covid que se negaron a ser vacunados. Allí pueden contarles historias escalofriantes de personas que, en sus últimas horas, reconocen su irresponsabilidad.

No se puede mirar hacia otro lado ante la inconsciencia de las docenas de miles de jóvenes españoles que han acudido a los múltiples botellones de este fin de semana. Si la cultura del botellón fue en un principio la alternativa a la carestía de las copas en bares, clubs y discotecas, participar en un botellón en los tiempos actuales es un absoluto disparate. Pone en peligro la propia vida del participante pero también la de todos aquellos que tienen la mala fortuna de cruzarse en su camino; familiares, amigos, compañeros de trabajo y de estudio, o simplemente personas con las que se coincide en cualquier lugar público. La vacuna inmuniza, pero no al cien por cien y no a todo el mundo. No hay nadie que no conozca a algún vacunado, o que ha sufrido el covid y se consideraba inmunizado, que ha vuelto a ser alcanzado por el maldito virus, que ha matado a vacunados e inmunes.

Los botellones hasta ahora provocaban comas etílicos, algunos de ellos de funestas consecuencias; también enfermedades como mononucleosis o herpes por compartir botella, así como enfermedades venéreas y embarazos indeseados si el exceso de alcohol llevaba a perder el control. Ahora, con el virus del covid todavía activo, puede matar.

Participar en un botellón no es acto de protesta y de libertad, de reivindicar una forma de vida ante los mayores. Hoy, supone identificarse con un movimiento que coopera activamente con un virus que ha cambiado el mundo para mal, un virus letal.

Autoridades y familia deben ser implacables con la prohibición.