Elecciones en Andalucía: al borde del ataque de nervios

Pilar Cernuda
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Los partidos se juegan su futuro en la convocatoria del 19-J, más allá de quién ocupe el despacho principal del palacio de San Telmo

Juanma Moreno (i) participa en un acto del PP en Sevilla. El secretario general del PSOE-A y candidato Juan Espadas (d) - Foto: EFE

Los sondeos se miran del derecho y del revés, aunque no hay dirigente político que confiese que le preocupan. Todos dicen que las encuestas indican una tendencia y que hay mucho voto indeciso, que lo que importa son las papeletas en urna. Sí hay, sin embargo unanimidad respecto a las consecuencias de las elecciones: no solo son vitales para los votantes del sur sino también para el resto de los españoles. Y hay unanimidad no reconocida en algo muy evidente: los nervios. Los políticos, al inicio de la campaña, están al borde del ataque de nervios.

En el PSOE, a poco que se rasque, se advierte la preocupación. Es máxima. Sánchez, si quiere, podrá mantenerse en La Moncloa hasta el final de la legislatura, no le echará de allí una moción de censura por falta de votos ni tampoco la ejecutiva de su partido, ya se ocupó él de cambiar los estatutos y también de no incrustar en ese órgano a nadie que no le fuera absolutamente leal, que no le debiera la vida política. Sin embargo, sabe perfectamente que le pueden echar los votos y que, además, es muy peligroso que se le empiece a notar la aureola de posible perdedor, porque a nadie le gusta apostar por alguien al que la fortuna le es adversa. Así que mantener el tipo en Andalucía es vital para el madrileño.

No es una región cualquiera para los socialistas. Es su Andalucía, su feudo, la que los catapultó a Moncloa, la que han gobernado durante 36 años y que siempre les fue fiel hasta que llegó al Gobierno Juanma Moreno. Y, lo más importante, convenció y todas las encuestas, además de la percepción popular, dicen que va a volver a ganar sobradamente. 

Para los socialistas no mejorar el resultado anterior, el de Susana Díaz, que venció pero con un bajón considerable de votos, sería una derrota insuperable que, con seguridad, marcaría el fin del reinado progresista en las próximas generales.

Es clave, por tanto, para los de Sánchez mejorar el número de escaños que tuvo Díaz y que además se produzca un buen resultado a la izquierda del PSOE; pero la realidad es que esos partidos que tuvieron a Podemos como referente, son hoy una jaula de grillos en la que los enfrentamientos personales, más que los políticos, hacen posible que el PP de Moreno pueda sumar más escaños que esa izquierda a la izquierda del PSOE. 

La candidatura en torno a Podemos, Por Andalucía, suma seis partidos, y la operación fue tan difícil de crear que nació descalabrada porque los morados no llegaron a tiempo para la inscripción. Se queda sin las subvenciones electorales, lo que no es poca cosa. Es mucho dinero. La formación se ha dejado también a personas destacadas en el camino cuando Irene Montero decidió prescindir de la gaditana Teresa Rodríguez y, aprovechando su baja por maternidad, la expulsó del grupo parlamentario con el argumento de deslealtad. Rodríguez se presenta con Adelante Andalucía y podría lograr algún escaño.

Por otra parte, Íñigo Errejón, que lleva tiempo divorciado de Podemos, aunque firmó la candidatura conjunta, no demuestra el menor entusiasmo por estas elecciones. Se resiste a poner fecha a su participación en la campaña electoral y encima se encuentra con una denuncia de miembros de Más País porque les ha querido obligar a hacer donaciones ilegales al partido. 

Tampoco Yolanda Díaz demuestra mucho interés aunque, en principio, ha confirmado su participación en dos mítines con Ione Belarra. Sus relaciones son tensas, como lo son con Irene Montero, y ninguna de las tres disimula sus diferencias. Alberto Garzón, en cambio, se va a volcar en la campaña. Es andaluz y ejerce de andaluz, de Málaga y, además, la candidata a la Junta de Por Adelante Andalucía es de Izquierda Unida. 

Desmotivación

La situación política no es precisamente favorable a ese conglomerado de grupos de izquierda por la decepción hacia el papel de Podemos en el Gobierno de coalición, la gran oportunidad perdida de aparecer como un partido con ánimo de promover iniciativas importantes, y no cuestiones menores de tipo social. Y también porque hoy los morados son una formación que tiene poco que ver con aquel movimiento que ilusionó tanto hace cinco años y que se ha convertido en más casta que la que denunciaban. Hay un dato que preocupa seriamente al PSOE y que, de rebote, también a Por Andalucía: la desmovilización de los regidores y concejales socialistas en los que confiaba Moncloa como motor de estas elecciones, ya que no cuentan con el Ejecutivo regional para tomar iniciativas desde San Telmo que inciten al voto. 

 Los alcaldes socialistas no están a la altura de lo que esperaban Moncloa y Ferraz y la razón es obvia: en estos momentos la figura de Sánchez está a la baja, es posible que baje aún más si se cumplen los pronósticos sobre el 19 de junio, y a los regidores les importan más las elecciones municipales de dentro de un año. 

Esa desmovilización ha provocado que Moncloa haya decidido que participen en esta campaña todos los ministros posibles, además del presidente, para arropar a un Juan Espadas que, para más preocupación aún del líder socialista, es una figura que apenas conoce el 70 por ciento de los andaluces. 

Posibles escenarios

El mejor escenario está en el centro derecha, con excepción de Ciudadanos, que de ser partido de Gobierno y bien valorado se va a quedar en mínimos. Arrimadas no aceptó la oferta de Moreno de que los consejeros de la Junta que pertenecían a Ciudadanos se presentaran en las listas del PP, y la situación es hoy muy difícil de superar. Aún así, Moreno, que no oculta su satisfacción por cómo ha gobernado con el Cs, ha traslado a Juan Marín que si consigue dos o tres escaños podría plantearse incluir a algún miembro en su nuevo Gabinete. Si consigue repetir, evidentemente.

Si se hace caso a los sondeos es un escenario probable, porque todos le dan mayor número de escaños que la suma de los grupos de izquierda. Vox inmediatamente ha levantado el dedo: se abstendrá en la investidura de Moreno solo si le da cabida en su nuevo Gobierno. Respuesta de Moreno: no se lo plantea. Si se cumplen los pronósticos actuales, de sumar más que la izquierda, acudiría a la sesión de investidura con su discurso y sin ningún tipo de pacto previo. En manos de Vox está votarlo o no. Y que asuma las consecuencias. Con la abstención de Olona le vale para ser investido, y solo habría Ejecutivo del PSOE y Podemos -Por Andalucía- si lo apoya Vox.

Es la razón de que Feijóo haya lanzado la idea de que a lo mejor Vox se plantea un acuerdo con el PSOE para impedir que el PP mantenga la Junta. Situación impensable, pero se nota que en Génova están hartos de que la campaña de Ferraz se centre en acusarles de que acabarán pactando con Abascal como ha hecho en Castilla y León y hartos de que cada vez que se pronuncia la palabra PP en la precampaña y campaña de inmediato se pronuncia la de Vox. De hecho, se ha pedido a los dirigentes populares andaluces y nacionales que no entren en la polémica. Entre otras razones porque tienen la seguridad de que el PSOE está moviendo muchos hilos para crear polémica permanente con el partido de Abascal.

Vox está fuerte en Andalucía y en estas dos semanas Juanma Moreno tiene el reto de captar votantes del PSOE y de Ciudadanos insistiendo en la idea de que la mejor forma de arrinconar al sanchismo y a Podemos, no solo en Andalucía sino también en el resto de España, es que el PP pueda gobernar en solitario. 

Pero hay algo más que provoca que votantes socialistas y de Ciudadanos se planteen apoyar al PP de Moreno: poner la primera piedra de castigo a Sánchez en Andalucía, para intentar un cambio de Ejecutivo en Moncloa en las generales.