José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Rutinas absurdas

15/10/2022

Cada año, a menudo coincidiendo con las fiestas de San Saturio, asistimos a la misma cantinela de los partidos políticos con sus análisis del borrador de los Presupuestos Generales del Estado. Podría incluirse en el programa de festejos. Es tan previsible lo que nos van a decir como el recorrido de los gigantes y cabezudos o el horario de las vaquillas. No hay más novedad que algunos detalles sobre esta o aquella inversión que se incorpora, o las que deberían estar y no aparecen por ninguna parte, pero al final los titulares son siempre los mismos. Los parlamentarios de partido que gobierna, en este caso el PSOE, se muestran satisfechos por el 'esfuerzo' del Ejecutivo de Sánchez y los del Partido Popular aseguran que son una calamidad.
Lo más interesante del análisis, sin embargo, no suele ganar espacio en los medios, entre otras cosas porque casi siempre se obvia, en especial por los que tienen responsabilidades de gobierno, la parte del proyecto presupuestario del ejercicio en curso referida a lo que se ha cumplido y  lo que no. A menudo hay más de esto último que de lo anterior. Es en ese análisis donde detectaríamos no sólo el nivel de compromiso con la España Vaciada con esa propaganda que empieza a ser agobiante por su abundancia e irritante por su falsedad, sino también la capacidad para gestionar que tienen los que han asumido desde el poder esta tarea. Hablar sabemos todos, o casi todos, pero ejecutar proyectos ya es otra cosa. No sé si es que hacen caso a los técnicos o simplemente supeditan sus opiniones a las urgencias políticas que suelen acomodarse al calendario electoral más cercano.
Llevo años planteando la necesidad de un cierto nivel de honestidad por parte de los cargos públicos y las formaciones que los sustentan. Pasaría por reconocer lo que no ha podido hacerse de lo planeado, justificar la razón y en el caso de ausencia de argumentos, pedir disculpas y abandonar el cargo. Sería excesivo pedirles la devolución del salario aunque no carecería de fundamento. Al fin y al cabo estamos en una sociedad capitalista donde el que no termina la faena para la que se le contrató no la cobra. Ellos, nuestros gobernantes no saben hasta qué punto valoraría la sociedad sinceros gestos en este sentido y por qué no el reconocimiento de lo que el oponente ha hecho bien. Pero eso no forma parte de las rutinas informativas y periódicas en torno a los presupuestos. En este escenario a los ciudadanos sólo nos queda la opción de habituarnos a recortar las euforias de los que gobiernan y minimizar el apocalipsis que profetiza la oposición y hacer nuestra valoración propia con lo que afecta a nuestras circunstancias.