José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Fuego

16/08/2019

No digo yo que no esté afectando la edad a determinadas facetas de mi carácter y cada vez tenga menos azúcar y más vinagre. Dicho de otro modo que me estoy volviendo cada vez más raro, o más intolerante, sobre todo con tanto estúpido como anda suelto. El caso es que se me llevan los demonios cuando escucho a la pléyade de contertulios que colonizan los medios de comunicación investidos de una sabiduría universal inapelable sobre cualquier tema que se trate.  
A cuento del pavoroso incendio que ha socarrado una parte muy significativa de la isla de Gran Canaria, he podido escuchar reflexiones absolutamente inertes, que no aportan nada y desde luego emitidas por gentes que entienden de cuestiones forestales tanto como yo de física cuántica. Todo lo resuelven con que, es preciso gastar más en prevención y elevar la concienciación sobre el problema a la categoría de materia curricular en la escuela. Lo peor es que proclaman, apocalípticos, que España es el país de Europa  en el que peor se gestiona este mal y donde más proliferan los incendios. No es cierto en absoluto y si no que miren a Grecia o a Portugal, pero lo que más me indigna es la ignorancia que se oculta tras la impostura de sabiondos doctorados de la mayoría de los que arriman el morro a los micrófonos o las cámaras. Ninguno, y créanme que he escuchado a muchos, tiene noticia de cómo se trabaja el asunto de los incendios en lugares como Soria. No miran a esta tierra para nada, como si todos compartieran el criterio de aquel bobo del concurso ‘Boom’ de la tele que aseguró que ‘en Soria no hay nada’ y cortó el cable equivocado. ‘Pues sí que lo hay’, le dijo el conductor del programa y hablando de fuego también hay mucho de lo que presumir.
Esta provincia tiene una de las mayores masas forestales continuas del país y sin embargo los incendios sólo son noticia de pascuas ramos. Hay muchos conatos, pero en eso se quedan, por los dispositivos establecidos y porque aquí, la gente siente el monte como suyo. Básicamente por que lo es. Torres de vigilancias, sistemas de detección de fuentes de calor, red de pistas forestales para intervenir enseguida y conciencia de los paisanos que sabían, antes de que lo dijera el anuncio aquel de los años 70 que, ‘si el monte se quema, algo suyo se quema’
Lo extraño es que, teniendo un ejemplo a mano que poder aplicar al  resto del país, nadie lo haga extensivo aunque sospecho que hay muchos lugares en los que el régimen de la propiedad forestal no mueve la voluntad de las masas para extinguir las llamas hasta que no las tiene en la puerta de su propia casa.