Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


Un cumpleaños más

09/07/2021

En otro ocasión conté que cuando alguien preguntó a Galileo cuántos años tenía, respondió que «ocho o diez» en evidente contradicción con su barba blanca y su aspecto. Después explicó que «tengo los años que me quedan de vida; los vividos no los tengo, como no tengo las monedas que he gastado». Estoy de acuerdo: tengo los años que me quedan de vida, así que no sé cuántos tengo, si sé que cumplo 71. No me siento viejo porque tenga tantos años tras de mí, sino por los pocos que tengo por delante, pero sí me hacen sentir viejo la muerte de personas más jóvenes que yo y la de las personas queridas (cuando las perdemos, la vida comienza a sentirse más dura). Cuando nos invaden los recuerdos, tienes la vejez encima.
He cumplido 71 años, pero más que los cumpleaños, tengo en mi memoria lo importante, que no han sido los años pasados; lo valioso son los recuerdos de los abrazos inolvidables (muchos irrepetibles porque quien me los dio ya no está), el recuerdo de las numerosas veces que tuve que pedir perdón o decir «lo siento», aunque algunas veces no me perdonaron; no olvido muchas madrugadas acompañando a amigos que necesitaban que alguien les escuchara; tengo muy presentes las veces que hice lo que no debía y no hice lo que debí hacer y las veces que me equivoque diciendo «si» por compasión y pena cuando tuve que haber dicho «no», o el error de regalar un sueño a mujeres que no lo merecían. Recuerdo miradas que me hicieron sentir la persona más importante del mundo y las largas y negras noches de hospital esperando un milagro que no llegó. Ya no me importan los triunfos que logré y las muchas veces que fallé. Me duelen más las heridas de las batallas que debí luchar y no lo hice que las cicatrices de las guerras que perdí. Tengo increíbles recuerdos de muchos veranos y sentimientos muy tristes de algún frío invierno, de muchas noches sin dormir y de muchas lágrimas. No me olvido de los errores cometidos, pero algunos fueron tan buenos que soy incapaz de arrepentirme. Hay cosas que tenía que haber callado y cosas que nunca diré aunque todavía tengo muchas cosas que contar. Esto y algunas cosas más son mi verdadera edad, la vida que hubo en mis años.
He leído muchas veces que la edad trae consigo la sabiduría pero no estoy seguro de esta afirmación. Me preocupa que me digan más veces que me estoy volviendo más maniático y susceptible que sabio. Y me deprime mucho que, cuando releo trabajos que escribí hace 55 años, me cueste mucho tiempo y esfuerzo entenderlos. Me parece que la edad, más que sabiduría, lo que me ha traído son más visitas al médico. Sí creo que he alcanzado un grado mayor de madurez porque me tomo menos en serio. Y me van saliendo arrugas que son símbolos de lo mucho que me he reído.
Woody Allen escribió que «envejecer es un infierno. Sobre todo cuando en tu interior te sientes como si tuvieras 21 años. Todos los hilos que te han sostenido durante toda la vida se van desvaneciendo, uno a uno. Estudias tu rostro en el espejo y te das cuenta de que falta algo. Entonces caes en que lo que falta es tu futuro». Cuesta aceptar en envejecer forma parte de la vida.
La vejez no es lugar para cobardes. No puedo evitar envejecer, pero intento no hacerme mayor. Desde siempre he intentado vivir todos los días de mi vida y mantener los sueños y la esperanza por encima de los recuerdos. Al final, como me dijo un día un enólogo, «la edad no importa mucho, a menos que seas un vino».