José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Expolios legales

13/12/2020

Si son legales no son expolios, dirá usted, y no carece de razón. Habrá adivinado que me refiero a las operaciones de compraventa que, sobre todo a finales del siglo XIX y principios del XX, eran habituales en nuestro país y en muchos otros en los que abundaba tanto el patrimonio histórico artístico abandonado que no importa a nadie.
En Soria aún lloramos por lo acaecido en San Baudelio, con sus pinturas, que terminaron en Estados Unidos, aunque una parte volvieron al Museo del Prado, pero hemos ido sabiendo de otras ventas patrimoniales, mucho menos conocidas, como parte de la iglesia de San Esteban, en San Esteban de Gormaz que por cierto tuvo el mismo protagonista de transacción que la ermita mozárabe, un judío llamado León Leví, que recorría hace un siglo la geografía patria a la búsqueda de tesoros artísticos para atender la demanda de nuevos ricos de países con carencias históricas que, al parecer querían compensar con dólares si bien el caso del  templo románico del que hablamos terminó en una finca privada de la gerundense localidad de Camprodón. Y ahora la venden, por cierto.
Pero pasado el primer momento de la indignación es recomendable reflexionar más a fondo sobre el tema y al menos tomarse la molestia de situarse en el paisaje y circunstancias de esos años. Lo que compraron los agentes del mercader de arte León Leví, ‘perfil de maravedí’, como lo describió Gerardo Diego estaba en situación de absoluto abandono. San Baudelio era una majada o refugio de cazadores y en su interior se hacía fuego para calentarse y la iglesia de San Esteban estaba desacralizada, no tenía culto y se llegó a solicitar permisos para su total demolición, antes de que llegara el aludido semita y comprara lo que estaba en pie para erigirlo de nuevo en la finca de unos ricachones catalanes. Veinte mil pesetas le costó la mercancía, y si no me falla la memoria por 60.000 unos expertos llegados de Italia arrancaron las pinturas de las paredes de la pequeña ermita mozárabe, propiedad de Casillas de Berlanga. 
Lo uno y lo otro fue legal y sustentado en la ignorancia supina, no sólo de los paisanos que vendieron, sino de los dirigentes de la cultura que no tenían ni idea del valor de lo que estaban entregando. Expolio, lo que se dice expolio, fue sobre todo el practicado por las tropas napoleónicas en su retirada. Pero esa es otra historia.
No es cuestión de demonizar a nadie. Al fin y al cabo, los conquistadores españoles también cambiaban a los indígenas americanos el oro por cuentas de vidrio. La clave ha sido siempre la ignorancia del expoliado. Imagino que ya hemos superado esa fase.