Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Puntería

18/07/2019

El ambiente en la toma de posesión ayer de los consejeros podría definirse en dos palabras: buen rollo. Es de esa quietud con la que queda el río cuando, recrecido por sus afluentes, que han sido varios, con aportes de aquí y de allá. Y, claro, en el cauce tiene remolinos, fondos irregulares, las trampas fluviales fruto del engaño del que entra sin mirar. Dicen que la mejor forma de no verse engullido por un remolino es dejarse llevar. Y no confiarse. Pero “la nave va”.

Este es un gobierno experimental. Se fundamenta en la teresiana virtud de la paciencia, que todo lo alcanza, según la Santa, glosada por el Presidente. Sabe Mañueco, además, que puestos a resistir, siempre es mejor aguantar a los afines que a los antagonistas, por mucho que algunos agoreros hagan predicciones infaustas. Y al final, Ciudadanos tiene muchas más afinidades con el PP de lo que observaciones superficiales pudieran traslucir.

Es un gobierno de síntesis. Y el proceso siempre será ése: habrá tesis, antítesis y debería venir la síntesis final. Así ha comenzado, porque la foto de ayer en la Asunción es producto de un rosario de cesiones y concesiones fruto de la negociación. Y es de esperar que esa tensión interna, volcánica, sea la constante durante la legislatura. Los volcanes a veces echan fumarolas, otras no, generan terremotos, o no, están latentes o activos. Siempre serán volcanes. Pero no siempre actuarán como tal. 

Igea va a ser escrutado permanentemente y hay que afinar el análisis para que no sean confundidas las voces y los ecos. Pero la necesidad de que Castilla y León remonte el vuelo y tome altura es demasiado perentoria como para entretenerse en banderías. Nunca como ahora el servicio público pidió paso en modo tan apremiante. Comienza la singladura. Del acierto de este equipo dependen muchas cosas serias, de modo que ahora tino y puntería. Ese es el deseo.