Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


La coalición

13/01/2020

No es fácil poner en marcha una coalición, ni mucho menos. Primero, porque no hay experiencia, no de ésta en concreto, si no de ninguna otra, en nuestra historia, ya no reciente, si no remota; las últimas coaliciones conocidas se remontan a diversas variantes de alianzas de gobierno en la época de la II República, en un contexto muy distinto al actual; no valen como precedente. Segundo, porque ésta de ahora es una coalición que no surge de la preferencia, si no de la necesidad; es una coalición no deseada en su origen, hasta el punto de que se repitieron unas elecciones generales precisamente para evitarlas como razón principal; de manera que, en su formación, más que la convicción, ha influido la evidencia de un resultado electoral que no era el previsto y que no facilitaba otras posibilidades, salvo la de acudir a las urnas por tercera vez, lo que hubiera supuesto un fracaso democrático de elevadas proporciones.
Así que el Gobierno se ha formado a partir de una coalición que, en sus genes, tiene un notable elemento de desconfianza; no se olvide que los argumentos principales para rechazarla, tras las elecciones de abril, no eran cuantitativos ni de forma (cuántos ministerios cada uno, qué materias, etc.), si no cualitativos y de fondo (dos gobiernos en uno, dos posiciones distintas en temas fundamentales, etc.). En la política, como en tantas otras cosas, la desconfianza no se supera sólo apelando al cambio de escenario, o al mal menor; hace falta una voluntad decidida y tiempo. Y actuar de inmediato como si una conversión repentina hubiera obrado el milagro sería poco creíble.
Los primeros pasos, que tienen mucho de regate corto y escarceo, dejan pocas dudas sobre la naturaleza del asunto: anunciar ministros de parte antes de que el Presidente del Gobierno haya tomado posesión; modificar las previsiones de organización del Gobierno con la aparente intención de contrarrestar; acordar de antemano un memorándum de comportamientos y solución de conflictos, etc., son hechos que pueden interpretarse como falta de experiencia, desde luego. Pero son algo más, son prueba evidente de que hay mucho que engrasar para evitar que cunda la impresión de que no era esa la fórmula. Sería precipitado que esto ocurriera; y no sería nada conveniente a estas alturas.