«Yo quiero un tebeo, yo quiero un tebeo y si no me lo compras, lloro y pataleo», le cantaba a mi madre un día sí y otro también, rayando con el lápiz la pared de la cocina hasta que harta de este pelma le encargaba a mi padre que lo trajera de Burgos. Es verdad que a ella también le gustaba. TBO, Los grandes inventos del profesor Franz de Copenhague, La familia Ulises, Melitón Pérez. Pulgarcito, Petra, criada para todo. Tío Vivo,13 Rue del Percebe. Y  después, compradas ya en la librería del pueblo e intercambiadas con los amigos, Roberto Alcázar y Pedrín, Hazañas Bélicas, El Jabato, El Guerrero del Antifaz y, sobre todo, El Capitán Trueno, con Sigrid de Thule, Crispín y Goliath. Devoraba todas estas historietas, pero me atraían en particular las de El Capitán Trueno. Descubrí que las dibujaba un paisano, Ángel Pardo Ruiz, retirado desde Barcelona, nunca supe la razón salvo la de cuidar de su madre en el pueblo, que ya es bastante. Rodaba en blanco y negro películas de las fiestas que nos proyectaba en el café del Filibuche. Era uno de los momentos más esperados. También nos ponían reportajes a color de países extranjeros, cedidos por las Embajadas o la Caja de Ahorros pero eso fue más adelante y ya era otra cosa. No había color.
Ángel Pardo diseñó el logotipo del Ayuntamiento teniendo en cuenta el trabajo de campo que realizamos en el archivo. Su estela está impresa en el Museo del Cómic, convertido el antiguo matadero en Fabulantis Historias de Papel. Casualidad, la Central de Diseño promovida por DIMAD está también en un Matadero, el de Madrid. Un logotipo no es solo un dibujo. Es la expresión concentrada de una empresa, un proyecto, un territorio, una marca, en suma, de su imagen corporativa, de lo que quiere representar. Si publicamos libros debemos tener un hilo conductor presidido por esa imagen de referencia, diseñamos una colección, tenemos un diseño editorial. Muchas veces se piensa que el diseño es un adorno, algo adicional, que queda bien, cuando en realidad genera un valor añadido de muchísima importancia: diferencia tu producto, esto es, tu empresa, asociación, proyecto, Ayuntamiento, grupo político, y crea belleza, y al revés: crea belleza y al mismo tiempo diferencia tu producto. Esa es la clave. La belleza. Diferenciar lo bonito de lo feo supone un aprendizaje constante. En esto consiste la cultura. Cuesta, hay que emplear energía, tiempo, esfuerzo y estudio, pero es la base del diseño, del diseño gráfico y de cualquier arte. 
La Escuela de Artes y Oficios de Soria se creó en 1906, hace ya más de 115 años, por el interés de obreros y artesanos para mejorar su educación y su industria, similar al espíritu regeneracionista de Sociedades Económicas de Amigos del País como la Numantina. Al principio las clases se impartieron en un caserón que no reunía  condiciones cambiándose en 1950 al número 6 de la plaza de Aguirre hasta que en 1963 se ubicó en su actual emplazamiento. Hoy la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Soria (EASDSORIA) es el centro público de referencia para los  estudios superiores de Diseño Gráfico en Castilla y León, donde se imparten también enseñanzas de Bachillerato Artístico, el Ciclo Superior de Fotografía y el Ciclo Formativo de Grado Medio Asistente al Producto Gráfico Interactivo.
Desde hace doce años existe la Asociación de Diseñadores Gráficos de Soria (disoria). la primera y única asociación de diseñadores gráficos de Castilla y León, integrada en FOES y en la Red Española de Asociaciones de Diseño. 
En una ciudad pequeña como Soria podemos ver la importancia que ha adquirido el diseño en la rotulación de los vehículos, en los carteles, en la maquetación y la ilustración de este mismo periódico.  Contamos con recursos,  Escuela de Arte, Asociación, artistas. Podemos  atraer diseñadores como en otro tiempo poetas en una estrategia de crecimiento, de revulsivo del cambio, extendiendo a la ciudadanía su valor, conformando la propia ciudad, sus espacios públicos, su mobiliario urbano, ayudando a diferenciar lo bonito de lo feo. Creando cultura. Disoria. Diseñasoria.