José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


...Y vuelta la burra al trigo

29/01/2023

Ni en España, ni en buena parte de la vieja Europa, los gobernantes encuentran la tecla para poner freno a la despoblación. Castilla y León, esta enorme comunidad autónoma en la que vivimos, se cuenta entre los territorios más afectados y ni tirios ni troyanos han sido capaces de activar mecanismos para darle la vuelta a la pirámide poblacional. Hace apenas una semana el Procurador del Común, Tomás Quintana, metió mano en el asunto para plantear una solución, tan conocida como ineficaz, que llamamos 'cheque bebé' desde la era Zapatero. Tomás Quintana, que así se llama nuestro particular 'Defensor del Pueblo' se apoya en cifras de crecimiento cuando existía esta aportación económica que llegó a estar duplicada. Los 600 euros de la autonomía más los 2.500 del Gobierno de España por cada 'churumbel' nuevo que se apuntaba al censo. Por lo visto no cae en la cuenta de que hay muchas otras circunstancias que pudieron propiciar las estadísticas que esgrime.
No alcanzo a entender cómo es posible que aún haya gente que proponga estas soluciones. Más que nada porque estoy absolutamente convencido de que por 600 o 1.000 euros nadie se replantea la opción de tener o no descendencia. La Diputación persiste en esta iniciativa sin que se constate resultado positivo alguno.
Para que una pareja joven apueste por crear una familia no precisa de esos euros sino un entorno laboral estable, unos sueldos dignos y por supuesto un acceso a la vivienda en condiciones razonables que le permita criar a sus hijos sin estrecheces. Si no se dan estas circunstancias compensan sus carencias afectivas con una mascota y a vivir hasta donde les alcance la nómina. Créanme que los entiendo. 
La estructura económica de las sociedades occidentales, en la que predomina la voracidad sin límites de las grandes corporaciones, lejos de despejar el panorama, lo oscurece más aún. No entiendo el sentido de su estrategia cortoplacista. Con sueldos bajos y natalidad mínima no habrá consumidores para todo lo que producen y el sistema tiende a colapsar o a convertirse en una sociedad distópica en la que todos estaremos controlados hasta el mínimo detalle, si no lo estamos ya, para que no saquemos los pies del tiesto.
Entretanto aquí es la población inmigrante la que más procrea. Hay razones para ello. La primera es que, comparado con España, a menudo su país de origen es un desierto sin futuro para sus hijos y aquí es más fácil sacarlos adelante y optan de inmediato a la nacionalidad española y por ende europea. A la vez la facilitan para sus padres. Todo apunta a que se avecina un relevo racial y cultural que, por cierto, no carecerá de dificultades y conflictos.