Laura Álvaro

Cariátide

Laura Álvaro

Profesora


El ‘efecto Rocío Carrasco’

18/04/2021

El método KiVa surgió en 2007 en Finlandia con el objetivo de combatir el acoso escolar. En dicho programa, el foco se comenzó a poner en los testigos en lugar de en el agresor o en la víctima. Así, a estos se les asignaba una tarea indispensable en la lucha: la de tomar conciencia del problema y la de implicarse en el mismo, denunciando la agresión. Y es que cuando no intervenimos en una situación de violencia nos estamos convirtiendo en cómplices de la misma. Incluso el código penal (artículo 259 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal) recoge la obligatoriedad de denunciar un delito si se tiene conocimiento de él. En nuestro entorno, sin embargo, todavía es necesario una toma de conciencia colectiva para convertirnos en verdaderas agentes de transformación social. Para llegar a ella, es fundamental que nos creamos capaces de ser parte de la solución con un hecho tan simple como asistir a la potencial víctima, escuchar sin juzgar y acompañarle en el camino hacia la denuncia.
Bajo este prisma se presentó, el pasado mes de junio del 2020, la campaña ‘Estoy aquí’ de la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Soria. Esta iniciativa surgía con el objetivo principal de implicar a la sociedad soriana en la lucha contra la violencia de género. Dirigida a diferentes colectivos (comercios, hostelería, docencia, y toda aquella empresa interesada), tras la primera fase de sensibilización y toma de conciencia, en las próximas semanas dará comienzo una segunda etapa, en la que se desarrollarán talleres formativos a los profesionales de los sectores anteriormente citados. 
Este proyecto local coincide en el tiempo con el boom de la serie documental de Rocío Carrasco. ¿Qué ha pasado con este contenido audiovisual para que haya roto esquemas? Pues son varias las razones. En primer lugar, el hecho de que sea una figura pública, bien posicionada económica y socialmente, la que denuncia agresiones machistas, ha supuesto una ruptura del estereotipo de la víctima, que hasta ahora se definía como una mujer de clase baja, dependiente económicamente de su maltratador y sin apenas formación. Por otro lado, también ha salido a la palestra un tipo de abuso que hasta ahora no se contemplaba entre el imaginario colectivo como definitorio de violencia de género. Hablamos del gaslighting (o luz de gas en español), que consiste en una manipulación constante de la víctima por parte del agresor, con el fin último de mermar su autoestima (e incluso hacerle dudar de su cordura) y, con ello, conseguir una mayor dependencia de ella hacia él. 
El testimonio de Rocío Carrasco ha tenido, además, un efecto llamada, de manera que, desde que el documental comenzase a emitirse, las llamadas al 016 han incrementado exponencialmente. Y, como decía la periodista Ana Bernal- Triviño, si este testimonio ha servido para comprender cómo es un agresor, y para hacer que algunas víctimas se hayan visto reflejadas y hayan reaccionado, bienvenido sea. 
La violencia de género es una lacra social que requiere de actuaciones colectivas. La sensibilización, sea a través del recurso que sea, es el primer punto de partida. Tanto los talleres formativos del ‘Estoy Aquí’ como el testimonio de Rocío Carrasco tienen fines paralelos: visibilizar esta realidad que todavía aún muchos y muchas se niegan a aceptar; y, a partir de ella, unir fuerzas para su erradicación.