Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


Bulos y teorías de la conspiración

10/05/2020

El coronavirus ha provocado una oleada de bulos y noticias falsas (mentiras propagadas con algún fin, generalmente malvado) acompañados de muchas teorías de conspiraciones (creencias de que existen planes diseñados en secreto por un pequeño grupo de individuos poderosos en beneficio propio). Las redes sociales han sido el vehículo perfecto para su difusión: han aparecido un millón y medio de perfiles falsos para difundir noticias falsas. Antes era mucho más difícil: tanto los periódicos como las emisoras se pensaban mucho qué se podía difundir. Ahora se puede soltar cualquier cosa de forma casi anónima. Internet ha mejorado nuestras vidas, pero también se ha convertido en un medio idóneo para engañar. Si se publica un bulo contra alguien, la falsedad encontrará eco y se difundirá rápidamente entre las personas a las que les cae mal; el desmentido tendrá un recorrido mucho más breve y será menos creíble, aunque no creo que las personas con un mínimo de formación se crean todo lo que aparece en las redes sociales ni en los medios de difusión. Los que dan total credibilidad a estos mensajes tienen tendencia a aceptar todo lo que refuerza sus opiniones y a rechazar todo lo que va en contra de ellas. No creo que los medios cambien las opiniones de las personas (como no lo hacen los mítines electorales), pero sí que las refuerzan.
Las teorías de la conspiración también están muy extendidas. ¿Quién no ha oído asegurar que el sida y el ébola fueron inventados por la CIA o que el coronavirus lo han inventado los chinos pare reventar la economía mundial? ¿Y los bulos sobre la curación del coronavirus con ajo o los consejos de supuestos médicos? Las teorías de la conspiración y los bulos tienen éxito porque proponen respuestas fáciles a cuestiones complicadas cuando hay ausencia de explicaciones. En una sociedad con superabundancia de datos de difícil comprensión y análisis, proporcionan atajos mentales que nos ayudan a formarnos opiniones sin esfuerzo, máxime cuando la gente maneja escaso conocimiento sobre la mayoría de los temas. Las ‘pruebas’ que confirman los prejuicios se asumen de forma acrítica, pero las contrarias se analizan con dureza. Los bulos y las teorías de la conspiración comparten tres elementos: el creador (cualquiera que pretenda intoxicar a algún grupo social), el plan (escoger información verdadera, sacarla de contexto, añadir información falsa y crear un análisis erróneo) y los medios de difusión (indispensables para llegar al gran público). Cuando tienen intencionalidad política, el objetivo es promover una imagen de desconfianza en la administración para promover el crecimiento de los creadores. Suelen surgir en momentos de crisis en los que es difícil encontrar sentido a un mundo caótico y peligroso.
No creo posible que los bulos y las teorías conspirativas desaparezcan porque el mundo es demasiado complejo para ser explicado siempre pero, con limitaciones, pueden ser beneficiosas para revelar anomalías en las explicaciones oficiales y exigir más transparencia. Y los hechos y los argumentos racionales no son eficaces para alterar las creencias de la gente. Quiero recomendar dos películas: ‘Teoría de la conspiración’, que trata de las dificultades de un taxista que publica un boletín en el que habla de las conspiraciones del gobierno resultando que una es cierta y ‘Cortina de humo’, que cuenta como el gobierno monta una conspiración. ¿Ficción, o no?